Ética política
En días recientes una noticia recorre el mundo y plantea una nueva arista en el papel del hombre como el único ente capaz de preservar la especie. De acuerdo con diversas agencias y revistas especializadas, grosso modo, una investigación realizada por un grupo interdisciplinario en la Universidad de Ciencias y de la Salud de Oregon, EEUU, pudo corregir con éxito en embriones humanos el gen que porta la cardiopatía hipertrófica, afección que resulta mortal. Es decir, pese a estar en etapa netamente experimental, hoy es posible modificar, corregir, el ADN.
El debate en ciernes no es menor y debe trascender los ámbitos netamente médicos. Investigación aplicada de este tipo implica replantear las condiciones y manera en que se configura una sociedad, además de remitir a la praxis productiva, concepto acuñado por Adolfo Sánchez Vázquez. Cito: “La praxis productiva es así la praxis fundamental porque en ella el hombre no sólo produce un mundo humano o humanizado, en el sentido de un mundo de objetos que satisfacen necesidades humanas y que sólo pueden ser producidos en la medida en que se plasman en ellos fines o proyectos humanos, sino también en el sentido de que en la praxis productiva el hombre se produce, forma o transforma a sí mismo…”.
Estamos ante un dilema de ética política. En principio será preciso explorar qué tipo de necesidades humanas buscan satisfacer las adecuaciones porque, sin caer en prejuicios, preocupa desde ya la posibilidad de incluso disponer las rebeldías.
La política, como determinación determinada y determinante, es la vía precisa para hacer uso de estos avances, los debe guiar. De lo contrario, y si el aprovechamiento adquiere un matiz netamente económico, es posible que el hombre enfrente la ineludible modificación en su condición desde que hace más de siete mil años se asentara entre los ríos Éufrates y Tigris.
Advertimos terrenos tan desconocidos como interesantes, al menos para el grueso de los pobladores del mundo. Sujeto único de la historia, el hombre puede modificar las materias que la naturaleza brinda, podría incluso hacerla funcionar a partir de intereses concretos, por ejemplo, el crecimiento desde la solidaridad y no desde corporaciones transnacionales. Así, sin adjetivos, es una simple posibilidad.
Desarrollos científicos como el relatado sin lugar a duda impactarán la relación antropológica entre hombre y naturaleza. Quedan algunas preguntas: ¿Qué pasa cuando el instrumento de trabajo es el hombre mismo?, ¿cuál es el fin y qué buscará producir? El debate será amplio y está por comenzar.