EN AMORES CON LA MORENA / La zona de (des)interés
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Pájaros con palabras de Ana Frank. Foto: Francisco Ortiz Pardo.
‘Es este personaje, Natanyahu, el más reciente traidor de Ana Frank y su palabra de esperanza, quien deposita su ira contra los niños, ante la indiferencia de millones de pobladores en el planeta’.
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
Cómo pájaros de papel vuelan en las copias fotostáticas en pulpa y negro miles de frases de Ana Frank. Han formado una parvada, pretendida “de esperanza” que flota en el ambiente a la altura del tercer piso del Museo Memoria y Tolerancia, frente a la Alameda Central de esta ciudad, donde se presenta una exposición de la más célebre niña neerlandesa, que presuntamente escribió un diario (se ha dicho que con una mano de su padre, Otto Frank) durante el tiempo que su familia estuvo escondida en una casa de Ámsterdam, hasta que fue descubierta el 4 de agosto de 1944.
En la presentación de la muestra –donde por primera vez se ha autorizado por parte del museo de la Casa de Ana Frank la reproducción del escondite y la habitación de la niña–, la directora de Exposiciones Temporales escribió que “a pesar de vivir en el escondite y enfrentar un futuro incierto, Ana jamás perdió su confianza en la humanidad. Ella creía que nadie necesitaba esperar un solo momento para empezar a cambiar el mundo. Es precisamente esta inspiración la que nos llama a realizar la exposición Ana Frank. Notas de esperanza, y recibir en este recinto a tantos jóvenes deseosos de cambiar el mundo”.
Para el momento en que se inauguró la muestra en el museo que tiene entre sus salas de exhibición permanente una dedicada exclusivamente al Holocausto judío, el gobierno de Israel todavía no cobraba venganza contra los terroristas de Hamas al costo demencial de un número incalculable de niños y mujeres muertos por los ataques aéreos y de artillería. El primer ministro Benjamín Natanyahu ha confesado ya los bombardeos contra la población civil, y de ese tamaño es la monstruosidad que también empieza a desvelar una política de exterminio. Hitler también tenía sus propios “motivos”.
Es este personaje, Natanyahu, el más reciente traidor de Ana Frank y su palabra de esperanza, quien deposita su ira contra los niños, ante la indiferencia de millones de pobladores en el planeta. En el Museo Memoria y Tolerancia pronto se deberá abrir una sala más que hable del genocidio contra el pueblo palestino; porque no hacerlo será entrar en la disyuntiva de que los derechos humanos y la dignidad solo son aplicables a razas supremacistas, como sostuvieron los nazis criminales.
La indiferencia de prácticamente todo el mundo ante el genocidio en Gaza, que no pocas veces obedece a razones estúpidamente ideológicas (como también ocurre en el caso de otros criminales como Vladimir Putin y la furia totalitaria desatada en la inaceptable invasión de Ucrania, que dramáticamente encuentra revuelo de doble rasero entre supuestos seguidores de la “izquierda” mexicana) presenta a la cinta alemana La zona de interés (The interest zone, 2023), apenas como un simple botón de muestra –eso sí: desgarrador— sobre la insensibilidad que entierra los más nobles principios de la humanidad. La película aborda justamente esa locura que se normaliza hasta que un día, cuando ya es demasiado tarde, nos conmovemos y nos “concientizamos”: ¿Cómo fue posible? La familia del encargado del campo de concentración de Auschwitz, el mismo lugar en que finalmente Ana Frank murió (se dice que porque contrajo tifoidea poco antes de que los aliados liberaran Polonia), vive la mejor vida, con alberca, lujos, servidumbre, a tan solo 200 metros de la cámara de gas.
La zona de interés, pues, es contada desde el ángulo del verdugo, incluídos sus problemas familiares, nimios frente a la tragedia perpetrada, por supuesto. Para hacerla lo más veraz posible, el director Jonathan Glazer eliminó elementos de ficción de la novela en que se basó, la homónima de Martin Harmis de 2015, y le puso a los personajes su nombre y su apellido. Así nos sacude con la crueldad pasiva de Rudolf Höss, el militar alemán que terminó siendo considerado uno de los mayores criminales de guerra de toda la historia. Según un documental que ha lanzado Netflix sobre la historia real de tales personajes, el parecido no es mera coincidencia, incluso en el físico de la fantástica actriz Sandra Hüller con la madre que se baña plácidamente en un río mientras una música tenebrosa nos recuerda que algo muy inhumano ocurre cerca. ¿Desde dónde se explica la sociopatía de estos personajes cuando ellos eran la simple reproducción de otras decenas de miles que tomaban con la misma normalidad la vida? Claro que el ejemplo es elocuente, pero no único, y nos lleva a hacernos preguntas que las demás películas sobre exterminio nazi no lograban detonarnos por tratarse, paradójicamente, la literal crueldad.
Esas mismas preguntas me vinieron cuando la joven amable y sonriente nos llevaba por las diez salas de la muestra de Ana, en una muy bien lograda visita guiada. La emoción de la chica era contagiosa y evidentemente manifestaba su propia esperanza, subiendo y bajando el tono y el estilo de voz, con cierto histrionismo. “Así era la habitación de Ana. Su papá (Otto Frank, que finalmente fue el único sobreviviente de la familia), colocó en las paredes cosas que a ella le gustaban para que viviera con los mejores recuerdos”. Para el momento de la visita al museo ya había pasado un nuevo bombardeo del Ejército Israelí sobre la población civil, el 17 de febrero, al centro y sur de la franja de Gaza. “Mató a decenas de personas, durante una jornada en la que el primer ministro Benjamin Netanyahu declaró que frenar la incursión sobre la ciudad de Rafá, fronteriza con Egipto, sería perder la guerra
”, según la síntesis de los despachos de las agencias internacionales publicada en La Jornada.
¿Hay de veras alguien a quien no se le estruje el alma ante esas noticias? En apenas media cuartilla, lo peor de la humanidad:
Fuentes médicas gazatíes declararon a la agencia Xinhua que israelíes lanzaron una serie de ataques contra varios inmuebles residenciales en las zonas de Nuseirat, Al Zawaida, y Deir Balah, en el centro de la franja de Gaza, los cuales terminaron con la vida de decenas de personas e hirieron a muchas. Añadieron que los equipos de defensa civil pudieron recuperar 44 cadáveres, mientras decenas permanecen bajo los escombros, y señalaron que los fallecidos y heridos fueron trasladados al Hospital de los Mártires de Al Aqsa, en la ciudad de Deir al Balah. Otros siete palestinos, incluidos tres menores y una mujer, perecieron en una ofensiva contra la zona agrícola de Jirbet al Adas, al norte de Rafá, donde se habían instalado desplazados. Además, la artillería israelí bombardeó de manera intensiva la ciudad de Beit Hanún, en el norte del enclave, y atacó en Al Seka y Al Zaitún. El Ministerio de Salud de Gaza informó que al menos hubo 66 fallecidos por la metralla del Estado judío durante la jornada del ayer, incluidos 11 en Jan Yunis, mientras se elevó a 28 mil 858 el número de fallecidos desde el comienzo de la guerra, y 68 mil 667 han resultado heridas.
Vale la pena, la pena de veras, ir a ver La zona de interés, que compite por cinco premios Oscar, incluida mejor cinta extranjera, y la exposición sobre Ana Frank, que en principio estará hasta mayo próximo, y dejarse conmover por una niña que, pese a todo, murió creyendo en la humanidad. Y también saber qué es lo que toca más nuestro corazón: si que se caiga Facebook por dos horas a nivel mundial o los tantos niños que han muerto en Gaza y que nadie puede contabilizar hasta ahora. Ya sabremos si dejamos que corran más minutos para cambiar el mundo.