Ciudad de México, julio 26, 2024 17:55
Opinión Francisco Ortiz Pardo

Tenoch y el Madrid

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Es cierto que el Madrid nos vuelve adictos a nosotros mismos y que por ello nos buscamos afuera, nos procuramos y nos encontramos como mágicamente con quien ni siquiera convivimos en el colegio o que perteneció a otra generación. Pero eso no hace daño a nadie.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

Como todas las escuelas, me imagino, el Colegio Madrid ha tenido mejores épocas que otras a lo largo de sus ocho décadas de existencia. Pero decir –como hizo el controvertido actor Tenoch Huerta— que es una escuela que forma a personas de “ultraderecha”, parte de una “élite” que prácticamente ha tomado en sus manos las hechuras del cine y la cultura nacionales, puede ser visto como un despropósito, algo absurdo o incluso cómico, según se quiera.

De lo vivido en el Colegio Madrid por parte de decenas de miles de personas que ya se cuentan entre la tropa cívica que ha remontado tragedias y retos en esta ciudad y en este país, muchos de ellos destacadísimos personajes en los más diversos ámbitos, que pasan por la academia y la cultura nacional, efectivamente, se ha contado y se seguirá contando.

Lo que por ahora importa es dejar claro que lo dicho por Tenoch Huerta es una aberración (dañina si se toma en serio la influencia que puede tener en otros), cuando se atreve a juzgar, sin pruebas ni fundamentos, que en una escuela libertaria se produce el mismo fascismo que combatieron los fundadores del Colegio. Ellos llegaron a México exiliados de la Guerra Civil por el rescate maravilloso que hizo Lázaro Cárdenas, acaso una de las más encomiables aportaciones de aquel presidente porque además hizo posible que esos españoles republicanos, humanistas, cultos y valientes nos heredaran su conocimiento.  

El 21 de junio de 2016 escribí en estas páginas:

“El 14 de marzo del 2014, en un acto conmemorativo del exilio español organizado por los gobiernos de España, de México y de la Ciudad de México, así como la UNAM y el Colegio de México, entre otras instituciones educativas, los integrantes del coro de alumnos de primaria del Colegio Madrid estuvieron a punto de entonar el himno republicano español ante representantes de la Monarquía ibérica: Tremendo lío diplomático se habría armado de no ser porque alguien se percató de que dicha escena sólo era posible en una película surrealista de Luis Buñuel. Así que los pequeños se limitaron a dedicar Cantares a Joan Manuel Serrat, sentado allí en el Museo de la Ciudad de México, al que conmovieron hasta las lágrimas.

“Y es que ni por la izquierda anti sistémica que irrumpe en España en estos tiempos pasa ya el recuerdo de que aquel país fue una República. Pero en el Colegio Madrid, fundado en un castillo de cuento por los exiliados españoles el 21 de junio de 1941, hace justamente 75 años, esa raíz se mantiene vigente como una filosofía aplicada que hereda a los estudiantes valores de libertad y pluralidad. No es sueño ni añoranza, sino una forma de vida. Una tercera república, en la que se iza la bandera de tres colores –rojo, amarillo y morado— y donde efectivamente se enseña y se canta el himno republicano, el Himno de Riego“.

De mis nueve años como estudiante en el Colegio Madrid recuerdo muchas cosas, pero con lo que me he quedado para vivirlo diariamente es aquel afán incansable y reiterado de nuestros maestros por aportarnos no solo un buen nivel de conocimiento, sino también los valores del respeto humano, la tolerancia, la libertad, la justicia… y protegernos a la vez de la ideologización que extingue posibilidades de diálogo y encuentro con el diferente. Hoy que repugno la polarización entre los mexicanos, lo aprecio aún con más valor.

Entre los objetivos de nuestra entrañable escuela ha estado por tanto formar egresados librepensadores y comprometidos con el prójimo, más no robots que repitieran lugares comunes a los que ahora es tan afecta la corrección política… como la de Tenoch. Inherente a ello, por supuesto, es la defensa de la dignidad de las personas, independientemente de su raza o condición socio-económica, su credo o su preferencia sexual.

Es cierto que el Madrid nos vuelve adictos a nosotros mismos y que por ello nos buscamos afuera, nos procuramos y nos encontramos como mágicamente con quien ni siquiera convivimos en el colegio o que perteneció a otra generación. Pero eso no hace daño a nadie. La fraternidad inculcada, si acaso, es obstáculo para nosotros mismos, cuando nos cerramos a otras posibilidades que hay en el mundo pero nada más lejano de una pretensión de excluir a nadie.    

Los ex alumnos del Madrid también estamos orgullosos de serlo y nos duele y nos indigna que surjan distorsiones de la realidad escondidas en banderas justas, como la de ir en contra del racismo. Para definir a alguien como “izquierdo facho” –como espetó Tenoch Huerta el 23 de enero en una entrevista de televisión universitaria acerca de los egresados del colegio– habría que demostrar que lo es; pues de lo contrario la desfachatez vendrá de quien lo pregona.

Por lo pronto el histrión, que está más que visto que quiere llamar la atención y por ello dudo sobre su convicción real de apoyar causas justas, más allá de su talento artístico, ha demostrado ser excluyente con sus señalamientos, cuando él mismo es, como actor famoso, un privilegiado. Eso, donde millones de personas padecen el hambre, la denostación y la marginación.     

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