DAR LA VUELTA / De La Casita al Hostal
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El Hostal de los Quesos. Foto: Patricia Vega
El origen de la famosa taquería El Hostal de los Quesos, en la Del Valle, resulta increíble porque involucra en ella al filósofo de izquierdas, Luis Villoro, cuyo centenario de nacimiento se festeja este 3 de noviembre.
POR PATRICIA VEGA
En la esquina de la calle Pilares –concretamente el número 205— con avenida Coyoacán se ubica uno de los restaurantes más concurridos de la colonia Del Valle: el Hostal de los Quesos que está celebrando su quinquagésimo aniversario
Sin embargo, pocas personas conocen los inicios de esta taquería que oginalmente se llamó La Casita y que el escritor y cronista Juan Villoro –quien acaba de recibir, en Colombia, el premio a la excelencia periodística que anualmente otorga la Fundación Gabo— bautizó en una de sus textos como “la taquería revolucionaria”.
La historia se remonta a la fundación, en 1974, del Partido Mexicano de los Trabajadores, agrupación política iniciada por el ingeniero Heberto Castillo y el filósofo Luis Villoro, entre muchos otros destacados intelectuales de izquierda que habían participado en el Movimiento Estudiantil de 1968. Heberto, a su paso por la cárcel de Lecumberri –por ser líder de la Coalición de Maestros durante el mencionado movimiento— conoció a unos taqueros de guisados que, al salir de la cárcel, se convirtiron en la fuerza de trabajo para emprender un negocio –inevitablemente capitalista– cuyas utilidades sirvieran para financiar al PMT, un partido de izquierda.
Convencido del proyecto, Luis Villoro se convirtió en socio inversionista al poner la casa ubicada en la famosa esquina. Así fue como nació La Casita, una taquería de tacos de guisados mexicanos –rajas con crema, tinga, chicharrón en salsa, pollo en mole, chorizo con papas–que tuvo, por cierto, corta vida con ese nombre y oferta alimenticia, más propia de un puesto callejero que de una taquería en forma.
De manera paralela, Andrés Olivella Landero –de origen catalán, pero ya nacido en México— había fundado, en 1972, el primer Hostal de los Quesos, en la calle de Medellín esquina con Bajío, en la colonia Roma. La taquería de inmediato se acreditó y se convirtió en un muy buen negocio, gracias a una propuesta que hoy contiúna en su nueva sede: tacos de carnes y quesos asadados en parrillas de carbón.
El azar quiso que en 1977, Margarita Valdés –segunda esposa de Luis Villoro— en un vuelo a La Habana, Cuba, coincidiera y tomara asiento junto al matrimonio Olivella –Belia y Andrés—. A través de una plática casual intercambiaron teléfonos y conversaron sobre sus respectivas actividades. Aunque cada pareja prosiguió el viaje por su cuenta, ese fue el inicio de una larga y fructífera amistad.
Un año después y ante la evidencia del fracaso económico de la utopía nombrada La Casita, Margarita Valdés se apersonó en el primer Hostal… y acordó –junto con Luis– que, a partir del 5 de enero de 1978, Andrés Olivella empezaría a operar el negocio a cambio de una renta. Ese trato duró 30 años y dio paso a que la taquería de guisados mexicanos se convirtiera en el famoso Hostal de los Quesos.
Heberto Castillo, a su paso por la cárcel de Lecumberri –por ser líder de la Coalición de Maestros durante el mencionado movimiento— conoció a unos taqueros de guisados que, al salir de la cárcel, se convirtiron en la fuerza de trabajo para emprender un negocio –inevitablemente capitalista– cuyas utilidades sirvieran para financiar al PMT, un partido de izquierda.
Durante ese periodo, los Olivella fueron adquiriendo los terrenos circundantes por si tenían que devolver la propiedad a sus dueños no tuvieran que mover y acreditar nuevamente un negocio que ya iba viento en popa. Sin embargo, ese cambio de ubicación nunca fue necesario debido a que por motivos personales, Margarita se decidió a vender la propiedad a sus antiguos amigos y socios comerciales, sumándola, por fin, a los cinco lotes que para entonces los hermanos Olivella –Andrés y Antonio—adquirieron y unieron para poder crecer conforme el negocio lo fuera pidiendo. Lo que fue una casa antigua con bóvedas catalanas se convertió en el establecimiento que hoy conocemos y que tiene la ventaja en la zona de poder ofrecer un amplio estacionamiento a sus clientes.
En la actualidad Andrés y su primo hermano, Marco Antonio, están al frente del negocio; hace unos 15 años recibieron la estafeta por parte de su padre y tío, respectivamente y trabajan de la misma manera que lo hicieron sus antecesores: codo a codo. Otra vez el azar: debido a la pandemia de Covid-19 que obligó a cerrar los salones de los restaurantes, ellos pudieron aprovochar este periodo para remodelar sus instalaciones pues desde que reabrieron ya como el Hostal de los Quesos, en 1978, nunca habían podido hacerlo debido al éxito. Andrés Olivella hijo lo platica con mucho orgullo: “el negocio fue creciendo conforme lo fue pidiendo: fuimos la primera taquería en la CDMX con servicio a domicilio. Al principio repartíamos en una bicicleta y era un servicio adicional al cliente”.
De una pasaron a cinco líneas telefónicas y cuando la demanda, que era enorme, los rebasó –eso ocurrió unos tres años antes de la pandemia–, Andrés inició un call center que instaló en una de las propiedades del negocio. Su funcionamiento es automatizado y la información de los pedidos se envía a través de nodos a las áreas de producción y de ahí se concentran en el área de servicio a domicilio. Fue cuando Andrés hijo desarrolló una aplicación para que los clientes puedieran hacer directamente sus pedidos y estableció alianzas con diversas plataformas para garantizar su entrega oportuna. El proyecto se convirtió en un brazo muy importante de el Hostal de los Quesos y cuando tuvieron que suspender el servicio presencial para concentrase únicamente en las entregas a domicilio: “ya estábamos preparados.” Todo lo demás es historia.