Cómo decirles adiós
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Foto: Michael Balam / Cuartoscuro
Cuando muere un animal de compañía se le considera una pérdida menor y su duelo es uno de los más desatendidos. “No es para tanto”, dice quien no es empático con el dolor de quien lo vive.
POR LEONORA ESQUIVEL
Elizabeth Kübler-Ross decía que la asignatura principal de la vida son las pérdidas y que la vida no puede cambiar y nosotros no podemos crecer sin ellas. Como psicoterapeuta estoy acostumbrada a acompañar a mis pacientes en cambios importantes en su vida y he detectado que para muchos, la muerte de un perro o gato muy querido les ha dejado secuelas profundas por no haberlo manejado adecuadamente. Fue así que hace algunos años cree el taller titulado “Cómo decirles adiós. Mi duelo por un animal”, combinando mis dos grandes pasiones: la psicoterapia que es mi profesión y el activismo a favor de los animales.
Efectivamente, uno de los duelos más desatendidos es el de la muerte de los animales de compañía; incluso se le considera una pérdida menor, pues mucha gente no comprende nuestro dolor y a veces nos dicen cosas como “no es para tanto”, “era solo un animal”, “ya supéralo”, o presiona para que nos distraigamos de lo que sentimos y sugieren que compremos –o en el mejor de los casos, adoptemos— un nuevo animal, como si fuera un tema de sustituirlo. Esta incomprensión hace que nos sintamos aislados, solos, y eso hace más dificil superar ese evento.
Algunos creemos que debemos prepararnos para cuando llegue el momento de decirles adiós pero no es tan claro cómo, además de que el sólo hecho de imaginarlo nos contacta con miedos y angustias que nos da miedo abordar. Los casos más comunes son un diagnóstico grave, el cual nos presenta la posibilidad de recurrir a la eutanasia, o aceptar que el perro o gato que nos ha acompañado durante años, envejece y pronto dejará de estar a nuestro lado. La elección de este recurso viene acompañado generalmente de duda o culpa por no saber si hicimos lo correcto o por creer que podíamos haber hecho algo más para alargarle la vida al animal querido, y esto es algo que se trabaja en las sesiones individuales, porque la culpa es una emocion inútil que nos martiriza y hay que eliminarla lo antes posible.
Pero están también los accidentes donde la muerte llega de golpe, o el extravío, donde no sabemos de su paradero y albergamos una esperanza permanente de volvernos a reunir. Esto último es sin duda una pérdida y pasa por las mismas fases que el duelo. El componente que la agrava es la incertidumbre, y esto genera ansiedad que también se aligera con el trabajo de psicoterapia corporal.
El abordaje con niños o jóvenes es diferente y depende mucho de la explicación y contención que se les dé en casa. Lo peor que puede suceder es el ocultamiento o narrativas fantasiosas que no podrán comprender hasta que sean adultos, pero el riesgo es que entierren ese dolor y les deje secuelas emocionales.
Otro tema recurrente en la consulta es la necesidad de apoyo psicológico en el caso de enfermedades terminales donde necesitamos prepararnos para la muerte de nuestro animal querido. Afortunadamente hoy día es más fácil tener acceso a tratamientos alternativos o cuidados paliativos, pero mucha gente detecta que hay poca empatía en el gremio veterinario, tanto en el abordaje de la enfermedad, como en comunicar las malas noticias o el apoyo durante la eutanasia. Es curioso, por ejemplo, que en años de hacer este trabajo de sensibilización, no he tenido clientes del gremio médico interesados en la empatía con los clientes o en la elaboración de sus emociones ante la muerte de sus pacientes.
El síntoma más común cuando alguien ha sufrido mucho y no ha procesado estos duelos es negarse a volver a convivir con un perro o un gato ante el temor de pasar por lo mismo y ese también es un tipo de pérdida: la del corazón que elige no abrirse más al cariño.
Cuando los pacientes ubican en qué etapa del duelo se encuentran: Negación, enojo, negociación, tristeza y aceptación, les es más sencillo asumir que este proceso no es lineal sino más bien como una montaña rusa.
Considero fundamental trabajar con el rechazo que sentimos ante la muerte, el enojo que nos genera una negligencia veterinaria, o la creencia de que si sacrificamos algo, mi perro o gato se sanará o volverá a casa. La tristeza es normal en todo duelo, pero está el riesgo de convertirla en sufrimiento al sentirnos culpables por una determinada decisión o resisitirnos a aceptar la realidad, que es finalmente cuando dejamos de luchar contra todo lo que estamos sintiendo.
El vínculo que muchos de nosotros establecemos con un perro o un gato puede ser más fuerte que con miembros de nuestra familia humana y esto es porque con los animales nos mostramos como realmente somos, sin juicio, siendo una de las pocas relaciones incondicionales que tenemos y por ello esta separación nos deja tan sensibles y merece ser abordada con profesionalismo y empatía.
5 recomendaciones básicas si acabas de perder a tu animal de compañía:
Date tiempo para vivir tu duelo y aceptar tus emociones. No intentes evadir lo que sientes.
Deja pasar un poco antes de adoptar otro animal, no uses uno para intentar sustituir o reemplazar al anterior.
Haz rituales de despedida para tu compañero animal
Pide apoyo a familiares y amigos. Las pérdidas pueden separar o unir. Expresa lo que necesitas.
Si sientes que necesitas ayuda psicológica, búscala. Este duelo no es un tema menor.
La Doctora Leonora Esquivel tiene su consultorio en Colonia Del Valle. Puedes contactarla por correo y agendar una cita. Es Fundadora de AnimaNaturalis Internacional y psicoterapeuta de adolscentes y adultos. www.leonoraesquivel.com | [email protected]