Ciudad de México, mayo 2, 2024 00:29
Francisco Ortiz Pardo Opinión

EN AMORES CON LA MORENA / Claudia en un vagón

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“Me imagino a Claudia Sheinbaum en esa penumbra mientras el tren pasa bajo la rendija de la avenida que trasluce algo de esperanza en los ojos de los moribundos”.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

No es tan fácil irse así y dejar las cosas a medias. De tan usual pudo haber sido en cualquier momento de los últimos tres años. Pero lo metaforizo hoy porque hoy no es ayer. Una de tantas veces que me subo al Metro sin resolver el dilema de sufrir el caos o sufrir el tráfico.  

La imagino aquí sentada, donde estoy yo, en un tren prácticamente en penumbras, todo. En el vagón que voy solo funcionan cuatro lámparas. Esto no es parte de mi cuento, sino la decadencia de lo que ni siquiera ayer fue maravilloso, cuando ella así lo creía, engreída en todo lo alto del Palacio del Ayuntamiento, haciendo su parte como una Leona Vicario en este momento histórico, tan comparable como el de Hidalgo, el de Juárez y el de Madero. No se dio cuenta ni cuando la oposición le ganó nueve de 16 alcaldías en el 2021, las más económicamente significativas, de paso.

Tras la derrota que nunca reconoció, el presidente la regañó por no hacerle caso en copiar sus sermones, sus demagogias, sus ocurrencias, sus irresponsabilidades. Su autoritarismo. Por haberse atrevido en algún momento a contradecir durante la pandemia las directrices de la mortalidad: evitar la realización de actos masivos, el acordonamiento de espacios públicos y, por supuesto, usar cubrebocas. Por no entender que el que se cuida y cuida a los demás es un fifí. No le hizo caso tampoco en enfatizar el uso de programas sociales para el provecho político ni en denostar a la clase media. Ella aceptó y pidió perdón ante el Pontífice, arrepentida. Me la imagino como una niña regañada. Y dio el giro de 180 grados adoptando la mentira y practicando las artes del ocultamiento como la mínima condición para ser tomada en cuenta para la grande: la “corcholata” mayor, que es como trata el presidente a las personas.

Se puso a sonreír como podía, a retirar esas líneas de expresión de enojo desde su nariz hasta su boca. Quiso ser un emblema con “cola de caballo”. Tocó la guitarra, presentó al que sería su nuevo esposo, de la misma época y del mismo lugar que el primero, un movimiento estudiantil que la volvió soñadora por siempre. Cantó lo obvio en esa larga escena onírica tantas veces interrumpida, las de Silvio, ese agente cultural de la Revolución Cubana a quien siguen los tercos que quieren morir como vivieron: indiferentes ante la violación a los derechos humanos cuando el fin justifica los medios. A la presencia de los Bartlett si es necesario, de plano, alusión tácita a aquellos “fraudes patrióticos” con tal de que no avanzara esa maldita “derecha” a la que nunca han podido definir. Hubo un breve tiempo en que Claudia gustó incluso a sus detractores, cuando atendió a su intuición y no a los designios de un hombre potentado. No lo reclamó para sí: nunca dijo “yo soy la que tengo razón, señor presidente, Andrés”.

Ahora viaja en ese vagón donde apenas se ven los rostros de la gente triste, que sigue siendo pobre y a la que no le queda de otra que viajar en un sistema de transporte infame en medio del bochorno provocado por la humedad de afuera y el tumulto de adentro. Copada en la estación Tacubaya entre los hedores de la frustración, donde yo mismo casi me ahogo por la presión ejercida sobre mi cuerpo por dos personas gordas que desesperan por un lugar en la ruta de la sobrevivencia, de la apenas sobrevivencia.

Me imagino a Claudia en esa penumbra mientras el tren pasa bajo la rendija de la avenida que trasluce algo de esperanza en los ojos de los moribundos. Al mismo tiempo a Xóchitl Gálvez la ovacionan en un restaurante al que esos mismos pobres nunca podrán acceder porque hay un mundo que no es de todos. Pasa el convoy por la estación de Sevilla, cuyo arreglo mediocre al menos le ha dado luz. Ella se ha de bajar pero es demasiado tarde para retomar la soberbia. Tendrá que esperar a llegar a la terminal, cuando tal vez ya Marcelo Ebrard sea sel pésimo necesario para garantizar que hay un próximo recorrido. Por lo pronto manda sartenes de regalo con su nombre a los habitantes de una colonia pobre en Álvaro Obregón, segun consigna Reforma. Son de la marca de la casa.

Claudia asumió la decisión de su patrón y a los dos se les apareció el Coco. Emprendió en la alcaldía Benito Juárez, la más panista de todas, una escalada no contra la corrupción histórica, tantas veces consignada en Libre en el Sur, sino contra el miedo propio. Este mismo lunes su jefe lo ha confirmado: Asumió válida una estrategia mediática, a la que puso nombre: “Ahí no está fácil, porque aunque estén viendo actos de corrupción, como el de Cártel Inmobiliario, son más panistas en la Del Valle que en las Lomas”, agregó. Ella y él victimizaron a los protagonistas, aplaudidos en cambio –obvio— por quienes fueron descalificados por el mismo personaje como “aspiracionistas” y “conservadores”. Una y otra vez, Claudia secundó a Andrés, a veces con ell silencio. No fueron suyas sus palabras.

El presidente presume que destapa al destapado de oposición a la Jefatura de Gobierno de Ciudad de México; Claudia siempre fue su “regenta”, que sin él no habría llegado ni a la esquina. Y hoy ha decidió el mandamás llevar con Xóchitl a Taboada al plano nacional, el franco y tal vez definitivo impulso para conseguir el “1-2” en la carrera. Ya da por perdida la partida desde ahora, entre sus risitas burlonas que descubren una desesperación. Sin gran esfuerzo ni desgaste, Santiago Taboada ha chutado el balón centrado por AMLO para anotarse un gol en la tabla del Frente Amplio por México.

Luis Mendoza, el diputado federal más votado en la historia local del PAN, también ha sido complacido con las mieles del poder presidencial. Aprovecha su momento: “El presidente no entiende. En Benito Juárez no se trata de conservadores contra su movimiento. Lo que hay es gente trabajadora e informada, que todos los días sale a trabajar porque aspira a una mejor calidad de vida siempre, porque quieren la mejor seguridad, educación y los mejores servicios. Todo eso que su gobierno se ha dedicado a destruir. Son ciudadanos que no se dejan engañar y rechazan sus mentiras y su discurso de polarización”.

Inminente candidato a la alcaldía Benito Juárez en el 2024, es de ya el ganador proclamado por el descolocado Andrés Manuel López Obrador: “Hay lugares en el país y también en el mundo, en donde son de derecha o son de izquierda, es muy difícil que un candidato de izquierda, incluso moderado y con buena fama pública gane en Benito Juárez si no es del PAN”, dijo el presidente.

No será culpa de los conservadores la derrota en la alcaldía, en la ciudad y en el país. El responsable vive en un Palacio Virreinal.

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