Ciudad de México, noviembre 24, 2024 00:18
Dar la Vuelta Diego A. Lagunilla Opinión

DAR LA VUELTA / Last man standing

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A pesar de todos y de todo, unos se mantienen firmes frente a las circunstancias, a pesar de la adversidad, y por nada, ni nadie, se doblan, o siquiera intentan realizar genuflexión alguna. A eso se refiere la expresión Last man standing.

POR DIEGO A. LAGUNILLA

En mis múltiples y “variadas” travesías por nuestra pequeña y respetable alcaldía, donde “el sufragio efectivo no reelección” de antaño ya no aplica; una, porque así se estableció en 2014 y dos, porque Los Ocean continúan a sus anchas en nuestras calles, que más bien son las suyas, he visto no sólo el cambio de su fisonomía sino también en su carácter.

Al transitar por sus cercanías, la desconozco, ante la falta de aquellos puntos de referencia que nos hacían saber que aquí estábamos, como las múltiples casas señoriales de antaño, muchas con árboles majestuosos, hoy cuasi multifamiliares, algunos comercios emblemáticos tipo La Veiga (La Veiga: un ícono perdido – Libre en el Sur) o el Tomboy, incluso sus “siempre presentes” palmeras, como las de Eugenia, pero por la aparición desaforada de oficinas, escuelas, salones de belleza y estacionamientos la pierdo, la olvido, se desdibuja ante mis ojos.

Esta transformación nos llevó de ser una zona meramente residencial para pasar a una de tránsito, y tráfico, con sus consecuentes cambios en el ánimo y en el estar; simplemente la gente que la habita ya no duerme en ella, así de simple, así de complejo.

Todavía quedan algunas cosas que nos recuerdan lo que éramos y quizá nos inviten a generar y fortalecer un sentido de rebeldía, ante lo inexorable, y recuperar nuestra otrora personalidad, como la de los vecinos de la calle de Amores que fueron capaces de desviar un eje vial, o la del árbol que sobrevivió a las obras de Río Mixcoac e Insurgentes, cuando nos trataron de convencer que no se podía seguir viviendo “así”.

Hay una expresión en inglés que me gusta mucho, no solo por lo que expresa sino porque su traducción es difícil, complicada, problemática, dado que literalmente en español no tiene el punch que en su idioma original, me refiero a la de Last Man Standing, algo así como el último en pie, que me transporta a la idea que a pesar de todos y de todo, uno (que son unos) se mantiene (n) firme (s) frente a las circunstancias, a pesar de la adversidad, y por nada, ni nadie, se doblan, o siquiera intentan realizar genuflexión alguna.

Dos ejemplos, en la calle de Kansas, en la Colonia Nápoles, sobrevive el edificio con número 12, que no obstante al acoso de las torres circundantes sigue firme y quisiera pensar imperturbable. Ojalá no sucumba, vecinos mediante. Y en la calle de Nicolas San Juan, de la Del Valle, se encuentra el conocido salón de fiestas infantiles “Marynolo”, donde pase gozosos momentos de juego brincando sin parar y tirándome de cabeza con mis amigos en la alberca de hule espuma, que después se transformó a una de pelotas de plástico -por su comprobada peligrosidad- y donde su servidor ya no se arrojó pero su hijo sí.

Marynolo era y es referencia de alegría y diversión para los niños, como lo era también Zapatilandia, que reconozco mi confusión inicial al tener vitrinas con zapatos al lado de los juegos, le dirían “marketing cruzado”, o el inalcanzable, por caro, dirían mis papás, “Principito” y su obscuro túnel, que hoy se hubiera clausurado, seguro estoy, por el riesgo que tenía -entre el espacio disponible y la cantidad de nenes que entraban-. Salón que se encontraba en la calle de Parroquia si mal no recuerdo.

En fin, sirva esto como defensa a lo que nos hacía “únicos” como juarenses chilangos, al sentido de desobediencia que muchas veces nos unió para evitar “ser más de lo mismo” y recuperemos lo que valga la pena, quitemos lo que no sirve y emprendamos lo que si haga sentido, sin mesiánicas estupideces por supuesto.

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