Ciudad de México, octubre 12, 2024 18:18
Gerardo Galarza Opinión Revista Digital Septiembre 2024

SALDOS Y NOVEDADES / Prójimos

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La proximidad nos afecta, querámoslo o no, más que lo lejano, aun cuando la globalización y sobre todo la tecnología hayan acercado lo lejano o al menos así nos lo han hecho creer.

POR GERARDO GALARZA

El escribidor no es un experto en etimologías pero, cosas de viejos, cursó en la Preparatoria una materia sobre las griegas y las latinas, antecedentes de la mayoría de las palabras del idioma español. Por eso sabe que proximidad proviene el latín “proximîtas”, y comprende que implica cercanía, vecindad, similitud, semejanza, es decir, el prójimo.

Los clásicos de la “teoría” del oficio del periodismo -del que el escribidor tampoco es gran experto, pero que sí ha ejercido más de 50 años- establecieron que uno de los factores que determinar el valor de una noticia es, precisamente, la proximidad:

“Interesa más al lector un acontecimiento secundario que haya ocurrido cerca que otro más importante que haya ocurrido en un lugar lejano. James Gordon Bennet, hijo, cuando empezó a publicar su edición parisiense de The Herald inculcó a sus reporteros ese principio en el epigrama: `Un perro muerto en la Calle del Louvre (la del periódico) tiene más interés que una inundación en China´”, según F. Fraser Bond, en su clásico y quizás ya inconseguible Introducción al periodismo.

En México, en la redacciones de los periódicos del entonces Distrito Federal, “ese epigrama” era mucho más violento sobre todo para estas épocas de corrección política; la “proximidad” se convirtió en una especie de “tipo de cambio” cuando las noticias trataban precisamente del prójimo. Entonces, acá “cinco o seis mineros muertos en una mina en un estado del norte de México o cinco o seis personas muertas en un huracán en el sureste” noticiosamente valen más que 100 o 110 muertos en una mina de un país africano o 100 o 200 muertos en un terremoto en un país asiático. (Claro que los “teóricos” del periodismo nacional pronunciaban con todas sus letras y sílabas los patronímicos de los estados y de los países donde ocurría la noticia; hacerlo hoy significaría hasta una denuncia por discriminación o, cuando menos, acoso étnico).

Se decía que la muerte o el triunfo o la derrota o cualquier otro hecho noticioso de un –por ejemplo, para que el escribidor quepa en los dos extremos y nadie se queje— de cinco o seis guanajuatenses apenas eran equivalentes a lo ocurrido a un solo chilango. En Guanajuato, por supuesto, el “tipo de cambio” era el revés…

Sea como fuere, la proximidad nos afecta, querámoslo o no, más que lo lejano, aun cuando la globalización y sobre todo la tecnología hayan acercado lo lejano o al menos así nos lo han hecho creer. Sin embargo, no está en duda que la falta de agua potable en alguna colonia, barrio o calle de la alcaldía Benito Juárez poco importará a los habitantes de otras alcaldías, de la ciudad, del país, vamos mucho menos a los residentes en Kiev o en Barcelona, vamos quizás ni a los habitantes de otros barrios, colonias o calles de la misma alcaldía… porque no les afecta o, en otros casos, no lo gozan o disfrutan, aunque para los afectados sea el peor de los problemas del día o la semana.

Eso lo sabían los viejos teóricos del oficio periodístico y por ello especificaron que la proximidad es un factor de valor noticioso. Y lo sigue siendo, pese a todo.

La “modernidad” también influyó en las definiciones del periodismo. Antes, la inmensa mayoría de todos los periódicos, en todos los países, eran para la comunidad de sus ciudades, grandes o pequeñas (The New York Times fue concebido por un diario para los neoyorkinos, por ejemplo). Luego, los periódicos comenzaron a dividirse en “nacionales” (en México, sobre todo) y “regionales” o “locales”. Y con los avances, la pretensión los llevó a llamarse El País o El Mundo.

Los tiempos modernos, la tecnología, los ”planes de negocios”, los “ públicos targets” (¿así se escribe? Bueno, un mal día un editor de un periódico le informó al escribidor que el “dead line” era a las 11 de la noche; ¡carajo!, antes se le llamaba simplemente el “cierre” de la edición, y entonces me dije: ¡qué avanzados!), obligaron a definir las clasificaciones de los periódicos y por ahí aparecieron los “periódicos de la proximidad”, que antes se llamaban vecinales, comunitarios, del barrio, de la colonia, del municipio, pero esencialmente siguen siendo los mismos.

Este septiembre, Libre en el Sur cumple 250 meses de existencia. Nada más.

Hacer un periódico, del tipo que sea, no es cosa fácil. Conseguir información y reproducirla en un periódico es un proceso muy difícil, pese a la tecnología, y económicamente muy costoso y que más allá de eso tiene que llegar a sus lectores; sin ellos está perdido. Por esas circunstancias es que muchos periódicos desaparecen. Producirlos, hacerlos es una tarea, para decirlo con reminiscencias griegas como las etimologías, hercúlea y en ocasiones digna de Sísifo.

Libre en el Sur se debe a los esfuerzos de los Pacos Ortiz Pinchetti y Ortiz Pardo y del equipo que los acompaña, entre los que orgullosamente se encuentra este escribidor, luego de haber compartirlo con los dos el oficio periodístico en periódicos y medios con alcance nacional e internacional, algunos de ellos insignias (¿emblemáticos se hice ahora?) en su momento y hoy leyendas.

Por eso, ¡felicidades! para los lectores de Libre en el Sur, para sus hacedores y para mis compañeros colaboradores, mis prójimos. ¡Salud!

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