Ciudad de México, noviembre 10, 2024 08:43
Animales Revista Digital Junio 2024 Vida

La transhumanización de las mascotas

En la Alemania nazi se hicieron las reformas más avanzadas para la protección a los animales de Europa (Reichstierschutzgesetz, 1933), mientras que judíos, socialistas y otros grupos humanos morían impávidamente en los campos de concentración.

POR ESTEBAN ORTIZ CASTAÑARES

Según me cuentan en la generación de mis padres el perro o el gato eran entes de razas distintas a las nuestras, en la mayoría de los hogares no tenían acceso a la casa, se alimentaban de las sobras de alimentos y se les asignaba áreas marginales donde podían vivir, normalmente en los jardines, patios y azoteas.

Esos animales venían de una cultura agraria, donde eran considerados una herramienta de trabajo (como cuidador, ovejero o cazador), introducidos a las ciudades para cumplir una función, que fundamentalmente era de guardián del hogar. Era muy probable que muchos de ellos sufrieran. Mi padre me contaba que tuvo un perro pastor blanco suizo, llamado “Bimbo”, que fue recluido en la azotea de su casa donde se la pasaba ladrando y aullando, hasta que un día salto a la calle y huyo de su presidio.

En mi generación se generó el primer gran cambio; los perros se integraron a las familias como compañeros de juego de los niños. Yo tuve perros hasta los 12 años y conforme fue pasando el tiempo cada uno de ellos era más parte de la familia. Siempre vistos como seres diferentes, eso sí, sin ningún derecho similar al nuestro. Todos ellos, por ejemplo, comían los restos de la comida complementada con croquetas. Y aunque vivían en la casa se les prohibía subirse a las camas. Los gatos que siempre fueron más independientes, acompañaron a mis abuelos y algunas de mis tías como una mascota distante con la que rara vez se podía jugar.

La ciudad estaba llena de perros callejeros, muchos de ellos los llamados perros amarillos. Vivian de mendigar alimento o comer en basureros y siempre se les apedreaba cuando se volvían algo molesto.

El incremento de la vida solitaria, la necesidad de flexibilidad en viajar y estar ausente por cuestiones laborales o de placer y la decisión de no tener hijos, ha hecho más común que la gente adquiera algún tipo de mascotas. Al fin de cuentas implican menos responsabilidades, dan mayor libertad y socialmente son muy bien aceptadas.

En nuestros días los llamados también “animales de compañía” empiezan a cumplir un rol que actualmente es mucho más imperante que cualquier otro anterior: La disminución del sentimiento de soledad humana y el vacío familiar. Después de todo somos animales gregarios y requerimos de la presencia de congéneres para sentirnos bien.

Y así las sociedades anónimas de las grandes metrópolis del mundo tratan de compensar esta necesidad con la adquisición de un “perrhijo” o “cathijo”. En estas ciudades se reformaron las estructuras y actualmente ya hay muy pocos perros callejeros.

Las mascotas se han vuelto compañeros de adultos mayores, dándoles nuevos roles y responsabilidades que han perdido en las sociedades modernas y que dan sentido a sus vidas. Además, se convierten en los mejores amigos y compañeros de muchos que quedan en un estado de semi abandono por sus familiares o por ser los últimos sobrevivientes de su generación. Por un proceso de empatía, los octogenarios crean una transferencia de atributos humanos a perros, gatos y otros animales, que en realidad no tienen. Y así hablan con ellos, los regañan, discuten y los alagan como lo harían con un niño pequeño.

Pero esa transhumanización se extiende actualmente a todos los segmentos de edades. En nuestras sociedades de consumo surgen nuevos productos y servicios que el comercio ha sabido vender muy bien. Hay hoteles que aceptan mascotas (o incluso son solo para huéspedes con mascotas), se pueden comprar pasajes para ellos en el avión como si se tratara de niños pequeños.

Se ha creado una industria no solo para la atención médica de dichos animales, pero también para su educación, terapias psicológicas, pedicure y peluquerías especializadas. Los parques empiezan a tener zonas confinadas para perros. La industria alimenticia ha creado helados y golosinas para mascotas. Hay clubes muy populares donde uno puede recibir tips para educar, alimentar y divertir perros y gatos y cientos de páginas en las redes sociales donde los amos escriben las aventuras de sus mascotas.

Y por supuesto existen servicios funerarios y cementerios caninos…

Y así empezamos a olvidar que interactuamos con una especie distinta a la nuestra, con procesos cognitivos diferentes y comportamientos que en muchos casos son provocados por causas y características totalmente distintas a las que atribuimos(ver los libros Perros, del biólogo Desmond Morris).

A las mascotas se les exige al mismo tiempo que pierdan su propia identidad. Si un perro se siente incómodo de llevar un disfraz en algún día festivo (Santa Claus, Calaverita de Halloween), o si se pone nervioso cuando gente y mascotas vienen a su casa “para festejar su cumpleaños”, es reprendido y se le acusa de mal agradecido. Estamos prohibiendo al perro que sea perro, porque esperamos que se comporte como nosotros. Y lo triste es que nuestras sociedades también se deshumanizan.

Los espacios de vivienda en muchas partes del mundo, México entre ellos, dan mayor facilidad a inquilinos con mascotas que con niños. Los niños en las ciudades pierden espacios para dárselos a las mascotas. Cada vez hay más personas dispuestas a colaborar con asociaciones que protejan o den mayores derechos animales, que involucrarse en acciones que reduzcan la pobreza y el sufrimiento de los seres humanos.

En la Alemania nazi se hicieron las reformas más avanzadas para la protección a los animales de Europa (Reichstierschutzgesetz, 1933), mientras que judíos, socialistas y otros grupos humanos morían impávidamente en los campos de concentración. Yo sé que es un caso extremo de la historia, pero la prioridad en el desarrollo de nuestra civilización debe concentrarse, en primera instancia, en la mejora de nuestros congéneres.

Respetando siempre la vida de otras criaturas, no debemos olvidarnos que:

  • Son especies distintas a la nuestra.
  • Muchos de sus comportamientos no son homólogos a los humanos.
  • Tienen derecho a ser animales.
  • Y que su mejora no puede ir en detrimento de la calidad humana.
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