Ciudad de México, julio 26, 2024 18:03
Opinión Rebeca Castro Villalobos

Los negros juegos de la mente

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

No son tiempos de tirar la toalla y dejarse llevar por la desolación ni caer en una soledad profunda, le repito constantemente, más cuando me deja escuchar esa voz llorosa e inconsolable, que a veces es a diario…”

POR REBECA CASTRO VILLALOBOS

No es ninguna novedad decir que desde que inició la pandemia son más las personas que sufren problemas mentales como es la depresión, la ansiedad y el pánico.

En  particular conozco una buena amiga –a quien por supuesto pedí autorización para escribir de ella y su padecimiento– que sufre esos males desde hace tiempo atrás, y no precisamente a causa de este maldito virus; pero sí he notado que en estos últimos meses, sus síntomas, todos los que arriba refiero, se han acrecentado en demasía.

Antes era sabido que los días nublados y lluviosos la ponían triste y sin ganas de hacer nada, sólo estar metida entre las cobijas de la cama como si fuera su escudo protector; pero ahora, no importa si hay un resplandeciente sol, igual está decaída, sin ánimos de hacer o deshacer.

Llora por cualquier cosa, o por nada,  y la soledad que anteriormente podría llegar a disfrutar se ha convertido en un martirio, aunque cae en la incongruencia de no querer salir de casa y los paseos o caminatas que durante mucho tiempo le eran agradables han dejado de serlo.

Consecuencia de sus padecimientos sufre de dermatitis nerviosa y por ende sus brazos se han infestado de moretones, al grado que el otro día me contó que una cajera de un supermercado, al verle los brazos, la cuestionó si era agredida y violentada por su pareja.

A pesar que ha recibido tratamiento psiquiátrico desde hace más de 10 años con sus respectivos medicamentos, todo indica que los mismos no han dado los resultados esperados; sin embargo, es sabido que no puede dejarlos de un día para el otro, sin la recomendación del médico, debido a que traería consecuencias físicas y/o mentales.

El colmo es que ya no confía en el susodicho galeno. Siente que después de tanto tiempo sólo ha gastado en consultas y en pedir recetas médicas: no hay como ahora que he investigado un poco, una asesoría para que junto con los medicamentos tenga, después de tanto tiempo, un final feliz.

Y si antes de esta pandemia tenía planes que la incitaban y mejoraban su ya deteriorado ánimo, la actual situación ha causado fuertes estragos en su vida, dejando pausado todo lo que la mantenía deseosa, contenta y tranquila.

Sé, porque la conozco bien, que ella es la primera que desea salir de ese estado en la que se encuentra. Incluso gracias a una mutua amiga, ya ha buscado la fuerza espiritual y no pasa un día sin que los rezos sean parte obligada y los más necesarios de su deprimente amanecer.

Todos los artículos referentes a su estado anímico los conserva y guarda para leer y releer, incluso compartir con los que estamos cerca a efecto de que comprendamos lo que pasa por su mente que casi siempre le hace pasar malas jugadas.

No sé si existe una cura mágica para terminar con su pesar. Espero que sí. Por lo pronto me uno con ella a sus oraciones para que el de Arriba y la Virgen, la apoyen en estos momentos.

No son tiempos de tirar la toalla y dejarse llevar por la desolación ni caer en una soledad profunda, le repito constantemente, más cuando me deja escuchar esa voz llorosa e inconsolable, que a veces es a diario.

Le insisto, porque he estudiado su caso,  que su enfermedad mental tiene remedio, siendo tratada con atinados medicamentos y tratamientos de conversión. Incluso hay grupos de autoayuda y estrategias de afrontamiento, también pueden ayudar.

Eso sí, para tener una buena y aceptable salud física emocional y psicológica es requisito tener a la mano (y emplearlas) algunas tácticas que impedirán que nuestros pensamientos nos dominen, fundamentalmente en esas situaciones complicadas como las que actualmente vivimos.

En esos días que no puede más y sólo me queda aconsejarla le pido continuar y no dejarse caer; pero para eso, le repito insistentemente, se requiere actitud, esfuerzo y voluntad.

Termino este texto preguntando: ¿Qué más se puede hacer por una querida  amiga que ha dejado sus sueños y proyectos a un lado para vivir en una negra y profunda oscuridad?

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