Ciudad de México, julio 26, 2024 18:07
Revista Digital Noviembre 2022

EL ÁLBUM / Los anónimos de la Revolución

La gran lupa se dirige hacia los personajes principales y pocas veces cambia de dirección a todos aquellos que lo arriesgaron todo y muchas veces lo perdieron por un ideal, como en la Revolcuión Mexicana.

Existen miles de páginas y volúmenes sobre la Primera Revolución del siglo XX. Los líderes, caudillos e ideólogos generan la mayor atención de historiadores y estudiosos sobre el fenómeno social que cambió el antiguo régimen porfirista por un sistema democrático que estuvo ausente por más de 35 años.

Herculano de La Rodia y su hija Clara, revolucionarios de Durango. Foto: Agustín V. Casasola, circa 1910

Debido a esto, esta gran lupa que se dirige hacia los personajes principales pocas veces cambia de dirección a todos aquellos que lo arriesgaron todo y muchas veces lo perdieron por un ideal que fue cambiando según las circunstancias de su propia vida. Si consideramos que en las cifras oficiales (generalmente poco exactas y calculadas hacia abajo) se cuentan más de un millón de muertes por el movimiento armado, en ese momento es donde tomamos conciencia de cuántas vidas se sacrificaron por el ideal democrático y revolucionario.

Dos parejas revolucionarias. Foto: Agustín V. Casasola, circa 1911

A través de las imágenes que presentamos a continuación podemos tener de primera mano una mínima idea de lo que millones de personas de todas las clases sociales tuvieron que cambiar en sus vidas y enfrentar para sobrevivir y cuidar de sus familias y pertenencias. Miles de niños quedaron huérfanos, muchas mujeres quedaron viudas, infinidad de hombres fueron reclutados a la fuerza. Algunas veces las tropas revolucionarias llegaban a los pueblos a sumar adeptos jóvenes y hasta niños a la lucha en cuestión, y hacia 1914, con la disolución del ejército federal y los inicios de su transformación al ejército constitucionalista, se recurrió a la “leva” (que literalmente proviene de “levantar” y así reclutar civiles a la fuerza).

Familias enteras huyeron de sus lugares de origen llevando consigo lo indispensable y se trasladaban en el ferrocarril muchas veces ignorando cuál sería su destino final o hacia donde se dirigían. Muchas de estas familias vivieron arriba de los vagones del tren por días o meses hasta encontrar refugio en un nuevo destino o en alguna “gran ciudad”.

Familias viviendo arriba del ferrocarril. Foto: Agustín V. Casasola, circa 1911

La etapa más cruenta de la Revolución Mexicana se dio sin duda luego de los asesinatos del Presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, orquestados por Victoriano Huerta. Fue ahí donde las encarnizadas luchas entre tropas revolucionarias y fuerzas federales se multiplicaron prácticamente en todo el país y dejaron muerte y destrucción a su paso.

Mención aparte merecen las soldaderas que acompañaron a sus hombres y tomaron las armas para defender su propia supervivencia y la de los suyos. Mujeres enfermeras, cocineras, madres de hijos propios y ajenos, y con la firme convicción de defender lo suyo.

Todos ellos, personajes anónimos que contribuyeron a cambiar la historia de nuestro país.


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