POR LA LIBRE/ La rosca
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Las monjas panaderas. Tradución de 70 años. Foto: Desde la Fe.
“Aun sin la emoción que nos causaba la misteriosa visita de los tres Reyes montados en un camello, un caballo y un elefante para dejarnos regalos, la tradición me ha acompañado a lo largo de mi vida. Y parte esencial de ella es precisamente partir la Rosca de Reyes en familia, acto final por cierto de la temporada que llamamos navideña…”
POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
Desde que yo era niño y hasta la fecha miles de mexicanos acuden cada año a la pastelería Ideal del centro histórico de la Ciudad de México a adquirir la Rosca de Reyes. Así lo hacía mi padre allá en los años cincuenta del siglo pasado para que compartir el simbólico pan en la merienda del 6 de enero, costumbre feliz que guardo en la memoria. Para esas horas, los Santos Reyes nos habían ya dejado a los niños junto al Nacimiento que ponía mi madre los juguetes, no necesariamente los solicitados por nosotros pero si invariablemente bienvenidos.
Sabemos que la Rosca de Reyes es una tradición que tuvo sus comienzos en la Edad Media (siglo XIV) en países europeos como Francia y España que poco tiempo después, llegó a México durante la conquista. Para los cristianos, la forma ovalada de la rosca representa el círculo infinito del amor a Dios. Las frutas secas cristalizadas que adornan el pan, simbolizan las joyas incrustadas en las coronas de los Reyes Magos, el muñeco escondido, representa al Niño Jesús.
Aun sin la emoción inolvidable que nos causaba la misteriosa visita de los tres Reyes montados en un camello, un caballo y un elefante para dejarnos regalos, la tradición me ha acompañado a lo largo de mi vida. Y parte esencial de ella es precisamente partir la Rosca de Reyes en familia, acto final por cierto de la temporada que llamamos navideña. Queda pendiente por supuesto la tamalada del 2 de febrero, Día de la Candelaría, cuando quién haya encontrado la figurita del Niño Jesús en su rebanada de rosca tendrá que pagar, costumbre que por cierto se ha reavivado en los últimos años.
Actualmente ya no voy a la pastelería Ideal de la calle 16 de Septiembre a comprar la Rosca de Reyes. Desde finales de los años setenta descubrí, cuando fundamos cerca de ahí la revista Proceso, que en un convento de Mixcoac, las religiosas la preparan como inspiradas por un ángel. Se trata de las monjas Agustinas Recoletas que desde 1949 ocupan la casona que fuera propiedad de don Ireneo Paz, abuelo del gran poeta Octavio, nuestro Premio Nobel de Literatura, que ahí pasó parte de su niñez y adolescencia.
Y ese, el entorno que rodea a estas monjas panaderas, constituye para muchos de nosotros un valor adicional a la mera costumbre de comprar nuestra Rosca cada año. El convento se encuentra justo en la plaza “Valentín Gómez Farías”, personaje que paradójicamente fue el autor de las Leyes de Reforma durante el gobierno de Benito Juárez, que incluyen severas medidas contra el clero, como la incautación de sus bienes por parte del Estado.
Según la leyenda, el espíritu del insigne liberal mexicano aun ronda por las calles aledañas a la mansión en que vivió, a bordo de una carreta tirada por dos caballos negros…”
Pues resulta que don Valentín, nacido en 1781 en Guadalajara, vivió justo a un lado de la casa que hoy ocupan las madres Agustinas Recoletas, inmueble ocupado actualmente por el prestigiado Instituto de Investigaciones Doctor José María Mora. Según la historia, el cadáver de Gómez Farías, fallecido el 5 de julio de 1858, no pudo recibir cristiana sepultura por razones obvias: el clero no permitió que los restos de aquel hereje fueran depositados en un panteón de la ciudad, por lo que tuvieron que ser enterrados en el jardín de la propia casa. Ahí permanecieron décadas, hasta que fueron exhumados y llevados a la hoy llamada Rotonda de las Personas Ilustres, el en panteón civil de Dolores.
Según la leyenda, el espíritu del insigne liberal mexicano aun ronda por las calles aledañas a la mansión en que vivió, a bordo de una carreta tirada por dos caballos negros. El golpeteo de los cascos de los equinos en el empedrado se escucha a altas horas de la madrugada por las calles de Augusto Rodin, Millet, Ireneo Paz, Nattier, Fragonard y otras de las inmediaciones de la plaza que hoy lleva su nombre…
Todo lo anterior no hace más que enriquecer la tradición de la Rosca de Reyes. Cuando menos a mi me ocurre así al asistir como cientos de vecinos de las colonias adyacentes y aun de partes remotas de la capital a formarme en la fila para esperar mi turno y adquirir el exquisito pan, que las religiosas preparan en tres tamaños diferentes.
Ellas emplean ingredientes de primera calidad, lo que se hace evidete en la calidad su producto. Usan harina, leche, huevos, mantequilla, y las frutas cristalizadas con las que se adorna, sin falta por supuesto el tradicional muñeco o “niño Jesús” en si interior. La Rosca va rellena con una exquisita mezcla de higos, camote, calabaza y ate, conforme a la receta original que mantienen intacta desde hace 70 años.
El convento se ubica en el número 8 de la histórica Plaza Gómez Farías, en la esquina de las calles Ireneo Paz y Augusto Rodin, en el barrio San Juan Mixcoac de la actual alcaldía Benito Juárez (a tres cuadras de la avenida de los Insurgentes Sur, detrás del Parque Hundido.). Pienso que xon los ingredientes adicionales que hemos repasado podremos disfrutar mejor esa delicia culinaria tan tadicional. Válgame.