Maravillas escondidas en alcaldía BJ
Fragmento de "Tesoros ocultos", la pintura de María Camacho que ilustra la portada de la revista digital de mayo de Libre en el Sur
Pese a su pequeña dimensión territorial, la alcaldía Benito Juárez en la capital guarda una gran cantidad de valores arquitectónicos, artísticos, naturales e insólitos, que constituyen verdaderos y sorprendentes tesoros.
POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
Además de ser el municipio su equivalente con mayor índice de Desarrollo Humano de la ONU (IDH) y en el que sus habitantes se sienten más seguros en todo el país (encuesta INEGI), la alcaldía capitalina Benito Juárez esconde tesoros sorprendentes.
En su territorio de apenas 26.6 kilómetros cuadrados, el “ombligo” geográfico de la capital, existen numerosos valores históricos, arquitectónicos, artísticos, naturales e insólitos que le dan una personalidad única entre las 16 demarcaciones de Ciudad de México.
El más antiguo de sus tesoros es desde luego la zona arqueológica conocida como Pirámide de Mixcoac, ubicada en terrenos de la colonia San Pedro de los Pinos. Fue construido por los mexicas antes de la Conquista. La pirámide y su entorno son los únicos vestigios del asentamiento que se encontraba a orillas del Lago de Texcoco y en su última etapa estaba sometida al poderío de Tenochtitlan.
Otra joya arqueológica poco conocida es una “piedra de sacrificio” denominada Cuauhxicalli, que perteneció a la cultura mexica y fue descubierta cuando se construyó a mediados del siglo pasado la parroquia del Señor del Buen Despacho, en Tlacoquemécatl. Actualmente está colocada al pie del altar principal de ese templo ubicado en el parque denominado Jardín del Arte, entre las calles Tlacoquemécatl, Adolfo Prieto, Pilares y Moras.
Sin duda que el Polyforum Cultural Siqueiros, adyacente al Word Trade Center de la colonia Nápoles, es un tesoro artístico único en el país. Contiene el mural La marcha de la humanidad, obra de David Alfaro Siqueiros. Mide dos mil 400 metros cuadrados y es considerado el más grande del mundo. Actualmente se encuentra cerrado y es objeto de una restauración.
Y hablando de tesoros pictóricos, están los murales de la SCOP, en la colonia Narvarte. Son obras de Arturo Estrada, Jorge Best, José Gordillo, Guillermo Monroy, Luis García Robledo y Rosendo Soto, quienes trabajaron simultáneamente con Juan O’Gorman y José Chávez Morado para lograr una notable obra de integración plástica, a la cual se sumaron también los reconocidos escultores Francisco Zúñiga y Rodrigo Arenas Betancourt. Debido a los daños ocasionados por los sismo en los edificios que integraban el conjunto, éstos fueron demolidos luego de que los murales fueron retirados y conservados para su reinstalación.
En la avenida Insurgentes Sur se localiza otra maravilla cultural: el mural sin nombre de Diego Rivera, terminado en 1953 con mosaicos de vidrio trabajados en Italia, sobre la fachada del Teatro de los Insurgentes. La obra de 46 por10 metros, restaurada en 2008, narra la historia del teatro en México mediante una composición axial con personajes históricos, escenas de obras de teatro y un gran retrato de Cantinflas. El icónico Teatro, ubicado en la colonia San José Insurgentes, se estrenó con la obra Yo Colón, de Alfredo Robledo y Carlos León, protagonizada precisamente por Mario Moreno.
Curiosidad que constituye una verdadera alhaja es el carrito de nieves de La Heroica, que hasta antes de los sismos de 1985 se colocaba todos los días en la esquina de Orizaba y Álvaro Obregón de la colonia Roma. Su nombre es un homenaje al Cuatro Veces Heroico Puerto de Veracruz, de donde era oriundo su fundador. El carrito estuvo ahí durante más de medio silo, desde los años treinta del siglo pasado. Este insólito tesoro se conserva actualmente en una nevería ubicada en la colonia Álamos, frente al parque “Miguel Alemán Valdés”.
Y en cuanto a íconos naturales de la alcaldía, entre los que se cuentan por supuesto el llamado Parque Hundido (Luis G. Urbina) con su emblemático Reloj Floral, existe un fenómeno exótico en otro parque juarense, el de San Lorenzo, que cada vez cobra mayor fama. Se trata de un enorme pirul de más de 200 años a quien los vecinos apodaban El Guapo por su belleza, que el 15 de septiembre de 2014 cayó cual largo era (23 metros) sobre el jardín, cuando una tormenta reblandeció el terreno en que se encontraba. El tronco del enorme árbol fue seccionado con sierras eléctricas para su retiro; pero la base del mismo quedó unida a las raíces que permanecían parcialmente enterradas. Fue así que un vecino protector de ese parque, el actor Pablo Georgé, intervino ante las autoridades para que esa parte se dejara en su lugar. Con el paso de los meses, el pirul retoñó y hoy es de nuevo un árbol cada día más frondoso. Está rodeado de una cerca de protección y hay ahí una placa que recuerda su historia.
Otra curiosidad poco conocida es el tronco de otro árbol, este en forma de cruz, que se encuentra en la esquina de Cuauhtémoc y Municipio Libre, en el área de canchas deportivas de la alcaldía Benito Juárez. Entre varias versiones sobre su origen destaca la de que un rayó lo calcinó, dándole esa forma de cruz, lo que además coincide con el nombre del antiguo pueblo de Santa Cruz Atoyac donde se ubica. Muchos vecinos lo consideran un sitio sagrado y acuden a él para orar.
Portento natural también, escondido en otro parque de Benito Juárez, es un conjunto de siete ahuehuetes provenientes de la capa original de Moctezuma II. En el actual jardín Miraflores de la colonia San Pedo de los Pinos existía a de la llegada de los españoles un manantial que era el baño preferido de la segunda hija del emperador mexica, María Xipaguazin. Ella más tarde fue capturada por las milicias de Hernán Cortés y llevada a España como rehén y luego se convirtió en pareja de un barón catalán. La ubicación exacta de los ahuehuetes se mantiene en secreto, para su protección. Provienen de la cepa original cuya reproducción logró Miguel Ángel de Quevedo, “El Apóstol de los Árboles”, en 1904. Eso evitó su extinción definitiva.
En el viejo Mixcoac se conserva la última villa urbana que existe en la Ciudad de México. Es la bellísima Casa Goya, por el nombre de la calle en que se encuentra. La también llamada Casa de la Araucaria debido a que en su patio central hay un enorme árbol de esa especie, data del año 1900 y está catalogada como Monumento tanto por el INAH como por el INBAL. Este tesoro fue rescatado por la Fundación Alfredo Harp Helú, que realizó una reconstrucción prodigiosa, que requirió entre otras cosas conseguir en Francia los mosaicos originales que tenía.
El panteón de Xoco –una comunidad de orígenes prehispánicos ubicada el sur de la demarcación–, guarda un tesoro escultórico único en la ciudad. Se trata de un conjunto de obras de arte funerario que tuvo su apogeo durante el porfiriato, con el ingreso al país de lapidarios y escultores en su mayoría italianos. Hay obras de P. Silva, marmolerías de C. Ponce, de la Ciudad italiana de Carrara, de S. Hernández y de los talleres de B. Núñez. Existe una gran producción del prominente escultor Norville Navari, Se compone básicamente de una iconografía cristiana de vegetales que acompañan a los demás elementos; existe una gran variedad de símbolos en las guirnaldas, festones y flores que adornan los mausoleos, cuyo significado se encuentra asociado al triunfo de la vida virtuosa sobre la muerte y que simbolizan la brevedad y vanidad de la vida. En ese camposanto civil fue asesinado el senador Belisario Domínguez, el 7 de octubre de 1913.
Otra joya colonial de la demarcación es sin duda la capilla de San Lorenzo Mártir, ubicada en el parque que lleva su nombre, de la colonia Tlacoquemécatl del Valle, el antiguo pueblo originario de San Lorenzo Xochimanca. Fue construida por los franciscanos a finales del siglo XVI y es una de las primeras –y mejor conservadas– construcciones religiosas de la Colonia. Conserva su campanario original, construido con ladrillo.
Pocos saben que la parroquia de la Santa Cruz, en la colonia Santa Cruz Atoyac, conserva un tesoro religioso de importancia inconmensurable. Se trata de una reliquia original, una cruz hecha con madera de los olivos del huerto o jardín de Getsemaní donde Jesús oró antes de su captura y martirio. Y, lo más importante, tiene incrustadas tres reliquias de la verdadera cruz en que murió.
El tesoro icónico de Benito Juárez por excelencia, en el ámbito de los monumentos arquitectónicos, es sin duda la capilla de Nuestra Señora del Rosario del Rayo, en el interior de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en Mixcoac. Data de los siglos 17 y 18, con retablos estofados en oro y mobiliario neocolonial de la época de los años cuarenta del siglo 20, cuando fue reconstruida. Es un portentoso ejemplo del arte barroco mexicano.