Ciudad de México, diciembre 3, 2024 11:21
Revista Digital Marzo 2024

El testamento literario de Federico Campbell

Nacido el 1 de julio de 1941 y fallecido el 15 de febrero de 2014, Federico Campbell fue un escritor y periodista al que, aunque reconocido sobre todo por sus colegas, todavía se le debe la justicia de la historia. Josefina Millán lo entrevistó acerca de sus fascinaciones literarias y con ello pudo tejer el siguiente texto y presentarlo como si lo hubiese escrito el propio Campbell. Inédito hasta ahora, lo presentamos a nuestros lectores, como un tributo a 10 años de su muerte, con la autorización de la autora y de su hijo Federico Campbell Peña.

Con Leonardo Sciascia, en Sicilia (1984). Foto- Ferdinando Sciana

POR JOSEFINA MILLÁN

En una charla que sostuve con Federico Campbell, poco antes de su muerte, conversamos acerca de su pasión: los libros, y de los imprescindibles en la literatura de todos los tiempos. He aquí su testamento literario.

Los clásicos son imprescindibles. La Ilíada, La Odisea, La Divina Comedia, Las Metamorfosis de Ovidio, La Eneida, El Quijote, Shakespeare, por supuesto…podría citar una centena, entre otros a Góngora, Quevedo, Sor Juana, pero considero que estos son los pilares”.

La concepción del héroe en la literatura clásica tiene una gran relevancia. Es crucial entender lo que significa la tragedia y el destino. El héroe, como toda persona con ideales, vive, sobrevive y muere con ellos. Aunque se equivoque, nunca los traiciona, y eso, para nosotros, es muy difícil entender. En la tragedia griega, por ejemplo, si una persona mata para cumplir su destino, lo hace sin culpa, sin arrepentimiento; puede desviar su destino, sí, pero una vez que opta por él no retrocede, lo que sí ocurre con los personajes patéticos del siglo XIX y XX.

Los patetismos son la mayor exhibición de la condición humana en los últimos siglos. En la antigüedad, en cambio, la imagen del héroe era fortalecer un deseo y tratar de cumplirlo; es decir, la literatura antigua es hazañosa. El amor es una epopeya, no sólo un deseo. Tiene el carácter de la heroicidad y otra escala de valores. Nosotros, a diferencia de esa visión, renunciamos, nos arrepentimos a cada momento y reculamos ante nuestros deseos. Por lo tanto, la literatura clásica, sobre todo la griega y latina, hasta la española y la provenzal son la ejemplificación de la tragedia y la heroicidad.

Es también fundamental conocer las tragedias griegas: Eurípides, Sófocles, Esquilo. Ahí encontramos todas las perversiones, los actos más siniestros que se puedan imaginar, pero también las más altas heroicidades.

Foto: Yuri Valecillo

EL IDEALISMO DE CERVANTES

El Quijote lleva también el sello del heroísmo, pero además el de la pureza y el idealismo platónico; idealismo que incluso lo lleva hasta la locura.

Cervantes nos deja ver que el mundo lo hacen los idealistas, no los que tratan de ordenar a toda costa la realidad, como es el caso de Sancho. Él es analítico, aristotélico, piensa cinco veces las cosas antes de tomar una decisión y esto justamente lo vuelve mediocre. El análisis y el excesivo autoconocimiento nos hace estériles.

Otro de sus valores fundamentales es la multiplicidad de estados de ánimo que describe: El Quijote es una novela gozosa, festiva, melancólica, reflexiva, cáustica… nos hace reír, llorar, meditar; en fin, es una obra que está narrada y percibida desde muchos ángulos.

La segunda gran obra española es La Regenta de Leopoldo Alas “Clarín”. Esta novela describe toda una región asturiana que dimensiona la especie humana. Sus personajes, alrededor de 90, participan en el drama, no solamente son referenciales. La Regenta se conecta con el pasado, pero para fortalecer el presente y lo que viene. Hay una imaginería y un gozo de los quiebros y requiebros del lenguaje, de la lógica del pensamiento y, cómo éste, a veces, consigue determinar las acciones del personaje simplemente porque hay una distorsión en el lenguaje. La Regenta es el retrato de toda una época de finales del siglo XIX.

AUTORES QUE DOMINAN SU TEMA

Otra obra fundamental que yo recomiendo es Moby Dick de Herman Melville. Muy pocas veces uno puede apreciar el gran conocimiento que un autor tiene sobre el tema. En el caso de Moby Dick, Melville conoce todo acerca de las ballenas, las diferentes clases que existen de ellas y las formas para cazarlas; sabe que el mejor momento es hacia la noche. Son animales que cuando intuyen algún peligro pueden ser muy peligrosas y de un coletazo derribar una barcaza. Al mismo tiempo, son muy delicadas a pesar de su gran tamaño y su sistema sanguíneo hace que un pinchazo pueda teñir de rojo todo un lago; su esperma es como un manantial. Resulta, en verdad, muy difícil que un autor domine de tal manera un tema.

Ana Karenina es otra novela imprescindible ya que despliega alrededor de veinte temperamentos femeninos, o sea, veinte tipos de mujer. Ahí están inscritas todas las inclinaciones, percepciones, sentimientos y emociones que hay en toda mujer. Tolstoi tiene un dominio y un profundo conocimiento de la feminidad. Así mismo, La Guerra y la Paz, Resurrección, son verdaderas empresas y monumentos literarios.

De la misma manera, entre los escritores que dominan su tema y dimensionan todo lo relativo a la naturaleza humana, se encuentra Dostoyevski con su Crimen y Castigo, Las memorias del subsuelo, El Jugador, Los Hermanos Karamazov, El Idiota… todas éstas son obras demasiado abarcadoras que se apegan más que a lo accesorio, a lo sustantivo. Casi todos los escritores del siglo XIX son grandes conocedores de su tema y más que imaginar, suponer o conjeturar, penetran en el alma de sus personajes y es un gran aprendizaje.

Shakespeare es otro autor imprescindible porque en su tiempo incorporó el personaje del manipulador, el que gusta de imponer criterios. La lucha de Shakespeare es por lo general una lucha por el poder.

El concepto “poder” siempre se está dirimiendo, es la voluntad de dominio”.

David Huerta, Arturo Cantú y Federico Campbell en un café de la colonia Condesa. Foto: Especial

LOS IMPRESCINDIBLES EN LA LITERATURA FRANCESA

“En la lengua francesa resulta imprescindible Las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand; él es el estilista de la lengua francesa por excelencia. Casi todos los escritores francófonos, al menos los del siglo XIX, reconocían que para escribir buena prosa había que leer a Chateaubriand.

También destacaría La Cartuja de Parma de Stendhal, una novela que concatena tres vertientes: la romántica, la histórica y la psicologista.

“Asimismo, considero que debe leerse la parte esencial de la Comedia Humana de Balzac: Las ilusiones perdidas, Esplendores y miserias de las cortesanas y Papá Goriot, el cual cierra la trilogía.

Hay en estas tres novelas alrededor de doscientos personajes que son una galería muy importante en la construcción dramática de la novela. En el siglo XIX había una discusión muy grande sobre cuánto tiempo debía de abarcar una novela; si un lustro, un año, una década o tres generaciones. El problema temporal y la dimensión del tiempo se convirtió en una discusión fundamental. Balzac abarca distintas épocas en sus novelas; son sagas familiares que comprenden cincuenta años de historia en las que incorpora diferentes estratos sociales; la burguesía, la clase media y la más menesterosa. Además de una obra de arte, Balzac nos ofrece una dimensión sociológica de inmenso valor.

“Marcel Proust, en su obra En busca del tiempo perdido, realiza el ejercicio de la memoria. Aunque considero importante su lectura, los siete libros que la componen son muy profusos y no estoy seguro que la gente se dé el tiempo de leerlo todo”.

LOS CLÁSICOS DE NUESTROS DÍAS

“Aún es pronto para saber quiénes quedarán como los clásicos de nuestro tiempo, habrá que esperar un poco, sobre todo porque el mercado del libro ha confundido y enrarecido todo; se vende para saciar el apetito inmediato de la mayoría de la gente. Junto con lo importante, se vende mucha basura y para ser consumida rápido. La mayoría de lo que se vende no vale nada o vale sólo para un rato, tiene fecha de caducidad. Habrá que ver quién pasa la prueba del tiempo. Autores como Saramago, sin duda un gran autor, considero que le falta más dimensión; Günter Grass, Vargas Llosa, el mismo García Márquez con el gozo inenarrable de su novela Cien años de soledad, no estoy seguro todavía de considerarlos clásicos. Sin embargo, sí puedo decir que Borges y Rulfo ya lo son.

Y es que ambos van más allá de una época o de un momento histórico; su palabra está escrita en el tiempo y para muchos años. Estoy seguro que los actuales lectores de Rulfo y de Borges siempre encontrarán algo nuevo, algo diferente a pesar de haber sido obras escritas hace medio siglo. Lo mismo ocurre con El Quijote, Proust o Kafka. Este último prefiguró al hombre del siglo XX, sobre todo de los países del Este donde cualquier procedimiento o trámite se torna complicado. Estos autores siempre nos ofrecerán nuevos ángulos de percepción porque van más allá de narrar anécdotas y hacen una revaloración de la condición humana, de la imaginación.

PROHIBIR LA POESÍA PARA QUE SE LEA

Yo creo que la poesía roza más con la divinidad, por eso es excepcional. Significa un reto supremo y no es para el lector común; requiere de adiestramiento, es toda una especialización. Para hacer que la gente lea poesía habría que prohibirla o venderla en el mercado negro para así despertar su curiosidad. La poesía es el género más cercano a la música, que es el arte por excelencia porque es forma pura y la forma lo resuelve todo. Para leer poesía se requiere de un andamiaje espiritual y estético; es un proceso, una educación reflexiva.

No creo que la poesía surja de manera espontánea ni que pase por las emociones. Citaría a muchísimos poetas, pero considero que la poesía hay que leerla en su idioma original. Por ejemplo, Rimbaud o Baudelaire en su lengua francesa o D’Annunzio en italiano, o Pessoa en portugués, para saborearlos con toda la riqueza que tiene su lengua.

“No estoy seguro de poner a Octavio Paz entre los grandes poetas de todos los tiempos. De su obra completa no se puede calibrar todo. Él estuvo muy identificado con las vanguardias y esto hay que discutirlo porque muchas veces las vanguardias son las retaguardias. Sin embargo, Paz tiene poemas memorables como Piedra de Sol donde alcanzó un nivel insospechado, La estación violenta, los poemas de Salamandra… en fin, toda la obra que está alejada de los tufos vanguardistas. Me parecería injusto descalificarlo porque siempre será una referencia, pero pienso que hay que esperar un poco más.

Foto: Yuri Valecillo

LA LITERATURA FANTÁSTICA Y EL ENIGMA DEL ARTE

Creo que la literatura de los siglos XIX y XX se ha circunscrito a darle vueltas a la realidad y salvo algunos países como Inglaterra, Estados Unidos, los países escandinavos y Argentina, en Latinoamérica, tienen una tradición de literatura fantástica. La literatura debe tener una cuota de inverosimilitudpara despegar y dislocar un poco la realidad que a veces es muy limitada y no necesariamente como el espejo que refleja la misma imagen que nosotros suponemos debe darnos.

La literatura es un camino sinuoso donde hay una serie de mentiras contaminadas con algunas verdades, pero finalmente todo es enigmático. El arte no necesariamente es una representación de la vida, por eso resulta un misterio difícil de revelar o descifrar. Nosotros mismos somos enigmáticos, no sabemos por qué estamos aquí, no podemos abarcar la realidad porque nos queda demasiado lejana. El misterio es lo que nos impulsa a explorar en nosotros mismos.

Artaud dice que la única realidad real es la de Dios, la de la divinidad que no está sujeta al tiempo, al nacimiento o a la muerte; es una realidad mucho más vasta, ahí sí existen los habría y los hubiera. Esta realidad, la nuestra, es demasiado limitada para quedarnos en ella. Incluso, el conocimiento que emana de ésta es en exceso insuficiente. Guiarnos por el imperio de la razón cancela el mundo de la imaginación.

Lo que la mayoría de la gente necesita es poner los pies en la tierra, identificarse con aquello que lee. Casi nunca está dispuesto a correr la aventura de la imaginación o del conocimiento. Busca excitarse, vibrar con lo que lee. El lector común no quiere asumir retos en la lectura, mejor dicho: no quiere asumir retos en ningún sentido, así es la condición humana. Quiere las cosas muy hechas y escuchar “verdades”. El problema con las verdades es que son demasiado simples. Las mentiras son infinitas pero las verdades son terriblemente simples.

AVIDEZ DE VIDA

Me siento una persona muy privilegiada por haber leído a todos estos autores a lo largo de mi vida. Yo le dediqué mucho tiempo a la lectura y me gusta mucho más leer que escribir; podría dejar de escribir, pero nunca de leer. Tengo una avidez de Vida. La vida tal cual, es decir, esta realidad, me resulta insuficiente.

Uno tiene que imaginar, inventar o crearse realidades paralelas, meterse en mundos que puedan modificar ésta que vivimos y que para mí es muy parcial.

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