EN AMORES CON LA MORENA / La ley hermosa
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Escena de 'La lengua de las mariposas. Fotograma: Especial
Mientras AMLO da el poder a los militares del que fueron despojados por Lázaro Cárdenas, el rey Felipe de España condena la dictadura de Francisco Franco y reivindica a las víctimas
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
La Lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999) es una película entrañable que aborda la historia de un maestro de educación básica en tiempos de la Segunda República Española, que enseñaba a sus alumnos a pensar y a cuestionar, a no dar nada por sentado. Tiene la cinta una de las escenas que más han conmovido a mi yo cinéfilo: Cuando el profesor es aprehendido por las tropas de Francisco Franco –el general convertido en dictador, que gobernó hasta su muerte en 1975 tras una sublevación militar en 1936— los niños a los que con ternura el viejo profesor les había descubierto efectivamente que las mariposas tienen lengua, le lanzan piedras a su paso por un camino terregoso entre las casitas de la aldea.
Mi memoria obliga a asociar la terrible escena con el desconcierto que me provoca en la vida real que descendientes de aquellos exiliados republicanos españoles a los que recibió el gobierno de Lázaro Cárdenas (el presidente militar que acotó las funciones del Ejército y dispuso que el poder político pasara al mando civil y con ello se inaugurara una nueva época en México, apenas el primer antecedente de la democratización que permitió llegar al poder a presidentes no emanados del PRI), callan o incluso avalan la militarización que ahora mismo presenciamos en nuestro país. Esos dos hechos –el exilio español y la desmilitarización— son tal vez los únicos hechos que enaltecen la figura de Cárdenas, que por lo demás consolidó el sistema autoritario con base en el corporativismo y los fraudes electorales. Pero es de reconocerle que ambos acontecimientos tuvieron un talante histórico que no podemos regatearle.
La militarización a la que nos referimos no solo trata del cambio constitucional de la controversial Guardia Nacional –que priístas y expriístas avalaron juntos en el Congreso, así como en los viejos tiempos, y que por cierto un juez suspendió definitivamente este lunes— sino del poder que ha ganado el Ejército en todas las esferas estratégicas, incluso económicas. Mucho de ello ha quedado plenamente documentado en el hackeo que los activistas del grupo Guacamaya hicieron a los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional. Cada día hay algo nuevo.
Entre los hijos y nietos de los españoles refugiados hay quienes ocupan cargos importantes en el gobierno de la llamada 4T; no arrojan piedras, sino escupen a su propia dignidad y al dolor vivido por sus padres y abuelos, muchos de los cuales nunca volvieron a poner pie en su vieja patria. Y lo peor es que no se trata precisamente del miedo que sentían aquellos pequeños de La lengua de las mariposas… sino de una vulgar ambición, que es traición.
Apenas hace unos días, mi admirada reportera cultural Patricia Vega publicó en el Facebook la recomendación de otra película, 1985, en este caso de Argentina, transmitida por Prime, que tristemente también acentúa las contradicciones de un México al que la democracia le ha costado sangre, sudor y lágrimas y que ahora la derrocha. “Lección imprescindible sobre cómo se desmilitarizó Argentina y un gobierno civil juzgó los crímenes de 3 juntas militares. Imposible no pensar en que dolorosamente en México caminamos en sentido inverso”, puso Paty.
Pero lo más increíble de todo es que el rey de España acaba de decretar, apenas el 19 de octubre, la Ley de Memoria Democrática, tan insólita como emocionante, de lo que extrañamente poco se ha hablado. En ella se condena el golpe militar del generalísimo Franco y se llama a “la dictadura” por su nombre, la misma que se estableció… ¡en nombre del rey! ¿Podemos ahora estar nosotros más retrasados que una monarquía? Pues sí, y al rey Felipe parece importarle más la democracia que a los hijos y los nietos de exiliados españoles que convalidan en México el poder de los militares.
Por interés público, se ha hecho notar la posibilidad que tendrán los hijos e hijas de españoles que lograron la nacionalidad hace una década a través de la Ley de Memoria Histórica. Pero eso es apenas un apartadito de la ley hermosa, que he de llamarle yo, que contiene reivindicaciones de todo tipo para los descendientes de “las víctimas” del golpe militar contra la República.
“FELIPE VI, REY DE ESPAÑA. A todos los que la presente vieren y entendieren. Sabed: Que las Cortes Generales han aprobado y Yo vengo en sancionar la siguiente ley”, pone el título. Y su primer párrafo: “Desde el fin de las guerras civiles y conflictos mundiales que asolaron Europa en el siglo XX, y especialmente desde el Holocausto, el impulso de las políticas de memoria democrática se ha convertido en un deber moral que es indispensable fortalecer para neutralizar el olvido y evitar la repetición de los episodios más trágicos de la historia. El firme compromiso con la pedagogía del «nunca más» se ha convertido en un imperativo ético fundamental en las sociedades democráticas en todo el mundo”. Nunca más, pone.
¿Podemos ahora estar nosotros más retrasados que una monarquía? Pues sí, y al rey Felipe parece importarle más la democracia que a los hijos y los nietos de exiliados españoles que convalidan en México el poder de los militares.
Y sí, sorpréndanse, por favor, que aquel al que el militarista AMLO exige pedirnos perdón por la conquista hace 500 años de nuestros pueblos originarios, ha manifestado: “La construcción de una memoria común no es un proyecto nuevo en la sociedad española. El régimen franquista impuso desde sus inicios una poderosa política de memoria que excluía, criminalizaba, estigmatizaba e invisibilizaba radicalmente a las víctimas vencidas tras el triunfo del golpe militar contra la República legalmente constituida. En el marco de este relato totalitario, y al mismo tiempo que continuaba una dura represión sobre las personas que defendían la Segunda República, se establecieron importantes medidas de reconocimiento y reparación moral y económica a las víctimas que habían combatido o se habían posicionado a favor del golpe de Estado.
“Así, se exhumó un gran número de fosas comunes con apoyo estatal y metodología científica. Se erigieron monumentos conmemorativos y panteones por todo el país, se inscribieron los nombres de los “caídos” en placas en las iglesias, se establecieron fechas conmemorativas y se nombraron municipios, infraestructuras, calles y avenidas en honor de personajes impulsores del golpe de Estado, de la dictadura o de hechos considerados gloriosos por el régimen franquista.
“El proyecto memorial más importante se plasmaría veinte años después en el Valle de los Caídos, inaugurado por el dictador Francisco Franco en el vigésimo aniversario de la “victoria” militar (1 de abril de 1959), monumento al que esta ley presta especial atención al estar llamado a ser un eje fundamental de la resignificación democrática contemporánea de las políticas franquistas de memoria”.
La extensísima ley de 11 capítulos abarca todo tipo de resarcimientos para las víctimas de la dictadura y de la Guerra Civil. Pero hay partes que verdaderamente conmueven: “Merece especial mención el hecho de que esta ley incluya entre las víctimas a las niñas y niños sustraídos y adoptados sin el legítimo y libre consentimiento de sus progenitores como consecuencia de la Guerra y la Dictadura, así como a sus progenitores, progenitoras, hermanos y hermanas. Esta práctica constituyó una especial forma de represión contra las mujeres de muy larga duración y en distintas manifestaciones”.
Yo fui educado por los maestros del Colegio Madrid, fundado por los republicanos españoles hace 81 años. Y recibí de ellos la formación en valores democráticos y contra los estados militarizados, como aquel profesor de las mariposas. Esa es mi herencia, la que otros olvidan. En su conciencia recaerá lo que nos pueda ocurrir mañana.