La Roma: Un sendero al pasado
Casa Prunes, rescate valioso.
El controvertido fenómeno de la gentrificación ha devuelto a la célebre colonia su añejo sabor a barrio y la ha convertido en una de las principales zonas de oferta gastronómica y cultural de la capital, en el marco de una arquitectura formidable… y un ambiente romántico.
TEXTO: FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
FOTOS: FRANCISCO ORTIZ PARDO
No está más en la esquina de Orizaba y Álvaro Obregón el carrito de La Heroica con sus nieves de frutas. Ni el globero que según me contaba mi padre se colocaba todos los domingos a las puertas de La Sagrada Familia, en la calle de Puebla, para ofrecer sus multicolores esferas de látex a quienes salían de misa. Tampoco, es cierto, los helados de La Bella Italia, memorables, ni la miscelánea donde yo mismo compré los últimos títeres de barro y alambre después de los sismos de 1985 o la peluquería de don Manuel en la calle de San Luis Potosí. Hace muchos años que dejó de escucharse, en tiempos navideños, la risotada del Santa Clós en su aparador del Sears de Insurgentes. Y tampoco circula ya por la antigua avenida Jalisco el tranvía eléctrico Roma-Piedad, que llevaba desde la estación Colonia hasta los entonces límites de la ciudad, al sur, allende el ahora entubado Río de la Piedad.
La colonia Roma, sin embargo, ha resurgido de esas y muchas pérdidas más, gracias a un controvertido proceso de gentrificación que en un par de años la ha convertido en una de las zonas con más intensa vida comercial de la capital del país, especialmente en materia gastronómica.
Según la ONU-HABITAT, el fenómeno de gentrificación sucede cuando un proceso de renovación y reconstrucción urbana se acompaña de un flujo de personas de clase media o alta que suele desplazar a los habitantes más pobres de las áreas de intervención. Hoy proliferan en la Roma las cafeterías y los restaurantes, los bares, tratorías, antojerías, chelerías y otros antros con música en vivo, como ahora se llaman los centros de reunión para los jóvenes. Las especialidades italianas y francesas encabezan la lista, pero también hay sitios de cocina española, alemana, japonesa, tailandesa, hindú y coreana, además da la mexicana.
Pero también, toda otra gama de establecimientos que van desde los exclusivos boutiques de ropa a la moda, formal y casual, hasta una serie casi infinita de especialidades: antigüedades, muebles, bolsas de marca, artículos de belleza, relojerías, estéticas, pizzerías, dulcerías, veterinarias, librerías, telas, churrerías, heladerías, sex-shops, artesanías, pasteles, clínicas de belleza, joyerías y un singular mercado, el Mercado Roma de Querétaro 225, poblado de fondas de las más variadas especialidades.
Muchas de las viejas casonas hoy albergan negocios de los más variados ramos. Inclusive algunas vecindades han sido remodeladas para ese fin y ahora ofrecen un atractivo, evocador aspecto. Caso especial es el del pasaje de El Parían, entre Álvaro Obregón y Chihuahua, cuyos espacios son hoy ocupados por una serie de boutiques en los que se ofrecen de manera muy atractiva desde novedades de la moda hasta toallas y ropa de cama, cristalería y juguetes.
Durante la pandemia del Covid-19, como en otras partes de la ciudad, decenas de cafeterías y restaurantes de la colonia Roma optaron por ampliar su negocio al aire libre, en espacios que invadían aceras e inclusive el arroyo vehicular. Actualmente, muchos de esos establecimientos (como otros 18 mil en la capital) mantienen esos espacios, ya como terrazas formales, lo que completa la nueva fisonomía de este barrio tradicional y le da un toque inevitablemente europeo.
Las calles de mayor afluencia de negocios y de parroquianos son de vuelta la avenidas Álvaro Obregón, Insurgentes y Orizaba y las calles de Durango, Guanajuato, Zacatecas, Colima, Sinaloa, Frontera, Jalapa, Mérida y de manera particularmente intensa la de Chihuahua, todas ellas enclavadas en la sección denominada Roma Norte, cuyos límites podrían ser la avenida Chapultepec al Norte, la calle de Coahuila al Sur, la avenida Insurgentes Sur, al poniente y la avenida Cuauhtémoc, al oriente.
Y el entorno y las inmediaciones de las dos grandes plazas de la colonia: la Río de Janeiro, con su réplica monumental de El David de Miguel Ángel, y la Luis Cabrera, con sus fuentes en perpetuo movimiento.
Estampa ya clásica de la colonia son hoy los cafetines en los que jóvenes estadunidenses o europeos ocupan mesas del establecimiento armados con su laptop, para desde ahí realizar sus trabajos a distancia o establecer contacto con cualquier lugar del mundo a través del Internet y las redes sociales.
Vale aclarar que la Roma a la que nos referimos es otra Roma que la que fue homenajeada por Alfonso Cuarón en su laureada película Roma (2018). Más allá del juego de palabras, efectivamente la historia que se cuenta en esa cinta ocurre en la Roma Sur, que como su nombre lo indica se ubica en el territorio sureño de la colonia y no en su parte más antigua y tradicional. La casa en la que vivió de niño el cineasta está todavía en la calle de Tepeji 21; pero la vivienda en que se filmó la peli no es esa, sino la que está justo enfrente, en el número 22, que también sigue en pie. En cambio, el Cine de las Américas que aparece igualmente en la admirable producción, ya no existe: dejó de funcionar en la primera década del siglo actual cuando fue sustituido por un conjunto de pequeñas salas, por lo que fue necesaria una prodigiosa reconstrucción en un set para la filmación.
Volviendo a la Roma norte, hay que decir que tiene de entrada una ventaja irremediable sobre la colonia Condesa, su vecina y principal competidora: su valor arquitectónico, conformado por decenas de casonas sobrevivientes del tiempo y la devastación de 1985. La mayoría de esas construcciones datan de las tres primeras décadas del siglo XX, aunque hay algunas porfirianas de finales del XIX. El estilo dominante es el ecléctico, que combina dos o tres variantes, aunque hay notables ejemplos de la Belle époque y del Art nouveau y, en menor medida, del Art decó.
Muchas de esas mansiones, cuyos antiguos habitantes fallecieron o fueron desplazados por el mencionado fenómeno de la gentrificación, son hoy ocupadas por restaurantes, exclusivas boutiques y otros establecimientos de alto nivel, como galerías de arte y centros educativos.
La Universidad de la Comunicación, por ejemplo, ocupa una hermosa mansión de los años veinte del siglo pasado, ubicada en el 150 de la calle de Zacatecas, obra del arquitecto catalán E. Prunes. Se trata del mismo autor de la célebre Casa Prunes, un dechado del art nouveau construida en 1916 en la calle de Chihuahua 78, hoy convertida en restaurante bar de estilo Gatsby. Otro caso interesante es el del Centro Gallego, que ocupa la mansión magnifica de Colima 121, donde se ofrecen las tradicionales delicias de la cocina ibérica, incluido un famoso extenso menú del día de cinco tiempos.
Casi en la esquina de lo que fue la antigua avenida Jalisco –hoy Álvaro Obregón— e Insurgentes Sur, sobreviven en insólito contraste dos casas dúplex gemelas de estilo francés, de dos pisos y su buhardilla cada una, (en una de las cuales por cierto vivieron mi padre y mi abuela allá por los años vente del siglo pasado). Una de ellas, remozada hace un par de décadas, es ocupada por un restaurante de comida italiana que la mantiene en buenas condiciones; la otra, conocida como La Casa Negra, está abandonada y dolorosamente vandalizada, invadida además por personas desconocidas, mientras en su entrada se amontonan varios puestos informales de comida maloliente. Según consejas del barrio, esa mansión está habitada… por traviesos fantasmas.
Y ya en ese terreno, vale la pena mencionar –y conocer, claro— la famosa Casa de las Brujas, ubicada frente a la Plaza Rio de Janeiro, en la calle de Orizaba. Está construida con ladrillos rojos y sus dos torres rematadas en punta semejan un sombrero de bruja, obra del ingeniero inglés R. A. Pigeno que la levantó en 1908 a petición del presidente Porfirio Díaz. Hasta hace algunos años, en su planta baja existió un romántico cafetín, en el que solían reunirse escritores y artistas que participaban en animadas tertulias. Hoy funciona ahí el Bar Brujas, una peculiar coctelería a base de herbolaria tradicional atendida exclusivamente por mujeres.
Es al caer la tarde cuando la Roma adquiere tonalidades ocre que la convierten en un barrio típico del México de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, con las hermosas casonas que aún siguen en pie, pero con cierto toque europeo que la convierte en un ámbito ideal al mismo tiempo para la actividad turística y la convivencia de vecinos y parroquianos eventuales con nuevos residentes extranjeros cada vez más abundantes. Finalmente el bullicio, la música y la luz de las velas envuelven en un halo de romanticismo a la centenaria colonia durante toda la noche y hasta bien entrada la madrugada.
Independientemente de sus atractivos comerciales y culinarios, la Roma ofrece la posibilidad de un inolvidable paseo a pie, de día o de noche, a través de sus calles más tradicionales –Zacatecas, Colima, Chihuahua, Mérida entre ellas– en las que como quedó mencionado antes subsisten decenas de construcciones que vale la pena admirar, en su mayoría recuperadas del tiempo o la destrucción y francamente bien conservadas. Vale la pena.