Dos castillos de Mixcoac, en el origen del Colegio Madrid, que cumple 80 años
Aspecto original de la residencia de los Scherer, donde se fundó el Colegio Madrid, en 1941. Foto: Especial
Para mi sobrina Lua, cuyo festejo de graduación con sus compañeros del Madrid fue pospuesto por el maldito virus.
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
Fueron dos los palacetes de Mixcoac, y no solo aquel “castillo” del que tanto platican nostálgicamente sus ex alumnos como una leyenda, los que cobijaron a los primeros estudiantes del Colegio Madrid, la icónica escuela fundada por los exiliados de la República Española, hace justamente 80 años.
Exactamente en lo que hoy es el cruce del Eje 7 Sur Extremadura y la Avenida Patriotismo hubo un majestuoso chalet de verano estilo suizo afrancesado de cinco pisos. Tras la Revolución Mexicana quedó dañado y abandonado a su suerte; después se alquiló como vivienda.
Consta en escrituras que el 24 de abril de 1941 la propiedad fue comprada por José Andreu Abelló a Hugo Scherer en 120 mil pesos. La transacción incluyó los terrenos anexos que formaban un solo predio con domicilio oficial en Empresa 1, justo frente al Colegio Williams, que todavía existe con su propio “castillo”. Toda la propiedad se adaptó como plantel educativo y el 21 de junio de ese mismo año abrió sus puertas como Colegio Madrid.
El primer director del colegio fue Jesús Revaque. Originalmente, los empleados, profesores y alumnos eran españoles y lo financiaba el gobierno republicano en el exilio. El programa de festejos por el primer aniversario del colegio, el 25 de junio de 1942, publicado en febrero de 2011 en la revista Carta de España, es muestra de los fuertes vínculos que mantenía la comunidad del colegio con el país ibérico: El Dragoncillo,entremés de Calderón; un viaje lírico por el folklore de varias regiones españolas, interpretaciones de La del Manojo de Rosas, Alma asturiana y La verbena de La Paloma; recitaciones de romances y poemas de Juan Ramón, Machado y Enrique de Mesa y una escenificación de El mancebo que casó con mujer rica del Infante Don Juan Manuel.
“El deseo de retorno era entonces una ilusión y no un espejismo”, se recordó en la revista publicada por el gobierno español. “En esos primeros años, gracias a los fondos honestamente administrados del gobierno republicano, cientos de niños y niñas pudieron comer a diario en las instalaciones del colegio. De los 460 alumnos en 1941, 50 en el Jardín de Niños y 390 en Primaria, se pasa a 160 y 725 en 1947.
Pese a lo político de sus orígenes, aclara, “ni la mínima sombra de adoctrinamiento perturba la indiscutible calidad de la enseñanza y comienza a gestarse un sentimiento de hermandad entre los alumnos que aún hoy perdura. No en balde el himno del colegio comienza pidiendo que “los recuerdos de nuestra niñez han de ser siempre para el Madrid”.
De lujosa mansión a escuela liberal
El Chalet Scherer, que así lo reconoce la historia de esta ciudad, estaba ubicado en un terreno de 7,476 metros cuadrados, rodeado de tres líneas ferroviarias. En el blog “Grandes casas de México” se explica que el predio fue adquirido en 1905 por Hugo Scherer, hijo de un inmigrante y joyero alemán. Para su chalet de verano, el acaudalado empresario optó por un estilo arquitectónico denominado “campestre romántico”, rodeado de espacios descubiertos usados como huertos y jardines que solían separar una quinta de la otra.
La residencia, se anota, retomó elementos ornamentales “que hacen referencia a idealizados chalets alpinos”. Fue proyectada en 1906 por el arquitecto Rafael Goyeneche y contaba con 1,300 metros cuadrados con cuatro niveles que incluían sótanos para cocinas, habitaciones de servicio y bodegas, tres niveles habitables y una torre cuyo mirador llegaba a más de 20 metros de altura.
Tenía 10 habitaciones (cuatro en forma de buhardilla) y tres baños en los pisos altos. Por un pórtico de la planta principal entraban los visitantes al “gran salón de recibir” y su acristalado “jardín de invierno”, así como al comedor que alojaba una mesa para 24 comensales.
Sin mayor justificación, como ha ocurrido con la destrucción del patrimonio arquitectónico de Mixcoac, la sede del Colegio Madrid en la Mansión Scherer fue demolida en 1958 por el entonces Departamento del Distrito Federal para ampliar hacia el poniente la avenida Extremadura (hoy Eje 7 Sur). En compensación, el gobierno dio a la institución educativa un inmueble, otro castillo veraniego, que perteneció a la familia de José Ives Limantour, ministro de Hacienda de Porfirio Díaz.
“Y había un castillo y tenía una historia…”
Era un terreno muy arbolado, ubicado en avenida Revolución 849, entre Andrea del Sarto y Giotto, donde actualmente hay una terminal de microbuses, al lado de uno de los accesos a la estación Mixcoac del Metro. El ex alumno Francisco Calderón Córdova, comunicador de temas ambientales, recordaba en julio del 2016 que, además de su emblemática casona con escaleras “de madera chillona”, el predio tenía un campo deportivo con una pista de atletismo, frontones y estanques de arena.
“Y había un castillo y tenía una historia”, escribió la profesora universitaria Margarita Villaseñor Ponce, ex alumna del colegio. “Era un castillo precioso que tenía sus cuatro torres, una gran entrada con el techo muy alto y una bellísima escalera. La madera de sus pisos rechinaba cada vez que pasábamos como si quisiera contarnos su historia. Estaba rodeado de altísimas palmeras y grandes árboles, aún conservaba algunos de los jardines que seguían siendo muy grandes y debieron ser más, porque ya se habían construido muchos salones alrededor”.
Otro ex alumno del Madrid, Javier García Galiano, escribió en Nosotros ahora, revista oficial del colegio: Durante muchos fines de semana de los años sesenta, ahí se filmó En el balcón vacío, de Jomi García Ascot. Se decía que los sótanos del colegio conducían a una red de subterráneos, en cuya exploración clandestina había desaparecido un alumno de nombre desconocido, por medio del cual podía llegarse a las alcantarillas de avenida Revolución o al castillo del Colegio Williams”.
Precisamente por el proyecto de construcción de la Línea 7 del Metro, en 1979 la leyenda del castillo y sus historias se trasladaron con el colegio mismo a unos terrenos bastos, viejos ejidos de la zona de Coapa, que fueron donados por el gobierno de López Portillo. Pero el cambio no alteró ni su identidad ni sus prácticas educativas, si bien no ha estado exento de etapas críticas y polémicas, así como de escisiones de profesores.
Hasta la fecha, por ejemplo, se mantiene en la primaria la tradición de las “viñetas”, que tuvo su origen en el Instituto Escuela, fundado en la capital española en 1918 como parte de un proyecto de libre eseñanza que fue replicado en diversas partes de España en tiempos de la Segunda República. Al iniciar cada jornada, en una libreta los alumnos deben hacer un dibujo que lleve al costado la fecha y los datos climáticos y debajo una “composición” de libre elección. El método ha sido detonante no sólo de la creatividad, sino de la buena lectura y escritura, que distingue en sociedad prácticamente a cualquier ex alumno, independientemente de su profesión.
Año con año, durante décadas entre mayo y junio, se realizó en las instalaciones del colegio una comida anual a la que acudían ex alumnos desde la primera generación hasta la última. La pandemia del coronavirus interrumpió en el 2020 la tradición.