Ciudad de México, octubre 15, 2024 10:47
Ana Cecilia Terrazas Dar la Vuelta Opinión

DAR LA VUELTA / El imperio del café

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Salir a echar café, que es lo mismo que a platicar, conversar, contactar, es algo muy valorado por quienes gustan de conversar de ida y vuelta.

POR ANA CECILIA TERRAZAS

Hacia la segunda mitad del siglo pasado, antes de que cayeran sin tregua la roya, los precios y los años ochenta, México se engalanaba y presumía como uno de los mejores productores y exportadores de café en el mundo. El Estado había creado para eso solamente el Inmecafé, que era el Pemex de entonces. Aún así, hasta donde sabe esta reportera, en esos años se tomaba sobre todo este polvito soluble en agua hirviendo cuya marca más conocida era Nescafé y, de preferencia se le echaba (tal vez hoy también así suceda) harta azúcar, crema falsa o bastante leche como acompañantes.

En cambio, en otras latitudes y meridianos, tomar café, café negro, solo, era lo chic, lo que se debía hacer, lo que hacía cualquier persona conocedora.

El café es una suerte de pretexto serio, aunque no demasiado, para rondar por la vida, ponerse al día, hablar de lo ocurrido o tocar de nuevo lo de siempre y echar de paso un lazo social, un toque amistoso.

Hoy por hoy existen, tan solo en las inmediaciones de José María Rico, Río Churubsco, San Francisco, Búfalo, unos 30 cafés entre cafeterías, cafés independientes y franquicias.

La gente sale a dar la vuelta y a tomar café; con o sin leche, con o sin azúcar, con sabor a malteada y a postre o simplemente, café negro o express para hablar en serio, para conversar de fondo, para decir tonterías y reconectarse con las personas con las que no se come ni se cena o desayuna, pero sí se toma café.

El café es una suerte de pretexto serio, aunque no demasiado, para rondar por la vida, ponerse al día, hablar de lo ocurrido o tocar de nuevo lo de siempre y echar de paso un lazo social, un toque amistoso.

Tomar café es, para algunas personas, algo prohibido (salvo cuando es descafeinado) más allá de las 15 horas y, en cambio, es parte de la mañana pensativa, de la reflexión y del gusto.

Poder salir a tomar un café entre semana es un auténtico privilegio de la vida; quiere decir que no se está esclavizado a un trabajo fijo con horario estricto. Salir a echar café, que es lo mismo que a platicar, conversar, contactar, es algo muy valorado por quienes gustan de conversar de ida y vuelta. Aquí alrededor, nomás por enunciar, están El Secretito, Fractal, Café Pamqué, Cielito Lindo, La Parroquia, Café del Sur, Jekemir, Xpressa, Sanborns, Starbucks, Quotidien, Maison Kayser, el Gebel (que fue motivo de una otra Dar la vuelta), Mandrake y decenas de otros que una no entiende cómo salen adelante, cuántos cafés venden al día o cómo pueden ser negocio ya que quienes están echando café en realidad no consumen demasiado, salvo tiempo, conversación y espacio.

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