Posibles y pequeños momentos de felicidad
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“Les invito a escribir sus propias listas. Estoy segura de que descubrirán que son más felices de lo que imaginan”.
POR PATRICIA VEGA
–Y fueron felices por el resto de sus días. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Ahora que están en boga los manuales y los libros de autoayuda para alcanzar “La Felicidad”, así, con letra mayúscula, caigo en la cuenta de que La Felicidad como un continuo no existe. Si acaso y bien nos va, experimentamos muchas felicidades chiquitas, de corta duración, momentáneas, provocadas por experiencias sensoriales cotidianas y sencillas que, si las valoramos y sumamos, nos pueden acercar a ese absoluto que, desde mi punto de vista, es imposible de lograr.
Aguna vez, en una conferencia dictada por Alejandro Jodorowsky, en el Palacio de Bellas Artes, le oí decir, con sabiduría contemporánea, que la felicidad se construye todos los días, milímetro a milímetro mediante nuestro esfuerzo, atención y conciencia. Todos los días hay que volver empezar de cero y empeñarnos en ser felices cada jornada con lo que somos y lo que hay. Sus palabras me impactaron y cambiaron mi percepción de ese concepto, transformándolo en algo terrenal que si nos lo proponemos y aprendemos sí se puede alcanzar.
En realidad no necesitamos mucho de todo, para ser felices. Esa es una falacia que nos ha impuesto un modelo capitalista cada vez más atroz y deshumanizado. Es mentira eso de que si nos sentimos tristes y nos lanzamos a una tienda a comprar algo que se nos antoje, de inmediato y en automático nos sentiremos felices.
En honor al Día Internacional de la Felicidad, esa quimera que es más fantasía que realidad, les comparto una lista, escrita a botepronto, de lo que me hace feliz y va así:
***
Escuchar y poner en práctica las enseñanzas de mi Maestra de Meditación.
Oir y repetir mantras
Madurar al lado de mi pareja y compartir con ella las cosas cotidianas y excepcionales de la vida.
Disfutar de mi propia compañía al reconectarme conmigo misma.
Ingerir los medicamentos, vitaminas y suplementos alimenticios que proporcionen a mi cuerpo el equilibro necesario para seguir funcionando adecuadamente y de acuerdo con mi edad.
Visitar el Ashram siempre que me sea posible.
Andar en bici, caminar y hacer ejercicio.
Llevar un diario.
Aumentar la paciencia conmigo misma y los demás.
Pasear y viajar.
Apreciar la contemplación de los paisajes.
Celebrar con alegría –no hace falta más– las fiestas de las distintas temporadas, incluyendo cumpleaños y santos.
Aprender de los animales en general y de los perros en particular.
Empezar el día con desayunos ricos y saludables que generallmente preparo yo. Si ya de por sí estamos rodeados de retos, qué mejor que empezar el día con algo que puedo controlar.
Disfrutar de exposiciones, películas, conciertos, paseos.
Ver y comentar películas y series de televisión. Salirme del cine o apagar la tele, sin culpa, cuando son decepcionantes.
Leer, leer y leer, leer a veces en la cama.
Acompañar algunas comidas con un buen vino.
La vista desde la ventana de mi recámara.
Escribir, escribir y escribir. Sumar a los escritos cotidianos un programa de escritura a largo plazo.
Ponerme metas diarias para dejar de procastinar y ser acumuladora de objetos varios y papeles.
Obtener ligereza en lo material. Lograr que el espacio en el que habito sea un auténtico refugio que pueda disfrutar.
Actualizarme tecnológicamente como antes lo hacía.
Llorar cuando tenga ganas de hacerlo.
Hacer pasar buenos ratos a quienes quiero, difrutar de sus logros y éxitos como si fueran míos.
Cultivar a l@s amig@s y convivir con ell@s, estar al tanto de cómo se encuentran.
Atesorar recuerdos y fotografías.
Cantar y aprender a tocar el ukulele.
Hojear diccionarios.
Cultivar la flexibilidad y fluir día con día.
Conocer mis antecedentes familiares. Descubrir mis genealogías.
Continuar con mis sesiones de psicoanálisis.
Usar agendas en lugar de postits que desparramo en todos lados.
Reconocer que las personas tenemos un “hueco” ontológico –un misterio—que no se puede llenar y que tenemos que aprender a vivir con él.
Experimentar la gratitud y nunca dar por hecho ninguno de los dones que la vida me obsequia.
No olvidar lo que me ha hecho feliz, aunque sea por momentos.
Hacer listas de todo lo que me gusta y no me gusta para no olvidarlo.
Ver en el celular videos y memes de perritos y reir a carcajadas antes de apagar la luz.
***
Ahora, les invito a escribir sus propias listas. Estoy segura de que descubrirán que son más felices de lo que imaginan.