Ciudad de México, noviembre 22, 2024 03:14
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Ciudadanía y gobernanza

Las diversas problemáticas que se presentan en una sociedad como la nuestra parecen multiplicarse y el descontento de la población aumenta ante la ausencia de soluciones de fondo. En algunos espacios la idea de un Estado rebasado gana fuerza y ello debe ocupar nuestra atención y propuesta. Con incertidumbre revisamos algunas cifras, como las relacionadas con el empleo, que la realidad se encarga de diluir, retirar de significante y abonan a incrementar el descontento social.

La escena, la fotografía actual de la nación es delicada y no existe otra salida más allá de la política. Lo considero así porque se trata de la interacción, la relación inseparable entre ciencia y arte, es decir, entre saber y hacer. La riqueza de lo político es de tal magnitud que no necesariamente el saber tiene que anteceder al hacer, por ejemplo, en el caso de la ciudadanía.

No existe un manual, guía, teoría o libro que aporte todos los conocimientos para ser ciudadano, es un aprendizaje tácito. Desde la arena ciudadana es posible conformar una suerte de imaginación histórica para advertir y diseñar soluciones ante las insuficiencias del modelo político-económico impuesto en nuestro país por más de 35 años y cuyas consecuencias viven más de 100 millones de mexicanos.

Propiciar –en principio—, y fortalecer –como política de gobierno— el ejercicio de ciudadanía social puede contribuir significativamente en la formación de nuevas identidades individuales y colectivas. Innovadoras en tanto no propugnarán el consumo y disminuirían el agudo grado de frustración a que condena el ser a partir del tener. No podemos obviar existe un descontento generalizado ante la globalización, “el problema no es tanto lo que les falta, sino que lo que tienen se vuelve a cada instante obsoleto o fugaz”, escribe Néstor García Canclini en Consumidores y ciudadanos.

Incluso la producción cultural es determinada por el factor tiempo en función de acumular, la vanguardia abandonó las calles y ocupó los aparadores. Dejó de compartirse para formar comunidad y devino en factor de diferenciación socioeconómica.

Es evidente que no podemos culpar al mercado, el cual únicamente es consecuente con su naturaleza. Antes bien debemos fortalecer la política y redoblar esfuerzos por construir ciudadanía. García Canclini brinda alguna pista al establecer la necesidad de “ir hacia el núcleo de lo que en la política es la relación social: el ejercicio de la ciudadanía”.

Un ejercicio como acumulación de capacidades que permita dar verdaderos saltos transculturales. Más allá de ser depositarios de cierta cantidad de derechos por parte de los gobiernos, es crucial modificar prácticas sociales y culturales que faculte a los ciudadanos de razonar al hombre como pluriverso.

La nueva ciudadanía política encaminada a incrementar el grado de gobernanza no debe ser una aspiración subjetiva, por lo tanto se requieren también nuevas instituciones, nuevos canales de participación. El mundo cambia, deben hacerlo también los gobiernos, los partidos, las asociaciones… sus prácticas, sus métodos.

Referir gobernanza y no gobernabilidad obedece a la cantidad de actores que participan de la labor gubernamental, pues no es activo exclusivo de instituciones o políticos de profesión. Se trata de un concepto que vale la pena desarrollar en tanto es un complemento con cierto grado de corresponsabilidad en las democracias representativas y puede incrementar la capacidad de respuesta recibida al día de hoy.

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