Ciudad de México, abril 23, 2024 16:37
Arantxa Colchero Opinión

Vacunas, una obligación

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Los maestros no iban primero. Para reducir la mortalidad por COVID-19, la recomendación era iniciar en las áreas con mayor mortalidad y por edad (60 y más primero, 50 a 59 después). Lo primero era terminar esta prioridad, seguida de personas con comorbilidades.

POR ARANTXA COLCHERO

Las vacunas son una herramienta de la salud pública muy poderosa, permiten reducir la probabilidad de enfermarse y de contagiar a otros. En este sentido, las vacunas son un mecanismo “solidario”: si te vacunas no solo reduces tu riesgo, al no contagiarte evitas que otros con los que estás en contacto desarrollen la enfermedad.

Por supuesto la eficacia varía de una vacuna a otra, pero reducir la carga de enfermedades infecciosas con vacunas es un avance muy destacado de la ciencia desde que se desarrolló la vacuna contra la viruela a finales del siglo dieciocho. En general, las vacunas tienen muy pocas molestias o ninguna y son de bajo costo.

Si un alto porcentaje de la población se vacuna, se logra la “inmunidad de rebaño”, es decir, se logra que todos estén protegidos. No hace falta que el cien por ciento se vacune, pero sí un porcentaje alto. Por ello, es muy importante que la vacunación sea obligatoria. En México, la cartilla de vacunación es un requisito para inscribir a los niños a la escuela, aunque ignoramos el nivel de cumplimiento.

Lo que no es aceptable es que se propaguen mensajes de manera injustificada de que las vacunas no sirven o que tienen efectos graves. De ser así, las vacunas no se aprobarían. En la era de la intensificación en el uso de redes todos se contagian de estas “fake news” o noticias falsas que son muy difíciles de revertir. En países dónde no hay ningún mecanismo para incentivar/obligar la vacunación, estas noticias falsas afectan mucho la posibilidad de reducir la carga de enfermedades evitables.

Un grave ejemplo de ello es un artículo que publicó Andrew Wakefield en 1998 en una revista muy prestigiada dónde mostraba que la vacuna de paperas, sarampión y rubeola se asociaba con enfermedad inflamatoria y autismo. No era cierto, había manipulado datos porque era propietario de una vacuna alternativa. Pero el daño estaba hecho, en Reino Unido y en Estados Unidos las tasas de vacunación se redujeron, y eso que no existían redes como ahora.

Las vacunas para el COVID-19 son diferentes y no parece que la gente está consciente de ello. La vacuna no evita el contagio, reduce la probabilidad de enfermedad grave y con ello la mortalidad, pero no está demostrado que la persona vacunada no se contagie. Este debe ser un mensaje crucial para los vacunados: debes seguir cuidándote para no contagiar a quién no está vacunado. ¿Qué es cuidarse? Seguir usando -de forma correcta- cubre bocas en espacios abiertos y cerrados, distanciamiento social (dejar al menos 1.5 metros de otras personas), no acudir a lugares concurridos y lavado constante de manos, como los más importantes.

¿Por qué es importante que todos se vacunen por COVID-19? Aquí no se evitarían contagios, no aplica el concepto de “inmunidad de rebaño” pero sí es clave para reducir la mortalidad y los costos asociados con la atención de casos de COVID-19. No se vale que alguien diga “no me vacuno” y que luego use recursos públicos o privados (recursos de su propia familia) para atenderse por la enfermedad.

Yo tomé la decisión de vacunarme porque se ofreció a los docentes, soy investigadora y doy clases. Lo hice después de un enorme dilema ético porque según la recomendación del Grupo Técnico Asesor de Vacunación, los maestros no iban primero. Para reducir la mortalidad por COVID-19, la recomendación era iniciar en las áreas con mayor mortalidad y por edad (60 y más primero, 50 a 59 después). Lo primero era terminar esta prioridad, seguida de personas con comorbilidades. Pero la política pública así lo decidió y estando disponible la vacuna, decidí sumarme, congruente con la importancia de que todos nos vacunemos.     

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