Ciudad de México, abril 28, 2024 02:45
Dar la Vuelta Opinión

DAR LA VUELTA / La tribu urbana

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En la actualidad existen en la CDMX de México decenas y decenas de grupos ciclistas. Los hay de todos los estilos, tamaños, colores y sabores.

POR ABEL VICENCIO ÁLVAREZ

Usted los ha visto.

Inopinadamente surgen de la noche en la avenida, ruidosos y bullangueros, con gritos y silbatos y luces de colores. Irrumpen en el trajín y el tráfico de la ciudad: sorprenden al transeúnte y al viandante. Voltean cabezas, callan bocas y desvían miradas. Van felices ante el azoro, indiferencia, curiosidad, diversión, incomodidad, fastidio, envidia o franco desprecio que por igual provocan a su paso. Y como llegan se van, por que más que moverse fluyen, se escurren por calles y avenidas. En un momento llegan, y al momento siguiente ya se alejan por la noche de la ciudad con su ruido y sus chiflidos y sus luces titilantes, dejando de nuevo la calle y el tráfico sumidos en su rutina y su marasmo.   Pero más de alguno termina volteando y viéndolos alejarse, mientras tal vez se pregunte: “Y éstos locos, ¿qué?”

Los grupos ciclistas urbanos se multiplicaron a partir del fin de siglo cuando los capitalinos vieron en la bicicleta no solo una herramienta utilitaria, sino una alternativa real de transporte ante el tráfico imposible. Si antes la bicicleta se reservaba al panadero y al carnicero -o al pobre- de repente se convierte en alternativa de movilidad urbana muy aceptable socialmente, y de moda. Los gobiernos locales comenzaron a promover este medio organizando paseos ciclistas y adaptando las primeras ciclovías.  También surgieron los primeros grupos activistas de la movilidad, como Bicitekas, que aún perviven.  Gracias a ello muchos capitalinos adultos volvieron a subirse a una bicicleta, después de haberse bajado de la última en la adolescencia.

Pero, y estos locos, ¿Qué?, ¿Qué los hace integrarse a esos grupos ciclistas nocturnos que luego vemos rodando vertiginosamente por la Ciudad de México? ¿Quiénes son?

Somos usted y yo. Y le cuento mi experiencia. Hace muchos años comencé a salir en bicicleta simplemente para pasear alrededor de mi casa, llevar a los niños a la escuela en su sillita, o ir al mandado.  Luego comenzaron a promoverse los paseos ciclistas por insurgentes, hace cerca de 30 años; y llevábamos a la familia.  Si antes estaba bien ir por una calle tranquila en bicicleta, circular por Insurgentes con toda libertad y seguridad y llegar a San Ángel en un momento me hizo conocer otra ciudad. Una que se abre a uno; no la que se cierra detrás de un parabrisas o ventana.  ¿Sabían, por ejemplo, que la temperatura en Insurgentes desciende uno o dos grados al pasar por el parque hundido? Es el frescor de los árboles del parque.  Ahora ya lo saben.

Bien pronto, para muchos, los paseos dominicales dejaron de ser emocionantes. Queríamos más. Y comenzamos a salir por nuestra cuenta, solos o con algún amigo, cada vez más lejos, explorando como niños curiosos el entorno recién descubierto, la posibilidad de ir, conocer, adentrarse, detenerse y disfrutar, cualquier rumbo de la ciudad.  Y si a algunos les convenía el fin de semana, muchos más comenzaron a disfrutar el paseo por las noches entre semana después del trabajo mezclando un poco de sociabilización con actividad física, y de manera orgánica surgieron en diferentes barrios y colonias grupos de conocidos que se juntan en algún lugar conocido, donde conocen más gente, para salir juntos a rodar y, ¡zaz!, ya tenemos un nuevo grupo ciclista. Rodar en grupo no solo es más práctico y seguro, sino que activa ese instinto gregario que nos pone felices al correr junto con la manada en plena cacería. Es sentirse vivo; es volver a ser niño.

En la actualidad existen en la Ciudad de México decenas y decenas de grupos ciclistas. Los hay de todos los estilos, tamaños, colores y sabores. Como si fueran de Alcohólicos Anónimos, todos tienen en común un nombre, un punto o lugar de reunión, generalmente algún lugar público conocido en el rumbo, un día y hora a la semana fijo en que se reúnen por las noches. Aparte del gusto por la bicicleta, otra característica de estos grupos es su inmediato sentido intergrupal: todos los grupos tienen relaciones con otros grupos y con frecuencia se organizan actividades juntos.  Los grupos de Facebook y WhatsApp han sido fundamentales en ello. Si bien no están ajenos a grillas y chismes, los grupos ciclistas son predominantemente inclusivos y tolerantes con todas las posiciones y actitudes imaginables.  La diversidad de orígenes y estratos dentro de un solo grupo ciclista en la CDMX puede ser sorprendente.  Son tribus urbanas.

¿Cuál es el objeto de estos grupos?  Rodar en bicicleta. O al menos es el principal pretexto. El placer de salir en grupo, de tener aventuras, de forzarse a una convivencia con esfuerzo físico, solo por el gusto de hacerlo, y de conocer gente. Y es gratis, además.

Los grupos organizan todo tipo de actividades:  trayectos cortos o largos (10 a 80km) para principiantes y avanzados que implican dar vueltas por toda la ciudad (o salir de ella) con cualquier idea: recorridos culturales, visita a puntos emblemáticos, sitios de leyendas o curiosidades, diferentes competencias más o menos organizadas, turismo coyuntural, recorridos gastronómicos, rutas complicadas o secretas, subidas demandantes.  Al final de la rodada generalmente hay algún tipo de convivio, aunque a veces hay más convivio que rodada. Depende del grupo.

Algunos grupos son totalmente anárquicos: salen a rodar y ya, con quien se junte; otros planean sus actividades con meses de antelación y tienen cargos y estatutos. Hay grupos muy formales y familiares y otros por el contrario muy alternativos. Para todos hay.

A las nocturnas, se agrega todo tipo de rodadas especiales de fin de semana a lugares más alejados como Teotihuacán, Texcoco o Tepoztlán, fiestas, celebraciones, aniversarios, romerías que los grupos organizan, sin hablar de las enormes rodadas intergrupales que llegan a juntar de manera casi espontanea a miles -sí, miles- de ciclistas en un momento dado. Sobra decir que ninguna organización o autoridad están detrás de esto.

Lo que sí está detrás de todo esto, es la motivación; el gusto, aunque sea por un ratito, de sentirse parte de una tribu, de tener experiencias, y de apropiarte de tu ciudad.

Son las 9 de la noche. Llegué hace rato de la oficina y ahora ruedo para reunirme con mi grupo.  Iremos a la pirámide de Tenayuca, a la ciclovía de Cuernavaca, a las fuentes brotantes en Tlalpan, al monumento a la raza, o al cerro de la estrella. A cualquier lugar que queramos. Llegaremos rápido y sin problema. Viviremos aventuras y regresaremos en la madrugada contentos y bien cansados. La ciudad es nuestra.  Somos una tribu urbana.

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