Ciudad de México, diciembre 3, 2024 11:12
Opinión Dinorah Pizano Osorio

El eslabón más débil del desempleo

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

Para el caso de las y los adultos mayores, la vulnerabilidad ya se hacía evidente antes de la crisis: falta de oportunidades laborales, ingresos bajos e insuficientes para sus crecientes necesidades, precarios sistemas de protección social, así como la innegable discriminación familiar y social que sufren.

POR DINORAH PIZANO 

Nos encontramos enfrentando lo que para muchos representa el peor momento de la pandemia SARS-CoV-2 (COVID-19). Por un lado situados entre un crecimiento descontrolado del contagio y el número de defunciones, y por otro, en la inminente necesidad de reconfigurar el cada vez más inestable mercado laboral, en una economía nacional en recesión.

El último informe del INEGI arroja datos preocupantes con respecto a la pérdida de empleos, más de 13 millones de personas, entre marzo y abril pasados. El Instituto Mexicano del Seguro Social por su parte, confirma que en los dos meses siguientes, mayo y junio,  se han perdido más de 900.000 empleos formales, situación que afecta a un número elevado de hombres, mujeres y personas jóvenes. Sin embargo, el sector que ha sido el más afectado, es el de las personas adultas mayores.

Además de enfrentar el peligro de contagiarse con la pandemia y sufrir el peor de los efectos al ser el grupo de mayor riesgo, han tenido que lidiar con crecientes casos de soledad,  angustia y precariedad económica que se vio agudizada en medio de la crisis sanitaria y una cuarentena total.

Para el caso de las y los adultos mayores, la vulnerabilidad ya se hacía evidente antes de la crisis. Ello por la falta de oportunidades laborales, por ingresos bajos e insuficientes para sus crecientes necesidades, por los precarios sistemas de protección social, así como por la innegable discriminación familiar y social que sufren. Ahora además, sumada a la sobre demanda de servicios de salud y el aislamiento social para evitar contagiarles. 

Durante una conferencia que informaba sobre los impactos de la pandemia en el mercado laboral, Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, informó que de abril a la fecha, se perdieron alrededor de 220,000 empleos por la pandemia de COVID-19 en la capital. Un alto número de tales empleos eran de personas mayores de 55 años.

Dejando de lado la evidente necesidad de que la economía mexicana se recomponga y crezca generando empleos, será indispensable por tanto también entender, la urgencia de atender el perfil de empleos que se requieren para las personas en edades cercanas o posteriores al retiro, en el contexto de pandemia.

Los únicos empleos que se han incrementado durante la cuarentena son: personal médico, empleado de anaquel o de sección de autoservicio, ayudante de bodega, manejo de operaciones y desarrolladores web, psicólogos on line, logística y  empacadores del comercio electrónico, así como repartidores. 

Tales empleos fueron ocupados sobretodo,  por personas más jóvenes o con mayor nivel de preparación académica. También lo lograron perfiles con fortaleza física aunque no tuviesen estudios, o quienes acreditaron habilidades y conocimientos digitales. 

La única salida que han tenido 1.7 millones de personas mayores de 68 años en nuestro país, a pesar de conformar la población de mayor riesgo en medio de la pandemia del COVID-19, es continuar trabajando pese a las recomendaciones sanitarias de quedarse en casa.

¿Por qué han desobedecido la muy insistente campaña? Porque si no salen de su casa a trabajar, no tendrían el alimento diario. A pesar de recibir la “Pensión para el Bienestar de los Adultos Mayores”, requieren un mayor ingreso y deben salir a buscarlo. 

Según arroja el estudio “Adultos mayores y COVID-19: Vulnerabilidad económica ante la crisis sanitaria” del Centro de Investigación Económica (CIEP), el 79% de este sector de la población labora en la informalidad, mientras que el 21% cuenta con un trabajo formal.

“La vulnerabilidad de los adultos mayores en tiempos de emergencia sanitaria depende de sus condiciones económicas y de salud. 23% de los adultos mayores de 68 años sigue trabajando a pesar de estar en edad de retiro y de ellos, 43% lo hace en actividades con alto riesgo de desempleo. Si los adultos mayores pierden su trabajo, sus ingresos dependerán de la Pensión para el Bienestar de los Adultos Mayores, cuyo monto no permite cubrir necesidades básicas a pesar de que este año se adelantó un bimestre como medida para enfrentar la crisis sanitaria y económica causada por el Covid-19…”

Por todo lo anterior, la construcción de un capital social que rescate la gran experiencia que representan las y los adultos mayores, en el mercado laboral, parecen ser los principales retos del estado mexicano.

Según también datos del INEGI, si en México se elevara la tasa de ocupación en personas mayores al nivel de Nueva Zelanda, se agregarían hasta 52,000 millones de dólares a su PIB en el largo plazo. Actualmente, en nuestro país el promedio de participación en este segmento poblacional es menor al 60%. 

Para lograr remontar la dinámica del empleo en el contexto de la pandemia, es menester   establecer condiciones que permitan que le economía crezca creando empleos para todos los sectores de la población.

Lo anterior sí y sólo sí se implementan también mecanismos que permitan asegurar que las personas de mayor edad pueden continuar laborando, en un entorno en el que se requiera un menor número de habilidades manuales y en cambio se incremente la necesidad de mayor conocimiento y probada experiencia.

La mejor fuerza capacitadora de una empresa está en su personal con mayor experiencia, y puede transmitir su conocimiento al factor humano que recién se integra.

Por ello es necesario impulsar programas específicos que estimulen a las instancias de gobierno, así como a las empresas, a aprovechar todo ese caudal de conocimiento y experiencia, que garanticen que después de su edad de retiro puedan continuar trabajando en condiciones dignas, para seguir siendo andamiaje de nuestra economía.

Las personas trabajan para jubilarse, pero no quieren que llegue ese día porque se saben útiles y valiosos. Debemos dejar atrás los prejuicios que como sociedad hemos compartido y fomentado. 

Necesitamos convertirnos en un país que sepa reconocer el valioso aporte de cada segmento de su población.

 

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