Ciudad de México, diciembre 7, 2024 13:55
Revista Digital Diciembre 2023 Vida

Sobrevivir a la Navidad

Convocados por Libre en el Sur, dos psiconalistas y una psicóloga social explican las razones por las que, a pesar de los idilios que vende la sociedad de consumo, en la época navideña abundan las tristezas, las soledades y el desamor. Los especialistas esclarecen la salida del laberinto.

FRANCISCO ORTIZ PARDO

En la Navidad casi todos vivimos dos vidas paralelas.

La primera: Además de esos ambientes formados por figuras con foquitos de colores y el olor a pino que extiende el aire frío, la época navideña implica la narrativa de lo idílico, sin matices: esos momentos que traen los mejores recuerdos de la niñez, de cuando con suerte de rico Santa Clós trajo una bicicleta y con la del pobre fue un luchador de plástico de esos que vendían en el mercado de Sonora. Meterse en esos cuentos. Las películas, las óperas y las sinfonías, los bailes, las canciones del pop o los villancicos. Las suculentas cenas en familia alrededor de una mesa con velas y copas de vino; el pavo, la pierna de cerdo, el bacalao… Ese aroma que se escapa hasta el elevador cuando se va llegando a la cita, de la que, según la feria social que le toca a cada quién, se regresa con algún regalito. La Navidad es todo eso que no nos podemos perder.  

O también lo que no nos debemos perder. Porque, paradójicamente, mucho de ese mundo maravilloso se impone de tal forma que genera una presión social que no pocas veces conlleva triste zas sin cuento, depresiones, enojos, irritabilidades, rupturas, soledades… y hasta suicidios. Esa es una segunda vida. El mismo que sonríe, que abraza, que baila, es el que siente el dolor.

Así lo explica en entrevista Gerardo Mora Gutiérrez, doctor en psicoanálisis por la Universidad Intercontinental: “En la vorágine navideña nos obligan a favorecer prototipos sociales, lo que es muy confrontativo y la gente termina por ponerse a la defensiva”. De acuerdo con su punto de vista, además de patrones de personalidad, lo preponderante en esos estados de tristeza o enojo está dado por la exigencia de cubrir expectativas; y las personas terminan por boicotearlas”.

En ese sentido, por ejemplo, se desatan depresiones que son consecuencia de un sentimiento de abatimiento, lo que funciona a quien lo padece para distanciarse de la familia. Y lo más lamentable es que el que no colabora es estigmatizado como aquel amargado.  En otras personas, no hay “grinch” per se, sino que son resultado de una sociedad de consumo inmisericorde y también del repaso por la historia de la vida propia.

Coincidente, la también psicoanalista Rosa María Curiel dice que la llegada del año nuevo conlleva hacer un repaso de uno mismo, sobre los logros, los fracasos, las capacidades, la vida social, amorosa… “Y no es una reflexión menor, pues de ella también se desprende una percepción personal, que impacta en la vida emocional, provocando una fantasía que impulsa a hacer mejor las cosas en el nuevo ciclo”.

En la vorágine navideña nos obligan a favorecer prototipos sociales, lo que es muy confrontativo y la gente termina por ponerse a la defensiva.

Gerardo Mora dice que ya en la víspera de la época navideña aparecen las primeras susceptibilidades manifestadas en enojo o tristeza ante el temor de que están por llegar los eventos con personas que no queremos ver. En este caso los roles sociales tienen mucho peso. “Yo pienso que se tiende equivocadamente a patologizar la conducta de la persona que presenta ese rechazo, cuando en realidad se trata la mayoría de las veces de la incomodidad ante un momento que no es amable por la demanda del capitalismo”, asienta el también maestro es Psicoterapia Psicoanalítica por la Universidad Intercontinental y psicólogo clínico especialista en intervención de grupos por la UNAM. 

En el caso de las rupturas amorosas, que son comunes en estas temporadas, sostiene que suelen tratarse de casos en que ya se había fracasado y solo se rompe el hilo de la tensión por cualquier desacuerdo, sea por ejemplo la elección de la familia con la que se va a pasar la fecha. Así como en diciembre truenan relaciones que ya estaban afectadas tiempo atrás, “de todo lo que se mostraba en el año”, dice, en enero repuntan las consultas de psicoterapia por hechos de desencuentro ocurridos en el diciembre cercano. “La gente se quedó a merced de la fecha”.

La llegada del año nuevo conlleva hacer un repaso de uno mismo, sobre los logros, los fracasos, las capacidades, la vida social, amorosa…

Convocada también por Libre en el Sur para dar su opinión, Melissa García Meraz, doctora en psicología social por la UNAM, escribe:

En el artículo titulado How do holidays influence relationship processes and outcomes? Examining the instigating and catalytic effects of Valentine’s Day, de Katherine A. Morse y Steven L. Neuberg se sugiere que, a pesar de la imagen romántica asociada a San Valentín, esta festividad podría tener efectos negativos en muchas relaciones de pareja. Los autores argumentan que San Valentín puede ser perjudicial debido a las expectativas poco realistas que genera y a las tensiones que puede crear en las parejas. Los investigadores señalan que, a pesar de que se ha estudiado el impacto de las festividades en las relaciones, la investigación en este campo es limitada y poco sistemática. Por lo tanto, proponen un enfoque general para comprender cómo y por qué las festividades pueden influir en las relaciones, identificando los procesos y variables que afectan a los diferentes tipos de relaciones y considerando cómo las festividades pueden activar o moderar estos procesos.

Los autores sugieren que San Valentín puede influir en las relaciones de pareja de dos maneras principales: como un instigador, desencadenando procesos que afectan a la satisfacción de la relación (por ejemplo, pensamientos sobre alternativas románticas), o como un catalizador, modificando la influencia de los procesos existentes en la relación (por ejemplo, intensificando la intimidad con la pareja actual). En este estudio, los investigadores exploran la posibilidad de ambos tipos de influencia en el contexto de San Valentín y sus efectos en las relaciones románticas.

Lo mismo sucede con la Navidad. Enero es conocido como el mes en el que las relaciones tienden a terminar, con el apodo “Día del Divorcio”, aplicado al 3 de enero. Esto se debe en parte a la presión de mantener la imagen de una “Navidad perfecta” promovida en los medios y la sociedad. Las parejas que han estado lidiando con problemas en su relación a menudo evitan tomar medidas drásticas antes de las festividades debido a los compromisos ya planeados, el miedo a la soledad y la presión social para mantener la unidad familiar durante la temporada navideña. Sin embargo, una vez que pasan las festividades y las tensiones financieras se acumulan en enero, muchas parejas consideran el divorcio como una opción, sin darse cuenta de que hay alternativas para abordar los problemas de relación antes de llegar a ese extremo.

Melissa García Meraz explica también que se ha planteado un término en la Navidad conocido como Post-holiday blues que hace referencia a la soledad, la tristeza y otros sentimientos negativos que se podrían intensificar debido a la temporada festiva. “Quizás es tanta la presión por la ‘felicidad´’, tener sentimientos positivos, que las personas pueden caer incluso en desordenes afectivos e incluso síntomas de ansiedad”.

Melancolía. Foto: Especial

Enero es conocido como el mes en el que las relaciones tienden a terminar, con el apodo “Día del Divorcio”, aplicado al 3 de enero. Esto se debe en parte a la presión de mantener la imagen de una “Navidad perfecta” promovida en los medios y la sociedad.

Por su parte Rosa María Curiel, con maestría en Psicoterapia Psicoanalítica en el Instituto de Psicoanálisis y Psicoterapia, que forma parte de la Sociedad Psicoanalítica de México, nos recuerda que Diciembre suele ser un mes esperado por las personas, pues es cuando se reúnen con sus familias o amigos para celebrar la vida. El frío de invierno hace que las personas tiendan a no salir, a resguardarse en casa y abrigarse más. “Es el invierno, en sí mismo, un periodo en que se desarrolla el llamado Trastorno Afectivo Estacional, o también llamada Depresión Decembrina”, dice”. En psicoanálisis se ha pensado que el frío despierta en las personas la necesidad de cobijo externo, de protección, básicamente emocional.

La especialista explica que “hay dos fechas en diciembre que conllevan una gran carga emocional, pues se revelan una serie de sentimientos que pueden tornarse antagónicos, como ilusión, nostalgia, tristeza, culpa, enojo”. Estos sentimientos, dice ella, dependen de las eventualidades de cada individuo como la economía, la distancia, la pérdida de un ser amado, la ruptura con algún familiar o una pareja, lo que los obliga a reflexionar o transitar por otros sentimientos, no propiamente de felicidad o amor. “La Navidad y el Año Nuevo enmarcan la vida social y familiar de las personas, por ello son fechas que suelen representar el panorama afectivo y con ello, también el reconocimiento de las pérdidas, ya sea afectivas o físicas, de seres amados”.

Gerardo Mora está de acuerdo en que los duelos también son detonadores de la crisis, cuando en estos días los consultorios de los terapeutas están “retacados” por las pérdidas que no son resueltas, que resurgen como duelos acumulados. “Un duelo complicado o no resuelto es más doloroso en fechas que solían atravesarse de otra manera”, sostiene. Lo malo es que las personas no dan seguimiento, abandonan la terapia y al siguiente año es lo mismo. “Quieren resoluciones inmediatas y eso no existe. Las personas no quieren invertir tiempos”.  

Calzones rojos, anhelo de amor. Foto: Francisco Ortiz Pardo

Hay preventivos, sin embargo, para vivir de otra manera la Navidad, sostiene el psicoanalista. Uno es ser consciente de que no se está obligado a cumplir roles sociales ni acudir a los eventos convencionales o familiares. “La persona puede hacer una estrategia de autoridad. Decidir con quién se quiere vivir la Navidad y con quién no. Vivir esta fecha de manera más libre y en paz, determinar vivir en plenitud”. Pero cuando la persona sienta que no puede tomar esas decisiones ante lo que le agobia, debe buscar una ayuda profesional. “No hay ayuda para el que no la sabe pedir”, sella Mora Gutiérrez.  

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