Ciudad de México, julio 26, 2024 18:10
Opinión Rebeca Castro Villalobos

Un pueblo bajo el agua

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Aseguran que debido al bajo nivel del agua el templo se puede apreciar en un setenta por ciento, a espaldas de cual se ubica un panteón; pero igual que el resto de las casas, quedó sepultado bajo el agua…

POR REBECA CASTRO VILLALOBOS

Entre las malas (catastróficas, diría) novedades, mi recorrido virtual se ha convertido en un suplicio. Por donde se le busque, en medios, portales y redes sociales, por lo menos en estos últimos días, no encuentro el tema que nos haga vivir esta pandemia de manera minimamente agradable.

Cierto que este relato no es para ponerse a brincar de alegría, al tratarse de la sequia que impera en nuestro país. No obstante, debido precisamente a la falta de lluvias y que disminuyen los niveles de agua, se descubren vestigios de lo que fue un templo en la Presa de la Purísima, comunidad del vecino Irapuato, a unos 40 minutos del terruño.

Precisamente, durante esta epidemia y con todas las debidas precauciones, ese embalse fue para mi escenario de días de campo en atardeceres solitarios y en la cual sólo se avizoran lo que fueron barcas de madera de pescadores, cuya actividad se ha pausado totalmente ante la falta de visitantes al cauce.

He de contar que dicha Presa, hace unos buenos años tuvo una gran demanda para los capitalinos del terruño, igual que para los irapuatenses, incluso de otros lugares circunvecinos. Los pescadores iban y venían con buena cantidad de pescados (mojarra y carpa), que repartían en los puestos que acondicionaron en las orillas, cuyo platillos con ensalada, arroz y tortillas se ofertaban por demasiada módica cantidad. Y aunque en la mayoría, los paseantes cargaban con sus alimentos o bebidas, siempre el antojo de una rica mojarra asada a las brasas, era la mejor opción, por lo que esos pequeños locales tenían gran afluencia.

Nada que ver con las últimas dos ocasiones, ya lo refiero, ambas en pandemia, en que solo se veía un grupo de vacas pastando, además de incómodos perros que hambrientos no dejaron disfrutar los sagrados alimentos. Pero para entonces, diciembre y enero, ni siquiera maginar lo que iban a encontrar abajo de la ya entonces poca agua, más después de cuarenta años.

Se trata del Templo de la Virgen de los Dolores, edificado a mediados el siglo XIX. Datos recopilados indican que el santuario está ubicado en el área que pertenecía anteriormente a La comunidad de El Zangarro, donde se encontraban oficinas del Registro Civil en la época del Virreinato, zona conocida como Villa Real de Mina de Guanajuato. Precisan en el portal Unotv.com. que fue en 1976 que el presidente José López Portllo emitió un decretó que señalaba que en esa área, que consistía en aproximadamente mil doscientas hectáreas, se construyera la presa, hoy conocida como La Purísima.Vale aclarar que tal mandato obedeció a que seis años antes, un sábado 18 de agosto, Irapuato se desbordó por completo por el desborde de entonces la denominada presa El Conejo.

En el portal de la Crónica.com.mx se precisa ” cuenta la historia oral que a los pobladores les costó mucho irse del lugar, más que por las construcciones, por el sentido de pertenencia (… ) unos cuantos se resistieron hasta que vieron que ya era una realidad que el agua llegaría a cubrir todo el pueblo”. Lo anterior en entrevista que hicieron a la directora del Archivo Municipal, Dulce María Vázquez.

En otro reportaje que se publica en el diario Correo, se da a conocer que desde su descubrimento los vestigios de la Iglesia, se han vuelto un atractivo turístico toda vez que se puede apreciar casi en su totalidad, los estilos barroco y neoclásico que perdura en el templo.

Eso sí, precisan que para llegar al interior tienen que alquilar una moto o lancha acuática y apreciar los arcos, paredes y cúpula enmohecidos, mismos que guardan la historia, pero también tragedia de las familias de la entonces comunidad de El Zangarro. Aseguran que debido al bajo nivel del agua, el templo se puede apreciar en un setenta por ciento, a espaldas de cual se ubica un panteón, pero igual que el resto de las casas, quedó sepultado bajo el agua.

Nuevamente me remontó a esas épocas que recorríamos sitios de la república, en su mayoría pueblos con alguna particularidad. Así cierro los ojos y me transporto Villa del Carbón, en el Estado de México, mientras que en Michoacán, la del Señor de los Milagros en San Juan Parangaricuti, la Iglesia del Carmen, cerca del pueblo de Tlalpujahua, también en Michoacán.

Investigaaciones señalan que en nuestro país hay iglesias sepultadas bajo el agua o la tierra, en algunos casos debido a fenómenos naturales y en otros por acciones del hombre.

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