Ciudad de México, noviembre 24, 2024 20:17
Nancy Castro Opinión

Abrazos, no balazos

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La premisa del gobierno de AMLO es que haya un estado de “Bienestar” en sus programas sociales; lo que realmente se necesita no es bien estar, es bien vivir…”

POR NANCY CASTRO.

El slogan del presidente Andrés Manuel López Obrador, AMLO, “Abrazos no balazos” concierne a evitar a toda costa la violencia; estrategia que responde a sus políticas de seguridad. A tales políticas se ha añadido un elemento, una visión humanista haciendo hincapié en que los delincuentes “también son seres humanos” y merecen ser tratados como tal.

“Lo más importante es combatir las causas de la delincuencia” por lo que ha dado mayor énfasis a programas sociales como “Jóvenes Construyendo el Futuro”, con el fin de darle apoyo laboral y evitar que jóvenes se unan a las filas del crimen organizado.

La premisa del gobierno de AMLO es que haya un estado de “Bienestar” en sus programas sociales; lo que realmente se necesita no es bien estar, es bien vivir.

“El Estado de Bienestar es un proyecto anti transformación, porque en realidad, viene a ser un modo de soborno o de compra material de lo que llaman la «Paz Social», esto es, la ausencia de conflictos”, afirma Iván Uranga, investigador social. “De esta forma se logra que amplias capas de población de las sociedades en las que el Estado de Bienestar se da acaben viviendo con actitudes conformistas y con nulos deseos de cambio social. El miedo a perder lo que se tiene impide, o vuelve muy complicado, analizar en profundidad las causas y consecuencias del orden político y social y evita que se tengan oídos receptivos hacia quien lo cuestiona. Aborta, en definitiva, la posibilidad de que la sociedad tome conciencia de las contradicciones en las que vive y se organice con voluntad y determinación de obtener cambios sustanciales, es decir, revolucionarios”

LA GUARDIA NACIONAL.
Las estrategia de seguridad a la que acude tal frase que puede ser muy pegajosa y llamativa por jugar con la rima “Abrazos, no balazos”, es la creación de la Guardia Nacional; sin embargo, ha fallado debido al modelo de militarización.

El proceso de militarización en México como “estrategia de seguridad” esta insertada en un marco internacional de “modelos de seguridad nacional” que se impusieron en algunos países de América Latina a principios de los años sesenta. La implementación de estos modelos ha tenido como máxima expresión el establecimiento de dictaduras militares a lo largo del territorio Sudamericano y parte de Centroamérica. En México las acciones de militarización promovidas por el ejecutivo del Estado mexicano en estos últimos años, desde Calderón: bajo la estrategia de “combate al crimen organizado”, se han transformado en una sistemática y continua violación a los derechos humanos de las y los ciudadanos.

La estrategia de seguridad nacional se ha convertido desde entonces en una guerra perdida, en donde la población civil se ha visto seriamente afectada. El presidente López Obrador, sin embargo, creó en 2019 la Guardia Nacional como una institución policial de carácter civil que en la práctica es un cuerpo militar: de sus 101 mil182 integrantes, el 58 por ciento provienen del Ejército y 16por ciento de la Marina; solo un tercio perteneció a la antigua Policía Federal. Un año después, AMLO publicó un acuerdo presidencial que ordenaba a la Fuerzas Armadas permanecer en las funciones de seguridad. Las desapariciones crecieron durante este período de forma exponencial, más del 98 por ciento .

“Resulta difícil que la Guardia Nacional tenga una visión civil del problema de seguridad pública y cuente con la capacidad de poder enfrentar los problemas de violencia del fuero federal”, asegura Ana María Salazar, especialista en temas de seguridad. “Se requieren especialistas para abordar los problemas específicos de seguridad, es difícil imaginar que la Guardia Nacional vaya a tener esa capacidad. Una falla importante es no fortalecer a la policía federal para atender delitos del fuero común”.

El 30 de junio de 2019, en el Campo Marte, el presidente López Obrador daba banderazo de salida a las operaciones de la Guardia Nacional, su gran apuesta contra la inseguridad y violencia. En la ceremonia detalló que en sus filas habría 150 mil efectivos, desplegados en 266 regiones del país y aseguró que no se defraudaría a la nación. Hasta el momento hay 70 mil miembros incorporados. A unos días de este evento, surgieron manifestaciones de la Policía Federal negándose a formar parte de la Guardia Nacional denunciando varias inconsistencias.

JÓVENES CONSTRUYENDO EL FUTURO.
El 25.8 por ciento de la población son jóvenes; es decir, la cuarta parte de la población nacional. Se indica así a la población que tiene entre 15 a 29 años de edad, según INEGI. Una edad vulnerable por lo que representa establecerse laboralmente en la sociedad. Bajo este rango de edades, cierto porcentaje de la juventud por sus condiciones de pobreza, no tiene oportunidad de estudiar y desde una edad temprana tiene que trabajar, aunque ello implique emplearse bajo situaciones informales.

A partir de las estimaciones de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOEN) a finales del 2021, se tiene que 15.4 millones de personas de 15 a 29 años, pertenecen a la Población Económicamente Activa (PEA), de las cuales, 14.3 millones se encuentran ocupadas. “Jóvenes Construyendo El Futuro” promueve la capacitación laboral de personas de entre 18 y 29 años que no estudian ni trabajan, a cambio de una beca mensual, los interesados se registran en línea al programa, seleccionan un área de interés laboral y la Secretaría de Trabajo valida los datos para conectar al aspirante con una empresa donde recibirá entrenamiento por un año.

Actualmente, hay 447 mil 317 aprendices en activo, de los que 263 mil 282 son mujeres y 184 mil 028 hombres. Los Estados que más se han beneficiado con esta iniciativa son los del sur del país, que cargan los niveles de pobreza, desempleo e inseguridad más altos de México. AMLO insiste que esta es la vía para arrancarles a los jóvenes a los grupos delictivos. Sin embargo el apoyo no está llegando a todos, porque las diferentes necesidades de los jóvenes no se pueden solventar con un apoyo económico, antes habría que elaborar un estudio específico sobre las causas reales que están orillando a los jóvenes optar por la “Universidad” del crimen organizado.

Damián no sabe sus apellidos. No sabe su edad ni recuerda el día de su cumpleaños. Su mamá tuvo 17 hijos con parejas distintas. A Damián lo golpeaba por cualquier motivo, con cables, escobas, cinturones, chanclas. Un día su madre lo vendió a él y sus demás hermanos o los regaló a una señora que se dedicaba a explotar niños. Unos vendedores los llevaron a una ciudad del norte. A su hermano lo mataron en una calle. Damián escapó y comenzó a vivir en un basurero. “Comía lo que encontraba tirado en la calle y así fui haciendo mi vida, yo solito”.

A los nueve años se drogó por primera vez. Las drogas lo ayudaban a no pasar hambre. Con amigos que había conocido en la calle comenzó a robar casas. Más tarde se asoció con unos robaniños. Mientras sus socios noqueaban a la madre o al padre en algún parque, Damián tomaba a los pequeños en brazos y corría hasta el auto que los esperaba.

Era cuestión de tiempo. Un día conoció gente que trabajaba para los Zetas y se inició como vendedor de drogas. “A los nueve años ya había hecho de todo”, recordó. Comenzó como halcón, y le pagaban cinco mil pesos a la quincena. Cuando sintió que los soldados ya lo traían en fotos, pidió un cambio de puesto.

Sus jefes le dijeron que iban a calarlo y le encargaron matar a un “contra”: “Le tienes que dar todos los balazos en la cabeza. Si no le pegas en la cabeza el leñazo te lo voy a dar yo”.

Asesinó en la calle a un tipo güero de ojos claros. Primero, le preguntó la hora. Y a continuación le disparó. “En ese momento no sentí nada… se siente más feo cuando los mochas en pedazos”, recordó.

Lo usaron para matar y secuestrar, para disolver cuerpos en las “cocinas” del cártel, y para torturar rivales. “Las personas se ponían a llorar y me pedían perdón. Yo les decía: ¿A mí por qué me pides perdón? ¿A poco el día que ustedes me agarren me van a perdonar?”. También les decía a los torturados que cuando se fueran “para allá con Dios”, le dijeran que no fuera a castigarlo tan fuerte por todo lo que había hecho.

A los 13 años, Blanca fue enrolada por los integrantes de un cártel que actúa en el Estado de México. Su tarea consistía en acercarse a los jóvenes que la gente del cártel iba a “levantar”. Los llevaba a algún bar, los emborrachaba y los entregaba en donde le dijeran.

Le daban dinero, le compraban ropa, le pagaban las bebidas.
“Embriagaba un poco al tipo y después le decía que ya me había aburrido y quería salir a comprar algo. Siempre escogía lugares como un Oxxo o una farmacia para llegar caminando”.

Le daban diez mil pesos por cada víctima que les entregaba. A los 14 ya estaba participando en secuestros. Cuando su madre le preguntaba cómo obtenía el dinero, le respondía: “Ya no preguntes, es dinero y ya”.
Estos son testimonios de adolescentes recabados en el libro Un sicario en cada hijo te dio, editado por Aguilar en 2020, de Saskia Niño de Rivera, Mercedes Castañeda, Fernanda Dorantes y Mercedes Llamas Palomar. Revelan que todas las historias de niñas, niños y adolescentes que han caído en manos de la delincuencia organizada parecen surgir del mismo guión.
“Está canijo México”, dijo otro de los adolescentes entrevistados en el libro. “Cuando veo a México y pienso en él… pienso que es una mierda”, afirma otra de las adolescentes, mientras narra su encuentro con la sangre, los huesos, las calaveras.

En ese México no tienes derecho a contar con un nombre. En ese México no tienes derecho a vivir con una familia. En ese México se te niega todo, salud, bienestar, educación, alimentación, seguridad. En ese México las autoridades trabajan con los delincuentes.

Mientras que AMLO permanezca día tras día apostando por su política de seguridad, Abrazos no balazos, seguirá sin llegar a la mano de obra del crimen organizado.

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