Ciudad de México, diciembre 7, 2024 23:52
Dar la Vuelta Opinión

DAR LA VUELTA / En la Del Valle con el cineasta

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Patricia Vega comparte los paseos entrañables con Jaime Humberto Hermosillo en la Colonia Del Valle

Jaime me compartió el gran secreto a voces: la sede de la hoy famosísima Fonda Margarita cuya ubicación debería ser conocida únicamente por los vecinos cercanos, pues ya es prácticamente imposible conseguir lugar a menos que se haga guardia desde la madrugada.

POR PATRICIA VEGA

Sin duda, además de ubicación, sus hermosas casas y departamentos, calles, servicios e infraestructura urbana, otro de los elementos que hacen más agradable o inolvidable un barrio radica en las personas que habitan en él.

Al llegar a residir a la colonia del Valle –hace más de dos décadas—jamás imaginé que me convertiría en vecina de unos de los cineastas mexicanos más destacados y que más he admirado en toda mi vida por la gran libertad con la que abordó las conductas sexuales de sus protagonistas: Jaime Humberto Hermosillo (1942-2020).

Como decía, Jaime Humberto es uno de los cineastas más libres que he conocido y que se mantuvo activo días antes de morir, a los 77 años, en la ciudad de Guadalajara, cuando estaba a punto de estrenar un nuevo montaje teatral, porque además de dirigir películas que ya son clásicas dentro de la filmografía internacional, Hermosillo escribió sus guiones y montó algunas obras de teatro.

En la década de los años setenta, durante la presidencia de Luis Echeverría, Jaime Humberto Hermosillo (JHH) fue uno de los renovadores de un cine que había caído en el anquilosamiento y baja calidad al formar parte del movimiento llamado “Nuevo Cine Mexicano”. De esa época únicamente mencionaré algunas pelis para que quien no las recuerde, ubique a su realizador con mayor facilidad: La pasión según Berenice (1975), Amor libre (1978), a ya clásica María de mi corazón (1979) basada en el guión que coescribió con Gabriel García Márquez.y las inolvidables actuaciones de María Rojo y Héctor Bonilla. Luego vendrían las iconoclastas “Las apariencias engañan¨ y “Doña Herlinda y su hijo” (1984), filmada ya en Guadalajara, lugar al que JHH fue a residir en busca de mejores aires y apoyos económicos para seguir filmando, pues desde entonces la producción fílmica nacional de carácter industrial había vuelto a caer en una gran crisis económica.

Podría dedicar esta columna a comentar las muchas más películas de Jaime Humberto, pero lo que me interesa resaltar es que siempre mantuvo un pie en la colonia del Valle, concretamente en el primer piso la calle de Providencia 1804: un pequeño estudio de artista en el que vivió durante muchos años en la compañía de su adorada gata Bellísima, a la que seguirían Petra, Marlenne y Venecia. Adivinen el origen de los nombres que eligió para sus queridas mascotas.

Lo que quiero contarles es que la admiración me llevó a entrevistar varias veces a Jaime Humberto Hermosillo cuya trayectoria fílmica pude seguir de cerca además de cultivar una amistad entrañable. Así que Imaginen mi sorpresa cuando llegué a vivir a esta zona y me lo topé en el parque de Tlacoquemécatl cuando saqué a pasear a mis perritos Rock y Puck.

El balcón del departamento en que vivió Jaime Humberto Hermosillo.

De inmediato Jaime se convirtió en mi Cicerón: me invitó a probar la deliciosa comida yucateca en la Fonda 99.99 en la calle de Moras, un pozole de antología en la avenida Coyoacán y me compartió el gran secreto a voces: la sede de la hoy famosísima Fonda Margarita cuya ubicación debería ser conocida únicamente por los vecinos cercanos, pues ya es prácticamente imposible conseguir lugar a menos que se haga guardia desde la madrugada. Y lo que más aprecio: me llevó a uno de sus lugares favoritos: una de las esquinas del parque de Tlacoquemécatl en la que durante muchos años estuvo el fragmento de un tronco de lo que debió ser una enorme jacaranda y que se convirtió en una de las locaciones para una de sus películas en cine digital.

Ay, cómo extraño las enriquecedoras conversaciones con Jaime sobre el cine y otras artes, al pasear por el parque de Tlaco. O verlo pasar por las calles de la colonia como un bólido, montado en su scooter eléctrica y protegido por un casco que no alcanzaba a ocultar su identidad. Y qué decirles: la Cineteca Nacional nos quedaba a tiro de piedra, por lo que muchas veces nos citamos ahí.

Con la ausencia de Jaime, este barrio ha perdido, sin duda, parte de su encanto.

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