¡Has sido ‘cancelado’!
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Foto: captura de Internet.
POR ALBERTO CASTRO LEIVA
No importa cuanto tiempo ha transcurrido ni el contexto. La cultura de la cancelación es un concepto, que pretende ejercer un tipo de control sobre un Mundo cada vez más peligroso y menos tolerante. Por un lado, se puede observar como un ataque a la libertad de expresión, y un proceso justo, en caso de haber cometido un error a los ojos de la sociedad.
La cultura de la cancelación es la nueva norma social de censura, y todas y todos estamos jugando un papel. Desde los partidos políticos, los académicos, los editores, los periodistas, las corporaciones, grupos de personas, y los individuos que buscan excluir, exiliar a un individuo o grupo de la sociedad.
Según la cultura de la cancelación, “las transgresiones deben ser castigadas sin importar cuánto tiempo atrás ocurrieron”. Esta, es la regla de oro. La cual, a menudo, reduce problemas complejos, a una vista binaria.
“No eres mejor que tu peor momento.”, “Eres anti-racista o eres racista!”.
La cultura de la cancelación surgió de la necesidad de castigar y dar una paliza a ese individuo, grupo, o identidad, etcétera, que en algún momento crearon un daño irremediable en contra de otro individuo, grupo, minoría, o un colectivo de la sociedad, con la finalidad de concebir una vergüenza pública.
Pero tal como ocurre con muchos temas contemporáneos en la sociedad, son aquellos, con el poder de nombrar, a quien nombran. Los que tienen el poder, hacen una apelación a la sociedad, principalmente vía redes sociales y lo llaman, la cultura de la cancelación. Aquellos que no tienen el poder de nombrar, no nombran. Y como de costumbre (práctica, tradición, sistema), los que no tienen el poder, se sientan en silencio. ¿Suena familiar?
La cultura de la cancelación esta poniendo en peligro no solo la cultura popular. En muchas ocasiones, ha sido usada como causa para investigar y castigar a individuos por un hecho cometido, fuera del estatus de limitación. Hechos, que estos individuos hicieron en una etapa de sus vidas, y el denunciante, sin saber el contexto en toda su capacidad, demanda que se pague el precio mas alto, y en un abrir y cerrar de ojos, el individuo se convierte en víctima. En muchas ocasiones, estas revelaciones se ejecutan en pleno anonimato, quid pro quo.
¿Donde quedaron los días en los cuales tu maestro o directora de la facultad, tu jefa o jefe, te llamaban en privado para tratar de resolver un tema en el cual te viste involucrado? Donde la sentencia se entregaba a puertas cerradas, pero con todo el peso de autoridad. ¿A dónde se fueron los días, en el cual no se rechazaba la distinción entre ofensa y daño, entre desacuerdo y discriminación, entre palabras y acciones?
“Un ojo por un ojo”, se ha convertido en una venganza justificada, una especie de eslogan, ya que nadie es inmune y a todos nos puede pasar.