La impudicia de la clase gobernante
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Levantar la mano en nombre del pueblo. Foto: Galo Cañas / Cuartoscuro
Ahí desfilaron personajes que en el pasado fueron calificados como impresentables, corruptos, traidores a la patria.
POR ITZEL GARCÍA MUÑOZ
La doble moral es como un espejo fracturado: refleja una imagen distorsionada de la integridad, de la verdad, la ética y la realidad.
Luis Gabriel Carrillo Navas
POR ITZEL GARCÍA MUÑOZ
El día 11 de septiembre de 2024 quedó marcado en la historia constitucional de nuestro país como el día en que una mayoría artificial, ilegítima, inconstitucional y desfachatada aprobó, a través de una reforma constitucional, el desmantelamiento del Poder Judicial de la Federación porque quitar de tajo a las y los ministros de la Suprema Corte, Magistradas y Magistrados de los Tribunales de Circuito y las y los jueces de Distrito es desarticular al poder encargado de poner límites a todos los actos de las autoridades que son inconstitucionales e ilegales.
Dados los acontecimientos, quiero exponer un aspecto crucial para entender cómo se conformó una mayoría calificada que cristalizó una reforma que atenta contra nuestros propios derechos fundamentales, el principio de división de poderes y el Estado Constitucional de Derecho. Hablemos pues de la “izquierda” mexicana representada por la clase oficialista que, dadas las circunstancias, ha resultado muy doble moral y con una memoria selectiva; y no es que la clase política opositora sea impoluta, el quid del asunto está en que el jefe máximo de la llamada “Cuarta Transformación” Andrés Manuel López Obrador, ha repetido hasta el cansancio que su movimiento polìtico “MORENA” es el referente moral de la sociedad.
Y es que no sólo no resultaron iguales a la clase política de antaño, sino que en los hechos han demostrado ser peores, y la manera en cómo se aprobó la reforma citada es una muestra de que también para el oficialismo la moral es un árbol que da moras puesto que hicieron todo lo que estuvo a su alcance para conseguir los votos que les faltaban para aprobar la reforma aludida, finalmente el fin sí justifica los medios, los que sean, no hubo recato ni pudor alguno.
Al respecto, durante los debates en el Senado de la todavía “República”, desfilaron personajes que en el pasado calificaron como impresentables, corruptos, traidores a la patria. Así vimos al ahora senador morenista Alejandro Murat Hinojosa, hijo de José Murat, conocido cacique priísta que, entre otros cargos, fue gobernador de Oaxaca. que tuvo la osadía de hablar de nepotismo en el poder judicial y, al calor de su intervención, se atrevió a decirle a la élite a la que perteneció por décadas: “ No somos iguales”…
Sin embargo, la muestra más grotesca de la impudicia guinda fue la cooptación, ya sea por las buenas o las malas, de la dupla senatorial conformada por Miguel Ángel Yunes Linares (padre) y Miguel Ángel Yunes Márquez (hijo), encarnación viva del nepotismo en la polìtica, quienes fueron electos al Senado bajo los emblemas de los partidos de la coalición opositora, pero que traicionaron a los panistas al dar el voto que faltaba al oficialismo para que la reforma fuese aprobada. Yunes Linares, quien fue señalado por Lydia Cacho en el libro Los Demonios del Edén como pederasta, y que es bien conocido por innumerables actos de corrupción, fue ovacionado por la cúpula oficialista senatorial como el ciudadano ejemplar cuyo hijo votó, de acuerdo a sus principios inquebrantables, en favor de la reforma “transformadora”.
Después de este espectáculo tan bochornoso, y de las consecuencias de las decisiones tan delicadas que toman representantes que carecen de probidad, como sociedad debemos construir canales de participación política que permitan desterrar a las élites políticas que, aparte de no tener la preparación adecuada, tampoco cuentan con un sentido mìnimo de congruencia y decencia. Yo estoy convencida que esta no es la clase gobernante que México merece.