Ciudad de México, abril 27, 2024 00:24
Dar la Vuelta Opinión Patricia Vega Revista Digital Diciembre 2022

DAR LA VUELTA / Los Nacimientos de Carlos Pellicer

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

“Era una obra ‘casi maestra’ la de Carlos Pellicer, pues en ella confluían la plástica, la escultura, la arquitectura, la música y la palabra mezcladas con profunda religiosidad”.

POR PATRICIA VEGA

I.

En su famosa columna Inventario –publicada el 25 de febrero de 1980 en la revista Proceso— que José Emilio Pacheco (JEP) dedicó a Carlos Pellicer afirmó, contundente, que el poeta tabasqueño “nació con todos los dones que tanto trabajo cuesta a adquirir a otros” y por ello es que “la habilidad rítmica y estrófica, la exactitud, el colorido y la eufonía del vocabulario se dieron como hechos implícitos y simultáneos en su invención poética”.

José Emilio Pacheco –él mismo poeta, además de cuentista, novelista, ensayista y traductor— sostuvo, en la mencionada columna, que Carlos Pellicer (1897-1977) reprochó a los poetas de su época el abandono de la estrofa, la rima, la unidad rítmica que es el verso. “Esta defensa de la forma en la poesía –argumentó JEP— no provino de un académico ni un tradicionalista sino del primer poeta realmente moderno que se dio en México”.

De tal dimensión es la obra poética de Carlos Pellicer, quien ha sido considerado como uno de los poetas más sobresalientes y singulares dentro de la tradición de los poetas católicos que en México había sido olvidada, al hacer de la comunicación con Dios, la soledad, la adoración por su madre, la renovación de la fe y su ferviente exaltación de la naturaleza y del paisaje selvático de Villahermosa, algunos de sus temas más recurrentes. En síntesis, en Pellicer la naturaleza es el vehículo para purificar el alma y expresar una profunda religiosidad que es, al mismo tiempo, una “interminable alabanza al mundo”, como bien señalara Octavio Paz.

Comparto aquí la estrofa con la que Pellicer abre su primer libro, Colores en el mar, publicado inicialmente en 1921, cuando el poeta tenía apenas 24 años:

          En medio de la dicha de mi vida

          deténgome a decir que el mundo es bueno

          por la divina sangre de la herida.  

II

Todo lo anterior para contarles que además de poeta, Carlos Pellicer se destacó como museógrafo formado en la Sorbona de París –y ya en México creó las museografías de los museos de La Venta, en Villahermosa, Tabasco, y el Anahuacalli de Diego Rivera y la Casa de Frida Kahlo, en la ciudad de México– y tuvo una vena pictórica que pudo expresar a través de la tradición de colocar anualmente un Nacimiento en su domicilio, hábito que le inculcó su madre y que el poeta conservó prácticamente hasta su muerte, que ocurrió el 16 de febrero de 1977, para expresar su religiosidad.

Ya forma parte de la historia de la ciudad el hecho de que la celebración, en alabanza, al nacimiento del niño Jesús fue durante más de tres décadas un importante evento anual para Carlos Pellicer al que el poeta dedicaba mucho tiempo a su preparación. Por ejemplo, en sus distintos recorridos por la naturaleza, don Carlos recolectaba materiales que utilizaría en su montaje: cortezas de árbol, hojas, piedras, ramas, musgo… Los árboles eran simulaciones naturales, y encargó a artesanos la hechura de las figurillas –el niño, la virgen María, San José, los ángeles, pastorcillos, los animales del campo y los Reyes Magos; llegaron a ser tantas que daban para 40 nacimientos–.

Pellicer también pintaba los paisajes –los volcanes Popo e Ixta–, imitaba ríos y preparaba una instalación eléctrica para iluminar los astros que desde la bóveda celeste alumbraban el pesebre. Los espectadores entraban –el nacimiento estaba abierto durante unas cinco o seis semanas para cualquiera que tocara el timbre entre las seis de la tarde y las nueve de la noche– a un enorme cuarto y adecuaba su posición para que tuvieran una perspectiva completa de la obra y también pudieran escuchar la declamación del poema escrito especialmente para la ocasión y que, a veces, cuando le daba tiempo Pellicer grababa previamente en un disco. Alguna vez le dijo a Elena Poniatowska: “escuche bien lo que le voy a decir, criatura: este nacimiento es lo único importante que he hecho en mi vida”.

A través de esta obra “casi maestra” pues en ella confluían la plástica, la escultura, la arquitectura, la música y la palabra mezcladas con profunda religiosidad. Fue así como surgió un conjunto de 34 poemas –numerados y fechados– que no fueron concebidos como un poemario completo ya que el poeta daba más importancia a la representación en sí del nacimiento del niño Jesús; fue su sobrino, el pintor Carlos Pellicer López, quien los rescató y recopiló bajo el título de “Cosillas para el nacimiento”, libro editado un año después de la muerte del gran poeta tabasqueño, con prólogo de otro poeta y ensayista católico: Gabriel Zaid, quien señaló que Pellicer realizaba una especie de performance con las personas que decidían acompañarlo a participar en un “auto sacramental”.

Nacimiento en la casa familiar de Patricia Vega. Foto: Especial

Pellicer también pintaba los paisajes –los volcanes Popo e Ixta–, imitaba ríos y preparaba una instalación eléctrica para iluminar los astros que desde la bóveda celeste alumbraban el pesebre.

III.

Nunca olvidaré que, proveniente de un norte más afín a la tradición de Santa Claus, mi pequeña familia llegó a residir a la ciudad de México en 1966. Como parte de las nuevas costumbres tuve la gran fortuna de que me llevaran –por lo menos en dos ocasiones— a contemplar un magnífico Nacimiento con el que se nos invitaba a recapacitar sobre la maravilla ahí representada: la presencia salvadora de Dios en nuestras vidas. Ahora es de mi conocimiento que ese hombre altísimo, de sonora voz y cabeza rapada, que amablemente abría la puerta y nos invitaba a pasar, era el poeta Carlos Pellicer y que su casa se ubicaba en Sierra Nevada 779, en Las Lomas de Chapultepec.

Quiero decirles mis queridos amigos que en el Valle de México   

Cristo ha nacido

Vamos a ser muy hombres frente a este Niño.

Vamos a ser muy hombres, es decir buenos…

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