Ciudad de México, julio 26, 2024 18:21
Revista Digital Mayo 2021

Mamás en pandemia / Que llegue la fiesta patronal

Quiero ver a mis vecinas y mis vecinos, quiero ver a sus hijas e hijos, quiero ver a sus padres en la calle, quiero y deseo que esto pase y que la nueva normalidad se desvanezca.

POR BRENDA ARENAS

Que nuestras bendiciones nos perdonen por todas nuestras frustraciones. Que nos perdonen por los gritos, la impaciencia, la falta de empatía. Porque ni nosotros ni ellos sabemos vivir encuartelados y en tanta soledad. Qué nuevas maneras de relatar la niñez vendrán de ahora en adelante. Quienes crecimos en los ochenta, rodeados de espacios públicos, de amigos de la colonia, de juegos que nos movían las piernas, no podemos ser buenos promotores de las miradas fijas y las espaldas incrustadas en las sillas.

Empezando marzo el año pasado, la OMS declaró que la epidemia se convertía en pandemia y me asusté. Compré cubrebocas donde encontré y tuve la primera charla seria con mi familia. “Cuando esto avance, la única que saldrá de casa seré yo”, le dije a mi madre de 80 años, a mi hermano de 50 que está convaleciente y a mi hija pequeña. “Cómo eres exagerada”, me dijo mi mamá, como tantas otras veces.

Mis días de contingencia son de fungir como varias personas. Amanece y soy mi madre. Me levanto muy temprano para sacar al perro a hacer sus necesidades. Luego voy al parque con una escoba para barrer un área donde pongo comida y agua limpia para los pájaros, las palomas y las ardillas. La gente me pregunta por mi mamá, les digo que está bien pero por ahora tengo su encomienda. Regreso y soy yo misma, me toca bañar, vestir y alistar a Alexa para sus clases en línea. Luego soy la maestra y la verdad soy muy mala en este papel porque no encuentro la paciencia y así mi hija ha ido perdiendo interés en aprender porque ella no puede evitar hacer comparaciones con sus  “misses”.

Me alegro tanto en este encierro de vivir en Benito Juárez. Tenemos todo cerca: la tiendita, el mercado, el supermercado, la farmacia, el banco. Mi vista es inmejorable: el parque. Estos días extraño el camión de los productos oaxaqueños: Toño quien me vende cada 8 días el queso, las galletas de nata y las nueces. El señor que trae los cocoles sigue viniendo a traerme el pedido de pan. La Iglesia y sus misas, el movimiento de gente entrando y saliendo. Comprar esquites calientitos o un elote tiernito nos ayudarán con esto.

Alexa y yo esperamos con ansias las fechas patronales. La feria, los puestos de buñuelos y de antojitos mexicanos. Espero que llegue la posada de la iglesia con todo y su tómbola famosa. Quiero ver a mis vecinas y mis vecinos, quiero ver a sus hijas e hijos, quiero ver a sus padres en la calle, quiero y deseo que esto pase y que la nueva normalidad se desvanezca hasta que podamos hacer nuestras vidas sin exageraciones ni paranoia.

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