Ciudad de México, abril 26, 2024 00:32
Dar la Vuelta Diego A. Lagunilla Opinión

DAR LA VUELTA / Las ‘Señales’…

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Aquel que lograba salir del galimatías vehicular era porque tenía en su poder una codiciada Guía Roji, conocía el camino a seguir, o llegaba de milagro preguntando. Porque no había buenas señales de tránsito.

POR DIEGO A. LAGUNILLA

Desde pequeño escuché a mi Padre muchas veces quejarse de lo mal que estaban las señales de tránsito en nuestra (otrora) delegación hoy alcaldía, como también en la ciudad, distrital y consecuentemente en México. Muy pequeñas para leerse, con información errónea algunas o incluso inexistentes.

Tiempos en que el celular, el “waze” o “Google” mismo eran impensables, o mejor dicho dignos de alguna serie como “Viaje a las Estrellas”, con el capitán Kirk o el Dr. Spock, o de una película del tipo de nuestro insigne El Santo, con sus inolvidables “laboratorios” que normalmente los operaba un malo, muy malo, de bata y a veces “pelón” -que al escribir esta narración me entero qué se llamaba Nathanael Evaristo León alias “Frankenstein”, luchador también-, qué siempre salía rodeado de grandes equipos que emitían sonidos particularmente extraños producto de la electroacústica y que hoy en día, valga la comparación, se asemejan mucho a los que el universo emite y hemos podido “escuchar” – https://youtu.be/ioR5np1fmEc

En el País en que Kafka es costumbrista no debería de extrañar y menos donde no se dan cuentas de nada y de nadie, ¿para qué molestarse?

¿Quién diría que el Santo mismo serviría como señal a lo que vendría? Por ejemplo: en términos tecnológicos, la administración de datos, los teléfonos móviles, las comunicaciones múltiples en pantalla plana como el Skype o el Zoom, las computadoras, por nombrar algunos; de relato, bajo la siempre socorrida historia entre buenos y malos, hoy “chairos y fifis”, o de pensamiento, por el generalizado desdén al conocimiento y aquellos involucrados en cultivarlo. Incluso qué para mantener el anonimato la mejor manera sería portar una “máscara”.

Aquel que lograba salir del galimatías vehicular era porque tenía en su poder una codiciada “Guía Roji”, conocía el camino a seguir, o llegaba de milagro preguntando (hecho que a muchos nos cuesta hacerlo por “misteriosas” razones) y tenía la suerte de que la fuente en cuestión supiera y diera instrucciones correctas y claras. Lo cual supondría también sacarse la lotería.

Todo esto viene a colación porque en la esquina de mi casa, en alrededor de unos 10 metros cuadrados, y cuatro señales, que entre nosotros me gustaría saber cuánto costaron, quién las hizo, y quién las colocó, me “entero” que vivo al mismo tiempo, en la Col Del Valle Centro, en la Col Del Valle Norte, el la Narvarte Poniente y en La Narvarte a secas, y con dos códigos postales el 03100 y el 03103. Como decían antes, en el País en que Kafka es costumbrista no debería de extrañar y menos donde no se dan cuentas de nada y de nadie, ¿para qué molestarse?

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