La pirámide que descubrió Octavio Paz, en Mixcoac
Pocos juarenses saben que en su delegación, considerada una de las mejores de la capital, existe también en la colonia San Pedro de los Pinos una zona arqueológica… y menos que cuando de niño vivió en Mixcoac, el gran poeta mexicano fue el descubridor del santuario al dios Mixcoatl. A continuación se reproduce el texto recién publicado en la edición impresa 162 de Libre en el Sur.
Stff/Libre en el Sur
Octavio Paz no nació en Mixcoac, como él mismo lo aclaró varias veces; pero sí pasó su niñez y parte de su adolescencia en la casa de su abuelo, don Ireneo, en San Juan Mixcoac, justo frente a lo que hoy es la Plaza Valentín Gómez Farías. Ya consagrado como poeta y ensayista, relató muchos años después cómo fue él quien descubrió lo que es el tesoro prehispánico de la delegación Benito Juárez, cuando no tenía siquiera diez años de edad: La zona arqueológica de Mixcoac.
“Una mañana de asueto, durante un paseo con mis primos por las afueras del pueblo, tropezamos con un montículo que nos pareció ser una diminuta pirámide”, contó Paz, Premio Nobel de Literatura 1990, en un texto seleccionado por Guillermo Sheridan y publicado en el periódico Reforma en abril de 1994.
“Regresamos alborozados y contamos nuestro hallazgo a los mayores. Sonrientes movieron la cabeza: creyeron que se trataba de otra invención de María Luisa, una de mis primas que había creado toda una mitología de seres misteriosos. Sin embargo, a los pocos días nos visitó el arqueólogo Manuel Gamio, amigo antiguo de nuestra familia. Oyó sin inmutarse nuestro relato y esa misma tarde lo guiamos hacia el sitio de nuestro descubrimiento. Al ver el montículo nos explicó que probablemente era un santuario consagrado a Mixcoatl, divinidad que dio nombre a nuestro pueblo antes de la conquista”.
Lo era, efectivamente. Mixcoac significa lugar donde se venera a la serpiente de nube, sitio exacto que descubrió el niño Paz, que tuvo una ubicación privilegiada por encontrarse cerca de la gran laguna, así como de los ríos y arroyos que descendían de las montañas del poniente.
Por eso los antiguos mexicanos construyeron a los alrededores numerosas aldeas en que se aprovecharon las corrientes de agua para la agricultura. La zona arqueológica limita al norte con la calle 20 de la colonia San Pedro de los Pinos, al sur con la casa de cultura La Pirámide, al este con la calle Pirámide y al oeste con el Anillo Periférico.
La exploración del sitio fue iniciada por el arqueólogo Eduardo Noguera en 1921 y los estudios más recientes de la zona arqueológica se deben al también arqueólogo Roberto Gallegos. El lugar habría sido habitado, de acuerdo al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), desde el Preclásico Medio, 100 años antes de Cristo; pero fue en el Postclásico (que duró del 900 después de Cristo hasta la llegada de los españoles, en 1521), cuando alcanzó su mejor momento con la construcción del templo dedicado al dios Mixcoatl. Fray Bernardino de Sahagún relató que esa deidad fue venerada por los músicos, cantadores y bailarines del altiplano.
En los primeros cinco días del festejo, los hombres de Tenochtitlan, Tlatelolco y algunos pueblos cercanos fabricaban saetas y dardos que eran utilizados en cacerías sagradas en el cerro de Zacatepec, y quienes participaran en ellas debían pasar por el adoratorio de Mixcoac. Al sexto día se llevaba a cabo la celebración de los muertos, que culminaba con el sacrificio de un esclavo.
De la zona arqueológica sólo se conserva en la actualidad una pequeña parte del área ceremonial del sitio, el cual presenta tres periodos constructivos muy bien definidos que datan del Postclásico. Se puede apreciar el recinto sacerdotal, una tina de baño y la gran plataforma ceremonial.
También un área que se presume pudo servir como “piedra de los sacrificios”, a un costado del basamento principal. Lamentablemente, la importancia histórica del centro contrasta con la falta de difusión necesaria, aún para que los juarenses lo conozcan y valoren; el proyecto de un museo que exponga en el mismo lugar piezas de obsidiana y barro que fueron encontradas desde los años 80 del siglo pasado, ha quedado pospuesto indefinidamente por falta de presupuesto.
Al recinto de Mixcoatl –que carece hasta de letreros que lo identifiquen— no hay acceso libre; sin embargo quien lo solicite a los vigilantes puede ingresar diariamente entre las 8 de la mañana y las 6 de la tarde. El lugar luce con prados bien cuidados y las ruinas, si bien quedaron reducidas tras la conquista, presentan muchos elementos originales. Pero también está triste y solo, entre el ruido de los autos que pasan por el Periférico a gran velocidad.
DIOS DE LA CACERÍA
Mixcoatl (en náhuatl: mixcoatl, ‘nube de serpiente”mixtli, nube; coatl, serpiente’), también llamado Taras en Michoacán y Camaxtle en Tlaxcala y Huexotzinco, es un dios de la mitología mexica, el dios de las tempestades, de la guerra y de la cacería. Los mexicas creían que la Vía Láctea era una representación de este dios, aunque existe otra clase llamado Iztac-Mixcoatl un viejo dios celeste parecido a Ometéotl. También es un personaje legendario, padre de Ce Aatl Topiltzin Quetzalcóatl y guía de un grupo de chīchīmēcas que se asentó en Tula (en el actual Hidalgo) en el siglo X. Mixcóatl era relacionado como un dios forastero para los pueblos nahuas, al ser el dios de los Otomíes, dios de la caza, ya que este pueblo vivía en los montes y eran considerados todos cazadores, y Chichimecos.