Ciudad de México, diciembre 6, 2024 11:11
Itzel García Muñoz Opinión

Democracia en terapia intensiva

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

6 de cada 10 mexicanos están dispuestos a darle su voto a un gobierno que resuelva sus problemas aunque viole la ley.

POR ITZEL GARCÍA MUÑOZ

“Solemos creer que las democracias mueren en manos de hombres armados. Sin embargo, existe otra manera de quebrar a una democracia, un modo menos dramático pero igual de  destructivo. Las democracias pueden fracasar ya no en manos de generales, sino de líderes electos, más a menudo las democracias se erosionan lentamente, en pasos menos apreciables”.

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt.

Confieso que, como dice una canción ochentera, no sé por dónde comenzar, es muy difícil para mí, como demócrata que soy, tocar el tema de la democracia en un país con una sociedad como la mexicana. De acuerdo con el último informe del Latinobarómetro, en México, entre 2020 y 2023, el apoyo a la democracia descendió ocho puntos porcentuales al pasar de 43 al 35 por ciento.  Así, poco más de una tercera parte dijo apoyar la democracia; un porcentaje un poco menor mostró indiferencia por el tipo de régimen, mientras que otro tercio dijo respaldar una opción autoritaria. De igual manera, un estudio elaborado por el Pew Research Center, publicado en febrero de este año, establece que desde 2017 en México se ha incrementado el apoyo a la idea de un gobierno unipersonal donde un líder fuerte pueda tomar decisiones sin interferencia de los poderes legislativo y judicial, e incluso de los  tribunales o cortes constitucionales.

Otra cuestión sumamente importante a resaltar, es que de acuerdo con el último informe del citado Latinobarómetro, el 56% de las personas encuestadas están dispuestas a darle su voto a un gobierno que resuelva sus problemas aunque viole la ley.

Al respecto, me parece que los resultados de la pasada elección del 2 de junio se explican por la cultura política poco favorable a la democracia que existe en México, por la carencia de valores cívicos en nuestra sociedad y por el bajo nivel educativo de la mayoría de la población que día a día está en la lucha por la supervivencia debido a los niveles de pobreza y los altos índices de desigualdad.  En ese sentido, a esa mayoría no le hizo sentido varios de los mensajes de campaña que lanzaron los candidatos de la oposición: que la democracia mexicana estaba en riesgo, la importancia de los pesos y contrapesos y del respeto a las leyes, el desmantelamiento del sistema de salud pública, la importancia de la educación pública como vehículo de la movilidad social, etcétera. En cambio, la mayoría del electorado que votó en la jornada del pasado 2 de junio encontró eco en la propuesta oficialista de que el único proyecto político que garantizaría a futuro la continuidad de los programas sociales, que a mi juicio son políticas clientelares, era precisamente el “segundo piso” de la Cuarta Transformación.

Desafortunadamente, tener un poco más de dinero en el bolsillo es meramente un paliativo que no resolverá a fondo el problema de la pobreza y la desigualdad. En el campo de las ciencias sociales es bien conocido el hecho de que las políticas clientelares no generan movilidad social, más bien perpetúan la pobreza. Lo que sí genera movilidad social es la educación pública de calidad, el trabajo decente, un sistema de seguridad social de calidad y el acceso a las nuevas tecnologías.

En democracia, con una elección se gana o se pierde pero también con una elección, la democracia puede quedar sepultada.  Sin embargo, las personas que somos verdaderamente demócratas seguiremos en la resistencia porque siempre hemos luchado en el mismo bando, por los valores y principios en los que creemos y nos formamos.

México hoy no es un mejor país, México es un país manchado por la violencia del crimen organizado que ha colonizado más de la tercera parte del territorio. México hoy no está creciendo económicamente ni tiene más inversión. México hoy no es más seguro, ni cuenta con un mejor sistema educativo ni de salud pública. Y, finalmente, México hoy no es un país más democrático donde exista el respeto a la ley… a las reglas. Después de un sexenio de desmantelamiento institucional, la democracia mexicana imperfecta se encuentra en terapia intensiva.

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