JUVENTUD COMO SISTEMA / Cambios en la ciudad
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DINORAH PIZANO OSORIO
Durante los recientes 40 años la ciudad cambió. Y no apelo a un eufemismo, sino a enunciar algunas circunstancias concretas que sufrieron algún tipo de modificación. Como breve exposición: la lógica comunitaria compuesta de casas y vecindades de a poco cedió paso a los edificios con departamentos que cumplen la estricta función de dormitorios. La economía a nivel micro, de calle, con misceláneas, papelerías, recauderías, perdió la desigual y risible batalla contra las grandes cadenas globales. Ejes viales devinieron en estacionamientos y disparan la contaminación a niveles irrespirables.
Existen muchas causas. Entre ellas encontramos que la dinámica económica hegemónica insertó hasta el centro del pensamiento la creencia respecto a la necesidad de trabajar más horas, casi que al desmayo, para obtener un beneficio monetario cuya tenencia se desvanece en cuanto se coloca en función de adquirir artefactos y divertimentos, mismos que ensancharán una borrosa lista de acumulación.
Una larga cita que explique dos conceptos: esperanza y generalización. Las primeras, presentes incluso por transmisión generacional, una suerte de pliego petitorio, marcha inconclusa; las segundas, para marcar la necesaria diferenciación respecto a problemáticas y la ineludible práctica de asumir posturas y tomar partido como vínculo ciudadano a regenerar la cohesión social.
Obviedades para el mejor manejo del pesimismo: en gran número de casos, en la superficie de esa vasta erosión melancólica que hemos dado en llamar la vida nacional, el oportunismo suple a la esperanza y la esperanza personal resuelve y dirime todos los problemas ideológicos.
[…]
Los días de la ciudad se alargan y se contaminan, se impregnan de la torpeza y la densidad de los sueños irrecuperables. Impresión personal, no generalizable, pero lo peor de todo es que nos hemos quedado en manos de las generalizaciones. Generalizar: mentir y decir la verdad al mismo tiempo, sin dejar de mentir y sin dejar de decir la verdad.
La cita corresponde a “Días de guardar”, de Carlos Monsiváis. Cronista de la ciudad.
Es imposible sustraerse de los tiempos que marca la vida nacional -sí, con melancolía- para advertir cómo un texto no pierde vigencia, quizá porque la problemática continúa impasible. Es probable que hayamos acomodado como esperanza el oportunismo, y que la esperanza personal implique dejar de lado diferencias tan profundas e irreconciliables como la libertad del ser humano sobre la vida y cuerpo propios.
Insistir en no generalizar. No se puede hablar de “los ciudadanos” o hacia “la ciudadanía”. Es fundamental, lo digo como ciudadana, que quienes aspiran a funcionar bajo las reglas y lógica de la representatividad, definan con claridad con quiénes están dispuestos a hacer política. ¿Con las constructoras que despojan del patrimonio a pueblos y barrios originarios?, ¿con las cadenas de producción global que sustraen el agua, desecan pozos y ocasionan socavones en gran cantidad de colonias de la capital?, ¿con las cientos de miles de mujeres que viven entre la angustia y la rabia por ni siquiera saber si volverán con vida a casa? ¿con quién quieren construir nuevas historias, diferentes realidades sociales?