Ciudad de México, octubre 13, 2024 11:40
Opinión Víctor Manuel Juárez Cruz

Nuestra guerra

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En su guerra por el territorio, los ejércitos de los malandros utilizan camiones blindados (llamados monstruos), drones artillados, minas de tierra, fusiles de asalto y hasta las Barret, capaces de penetrar fuertes blindajes con sus 50 milímetros.

POR VÍCTOR MANUEL JUÁREZ

Con los ojos y el corazón puestos en Ucrania, ante a la injustificada invasión de las tropas rusas a ese país, hemos dejado de ver nuestro entorno y nos negamos a observar nuestra propia guerra no declarada y de mediana intensidad. Con sus desplazados y sus muertos ahí está desde hace años. A lo largo y ancho de país los hechos violentos se repiten. Si no es Zacatecas es Colima o Michoacán, Nuevo León, Sonora, Jalisco, Tamaulipas y hasta la joya turística del Caribe Mexicano, Quintana Roo.

Parecería que nuestra capacidad de asombro ha llegado a su límite, pero no. Ajusticiados en plena playa de Cancún o Acapulco, desaparecidos y descubrimientos de masivas fosas clandestinas con miles de osamentas, levantados en todos los puntos de nuestra geografía. Balaceras y enfrentamientos que se prolongan en angustiosas horas para la población civil.

Y ahora, para llegar a niveles inusitados de violencia y sorpresa, nos enteramos del fusilamiento colectivo de 17 personas en un poblado de Michoacán, llamado San José de Gracia – pero que será conocido como San José en Desgracia— y que hasta ahora se había librado de los horrores de está nuestra guerra.

El citado poblado es eminentemente de gente trabajadora de enorme vocación ganadera. Hasta el domingo pasado, la guerra no había tocado sus puertas, posiblemente por su lejanía de la tierra caliente y donde se escenifican combates entre sus pobladores y matones de los cárteles o entre los mismos cárteles.

En su guerra por el territorio, los ejércitos de los malandros utilizan camiones blindados (llamados monstruos), drones artillados, minas de tierra, fusiles de asalto y hasta las Barret, capaces de penetrar fuertes blindajes con sus 50 milímetros. El recuento de los daños es mucho y han llegado a afectar las exportaciones de productos de gran demanda en el extranjero, como lo es el aguacate y el limón.

Y en todo esto quien más pierde es el ciudadano de a pie, el pueblo mismo. El pueblo que se dedica a la siembra de alimentos y su recolección, los comerciantes y productores en pequeño y el resto de los pobladores que, ante el avance impune de las fuerzas del mal, deben abandonar sus casas, sus cosechas, sus negocios y hasta a sus familias.

Así, las sorpresas no paran y esta semana San José de Gracia fue el escenario de la nota increíble y que ha llevado a toda clase de especulaciones. Desde aquellos que por defender la ineficacia de los cuerpos de seguridad aseguran que es un montaje, hasta la aguda observación de muchos ante la falta de la principal evidencia: los cadáveres.

En acción inusitada, los malandros que colocaron a sus víctimas para ser fusiladas –aunque la autoridad insiste en que fue un enfrentamiento en venganza del Toro contra el Pelón–, luego del horrendo hecho se dieron a la tarea de limpiar la escena. Levantaron los cadáveres y se los llevaron. Enseguida, con bombas de agua, que llevaban en las mismas trocas, se dedicaron a limpiar y barrer la sangre y vísceras ahí derramadas. 

Inexplicablemente nadie aviso a las autoridades y durante más de cinco horas en que tardaron en llegar las policías estatales y federales, los malandros pudieron limpiar su cochinero y sólo dejaron algunas bolsas con material de limpieza, masa encefálica y casi 100 cartuchos percutidos. A bordo de varias camionetas pick up llegaron y se fueron con todo y cadáveres sin que nadie los viera por la carretera. Igual que en Caborca, Sonora, donde se sabe que durante toda una noche se pasearon los malandros en busca de sus víctimas.

De lo de San José de Gracia hoy sabemos que el posible motivo son rencillas y venganzas entre dos grupos antagónicos surgidos de la Familia Michoacana y los Caballeros Templarios, y que hoy sabemos ambos forman parte del CJNG. Sabemos que uno de ellos (El Pelón) llegó al sepelio de su madre y con “permiso del CJNG” la veló. Empero, el Toro no obedeció y llegó con 40 sicarios a bordo de 15 camionetas y barrieron con todos, como lo muestran los videos. Perdido, el subsecretario de Seguridad Federal, Ricardo Mejía, asegura fue un enfrentamiento, cuando todos vimos un fusilamiento.

Explicable que la policía municipal no haya llegado a lugar de los hechos, aunque reconocen ahora vieron pasar el convoy de sicarios. Simplemente miraron para el otro lado y los dejaron pasar, ante la superioridad. Estaban totalmente rebasados en número y armamento.

Inaudito así, que lejos de combatirlos, se pida desde el púlpito de Palacio que “por favor el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) cambie de nombre, pues desprestigia a Jalisco”. Como si el desprestigio no fuera ya mayúsculo, como lo es la sensación y percepción de inseguridad y creciente violencia en todo el país.

No urge un cambio en la estrategia de seguridad, como lo ha afirmado el jefe de la bancada morenista en el Senado, Ricardo Monreal. Urge una estrategia de combate a la criminalidad organizada, que día a día se apropia de más territorios.

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