DAR LA VUELTA / Un remanso para los amantes de la lectura
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La biblioteca.Foto: Ernesto Lee
En un discreto inmueble de la calle Goya, en la colonia Insurgentes Mixcoac, en una antigua casa marcada con el número 51, se encuentra la biblioteca pública número 9038, que lleva el nombre de Alonso Lujambio Irazábal.
Por Ernesto Lee
Desde niño he sido un asiduo lector. Cuando estudiaba la escuela primaria, muchas veces pasaba las horas de recreo metido en la pequeña biblioteca escolar. Los maestros se dieron cuenta de mi interés por los libros y muy pronto pasé de visitante a cuidador de la biblioteca, junto con otros compañeros y compañeras.
No éramos improvisados, recibimos un curso de biblioteconomía y aprendimos el Sistema Dewey de clasificación, que inmediatamente pusimos en práctica en nuestra biblioteca: 000 – Obras Generales; 100 – Filosofía y Psicología; 200 – Religión, Teología; 300 – Ciencias Sociales, etcétera. Obviamente no contábamos con ejemplares de todos los temas, nuestro fuerte era 800 – Literatura y 900 – Historia y Geografía. Ese aprendizaje me fue siempre de utilidad en los siguientes años de mi escolaridad… hasta el posgrado.
Con el avance de la tecnología, la información digital y el acceso masivo a Internet, las bibliotecas dejaron de ser la principal fuente de información para los educandos. Ahora, en un teléfono celular podemos obtener la información más actualizada y completa sobre prácticamente cualquier tema, en segundos y en cualquier parte. En realidad, el principio de la búsqueda es el mismo: por título, por autor, por tema, por año. No obstante, la experiencia nos ha enseñado que también que hay que saber buscar y corroborar, pues no siempre la primera información que nos brinda el Internet es fidedigna.
Hago esta breve y sencilla disertación porque en un discreto inmueble de la calle Goya, en la colonia Insurgentes Mixcoac, en una antigua casa marcada con el número 51, se encuentra la biblioteca pública número 9038, que lleva el nombre de Alonso Lujambio Irazábal, perteneciente a la Red Nacional de Bibliotecas Públicas.
Alonso Lujambio (a quien conocí en casa de unos amigos), tuvo una sólida carrera en la administración pública. Entre los principales cargos que ocupó se pueden mencionar los de consejero electoral del entonces Instituto Federal Electoral (IFE), comisionado presidente del otrora Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), secretario de Educación Pública Federal y, por un breve lapso, Senador de República. Sin embargo, su vida se apagó muy pronto, apenas cumplidos los cincuenta años, en 2012.
Hasta hace poco tiempo, la biblioteca contaba en su fachada con una pequeña placa de metal con su nombre, pero lamentablemente desapareció y no ha sido repuesta.
La biblioteca pública Alonso Lujambio se ubica en lo que fue una residencia familiar. Una casa construida, a la usanza de otra época, en una sucesión de habitaciones que se comunican por dentro y a las que se puede acceder por un corredor exterior. La sala, el comedor y los aposentos se convirtieron en las salas de consulta, provistas de una buena iluminación natural y ventilación, muy propicia para disfrutar la lectura.
Esta biblioteca, que por cierto está organizada bajo el Sistema Dewey, cuenta en su acervo con obras de todos los temas, además de una colección infantil y una multimedia. En un horario de 9:00 a 18:00 horas, ofrece servicios como: actividades de fomento a la lectura, orientación a usuarios, servicios digitales y préstamo a domicilio, entre otros.
Como toda biblioteca que se respete, para poder hacer uso del préstamo de libros a domicilio, es indispensable contar con una credencial que lo acredite como usuario. Yo, por supuesto, tengo la mía.