Ciudad de México, noviembre 22, 2024 00:46
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Erradiquemos el trabajo infantil

Un tema preocupante que se incrementa en nuestro país con alarmante rapidez, es el trabajo infantil. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), establece las diferencia entre actividades que l@s niñ@s y adolescentes realizan y que no perjudican su salud o interfieren con sus actividades escolares y que son benéficas para su desarrollo personal.

Ayudar en el hogar, realizar alguna actividad de apoyo que les genera ingresos en temporadas vacacionales, o incluso apoyar en el negocio familiar, fomenta en la infancia su carácter, a tener otra visión de la vida, y sobre todo a valorar las cosas de las que disfrutan gracias a sus padres o quien se haga cargo de ell@s.

En cambio, según la OIT, el trabajo infantil: “Es todo aquel que priva a los niños de su niñez, su potencial, su dignidad, y es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”. Ello, que se explica por sí mismo, constituye una violación de los derechos de niños, niñas y adolescentes, especialmente al de estar protegidos contra la explotación, al sano crecimiento, a la educación, al juego, la cultura y el deporte. En suma, a su pleno desarrollo.

Bajo rendimiento escolar, falta de asistencia regular a la escuela o abandonarla, violencia, maltrato, inicio temprano de la vida sexual, embarazos no deseados, explotación sexual comercial infantil, consumo de drogas, entre muchas otras, son sus consecuencias.

Innumerables organismos y asociaciones se han creado en el mundo entero para vigilar que niños y niñas no vivan en esta situación, sin embargo, estamos perdiendo la guerra como comunidad mundial.

En México, por ejemplo, 3.6 millones de niños, niñas y adolescentes entre los 5 y 17 años de edad están trabajando de acuerdo al Módulo sobre Trabajo Infantil de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE 2007).

Es menester entonces volver a mirarnos como sociedad y aceptar que nos hemos acostumbrado a ver a niñas, niños y adolescentes vendiendo mercancía diversa en calles, realizando actos en semáforos o plazas públicas o siendo utilizados como rehenes de sus padres o cuidadores que los traen a cuestas, para conmover a las personas y obtener mayores ingresos.

Debemos tener presente además, que los niños que son sometidos a este tipo de trabajos, en muchos casos son separados de sus familias, son abandonados en las calles y abusados; expuestos a grandes peligros y enfermedades todos los días.

El trabajo infantil no es un fenómeno sencillo de resolver; implica una red de interés económicos y hasta políticos en ciertas latitudes que representa una de las mayores amenazas a su integridad en nuestros días. Por ello concientizarnos de lo que no está bien, abonará para que nuestra realidad empiece a cambiar. Todos y todas por la infancia.

*Dinorah Pizano es vecina de Benito Juárez, ex Diputada Local y Especialista en Derechos Humanos por la Universidad Castilla-La Mancha.

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