Ciudad de México, julio 9, 2025 14:38
Cine Francisco Ortiz Pardo Opinión

EN AMORES CON LA MORENA / La orquesta desentonada

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Las élites no pueden escapar de su condición cuando se descubren envueltas en los mismos privilegios que hacen imposible construir mundos más justos.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

Con sus limitadas audiencias, el más reciente Tour de Cine Francés que se presentó en Ciudad de México el otoño anterior,exhibió una película profundamente conmovedora, que trasciende con creces el mero “drama familiar”, como erróneamente la catalogó alguna reseña, entre otras cosas porque tiene algunas chispas de fina comedia. En realidad, la cinta dirigida por Emmanuel Courcol es mucho más que eso: una historia contada con una fotografía impecable, que explora un dilema filosófico inevitable y sin respuesta definitiva, poniendo en el centro no solo las desigualdades sociales, sino la amarga realidad de que, a veces, quien gana la lotería también se lleva la rifa del tigre, sin importar su nivel socioeconómico.

La película a la que me refiero es La orquesta desentonada (En fanfare). Se trata del más reciente largometraje de Courcol, quien ya había demostrado su sensibilidad social en trabajos previos como El triunfo (Un triomphe). Aunque sus títulos no siempre coinciden en los circuitos de exhibición latinoamericanos, Courcol se ha consolidado como un cineasta que, sin aspavientos, escarba en las contradicciones sociales francesas, y en esta ocasión vuelve a situar el foco en el terreno de las oportunidades desiguales, tanto en lo económico como en lo vital. Esta película fue estrenada en Cannes en mayo de 2024 y presentada también en el Festival de San Sebastián ese mismo año, donde se llevó el Premio del Público. Es el tercer largometraje que Courcol ha dirigido, tras Cessez-le-feu (2016) y El triunfo (2020), galardonada con el Premio Europeo a la Mejor Comedia.

Es cierto que La orquesta desentonada –que ahora vuelve a ser proyectada– aborda los dramas individuales de dos hermanos que no se conocían hasta hace poco y en cuyo encuentro se funden las aspiraciones, logros y frustraciones de ambos personajes. Pero, sobre todo, entre músicas y lágrimas, nos conduce hacia ese “ser o no ser” cotidiano en el que, no pocas veces, nos vemos atrapados a lo largo de nuestras vidas.

La única certeza es que morimos. Y en esa certeza habitan los miedos que, a menudo, hacen más difícil nuestro camino. “El dinero no lo es todo”, se repite en el lugar común. “El dinero no compra la felicidad”, proclaman en redes sociales los mismos que presumen tener más que otros. La cinta de Courcol interroga al espectador y le arroja más allá: quien nace en pañales de seda tiene más probabilidades de que sus aptitudes sean reconocidas y desarrolladas que quien no tuvo esa suerte. Como si se tratara de un sorteo del destino, sí. Pero al mismo tiempo, nos revienta otra verdad irrefutable: sin salud no hay nada… para nadie. Y tampoco sabemos quién va a perder en esa rifa.

De esa dicotomía surge La orquesta desentonada, donde lo único que queda para la sobrevivencia emocional es el afecto familiar, el gen común, el descubrimiento de la sangre como identidad. Ellos –los hermanos– y la música que valora lo mismo a Rabel que a David Bowie y al hip hop, son los que emparejan el piso.

La película recuerda, de manera punzante, a los ricos y famosos que, aunque viven entre comodidades y lujos, nada tienen asegurado. Pero lo peor, tal vez, es que no pueden escapar de su condición cuando se descubren envueltos en los mismos privilegios que hacen imposible construir mundos más justos.

Igual que ni la Revolución Francesa terminó con los privilegios de las familias que, desde los tiempos de Luis XVI, siguen dominando la economía gala —según ha documentado el economista Thomas Piketty—, en este México tan contradictorio, a veces los más radicales son los más comodinos: el Red Set —como solían llamarles hace algún tiempo.

Pero entre México y Francia sí existen diferencias cuando alguien se enferma, al menos si no se trata de una enfermedad terminal. Aquí, la brecha es brutal. La mortalidad por cáncer, por ejemplo, es 1.5 veces más alta entre las personas sin seguridad social, según cifras del INEGI. Las listas de espera se han multiplicado tras la desaparición del Seguro Popular, y el gasto de bolsillo en salud es hoy uno de los más elevados entre los países de la OCDE, según datos del propio organismo.

En Francia, pese a sus crisis presupuestarias y protestas recientes —como las del movimiento de “los batas blancas”, que exigieron mejores condiciones para hospitales públicos tras la pandemia—, existe un sistema de seguridad social que garantiza el acceso a tratamientos de alta especialidad, aunque no sin tensiones ni listas de espera. Aquí, en México, la salud se ha vuelto un territorio desigual donde, literalmente, se libra la batalla por la vida.

Los pobres sufren en este país una doble crueldad: por un lado, no haber tenido la misma oportunidad de desarrollar sus talentos; por el otro, carecer de igualdad de condiciones para enfrentar la muerte. Hoy, quien sobrevive a males delicados o crónicos suele ser aquel que, al menos, cuenta con un costoso seguro de gastos médicos. Entre quienes han apoyado —o negado o justificado— el desmantelamiento del sistema público de salud y sus criminales consecuencias, se encuentran importantes representantes de esas élites que, en su propio mandato —una condena a la vez—, son el resultado de convenientes acuerdos nupciales y de descendencias cuidadosamente escogidas, con las que mantienen su sangre originaria europea.

En La orquesta desentonada, la inocencia de dos hermanos que, sin quererlo, se convierten en conejillos de indias frente a nuestros ojos, está maravillosamente personificada por Benjamin Lavernhe, como Thibaut Desormeaux, y Pierre Lottin, en el papel de Jimmy Lecocq. ¿Por qué llevan apellidos diferentes? Si se la perdieron en el Tour de Cine Francés, en estos días pueden ver la película en la Cineteca Nacional o en la sala Cinemex Altavista (aún no está en streaming). Recomendación: Llevar unos kleenex… por si las lágrimas.

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