Ciudad de México, noviembre 22, 2024 00:23
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La guerra cruenta

En la cruenta guerra emprendida por el calderonismo desde hace cuatro años contra el crimen organizado, misma que hasta ahora ha cobrado cerca de 35 mil vidas, la sangre que más se derrama es la de los jóvenes.
Muchos de estos jóvenes involucrados con las bandas de narcotraficantes –atraídos por el dinero fácil y a falta de opciones de estudios o de trabajo bien remunerado— que se suman como sicarios y/o burreros; otros más han sido víctimas inocentes atrapadas en fuego cruzado o ejecutados a mala ley por estos atroces delincuentes. Los casos abundan: desde los masacrados y ajusticiados en ciudad Juárez, en villas de Salvacar, hasta los recientemente asesinados en el estado de Morelos, entre los que se encontraba el hijo del poeta y periodista Sicilia.
También por éste pasado reciente se dio cuenta –aunque no trascendió mucho en los medios—del caso de tres jovencitas estudiantes de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) que aparecieron muertas en un desértico paraje del norte del país, tres meses después de haber sido levantadas. Todos los días hay evidencias del horror.
Ríos de sangre corren por doquier en el país. Desde Chihuahua a Nuevo León, de Michoacán a Guerrero, de Tamaulipas a Jalisco. Las historias de terror son ya cotidianas y recurrentes en cualquier reunión, más aún si son relatadas por gente joven que vive en el norte de la república: “No guey, allá en Monterrey no es raro escuchar el tableteo de metralletas por la noche, el ratarataratata se oye a cada rato, ya cuando oscurece. Es más guey son tan cabrones los batos esos que van en las 4×4 mostrando las armas, los más ojetes son los zetas”, comentaba un regio a mis hijos durante el partido Pumas vs Tigres, días antes de que en la Sultana del norte se registrara otro record negro: 15 muertos en menos de una hora.
Otro amigo con el que coincidí en un evento cultural realizado en el campus de la UNAM me dijo: “No pues si hubiera más de estos eventos –se refería al concierto al aire libre realizado por la OFUNAM en las Islas del campus central de CU—no habría tanto chaval matándose. Yo tuve que dejar mi casa y cerrarla allá en Reynosa, pues está cabrón allá. Ya nadie sale de noche, la ciudad está desierta y hay mucho miedo. A la familia me la tuve que llevar para San Luis Potosí para resguardarla “. Su relato iba a la par de la aparición de más de 145 cadáveres en San Fernando, Tamaulipas, la mayoría jóvenes del interior del país que iban a la frontera norte en busca del sueño americano y encontraron la pesadilla mexicana.
De ahí que resulta plausible el acuerdo tomado por 160 rectores de Universidades de blindar sus campus y proteger a sus estudiantes, según nota publicada en el Universal el fin de semana pasado. Ahí se asevera que las instituciones educativas del país son blancos fáciles para el robo, asaltos y secuestros por lo que se iniciara el establecimiento de barreras físicas, tecnológicas y humanas de los campus.
El objetivo es proteger a las comunidades y se prevé se instrumenten operativos especiales para detectar y detener al narcomenudeo al interior de las instituciones, con la sistemática revisión de las mochilas. Otras medidas serán el estimular las denuncias anónimas, la capacitación de los cuerpos de seguridad, la realización de simulacros para casos de enfrentamientos armados, según se asienta en el documento de 70 cuartillas.
Las citadas medidas se empezarán a implementar a partir del mes de mayo con el fin de salvaguardar la integridad de la comunidad estudiantil y académica, preservando siempre el espíritu de autonomía de cada institución.
A todas luces el acuerdo es de reconocerse pues las balas han llegado ya a las puertas de las instituciones de educación superior, sino recuérdese la triste muerte de dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey.
Me sumo al ya basta del presidente Calderón, pero al ya basta de que estén matando a nuestros hijos porque un gobierno deficiente no les puede garantizar la seguridad, al ya basta porque un gobierno deficiente no puede garantizarles el acceso a la educación media superior y superior, y al ya basta porque el mismo gobierno deficiente no pueda crear fuentes de empleo dignas, remuneradas y permanentes para cientos de millones de jóvenes.
De qué han servido los 200 mil millones de pesos para gastos de seguridad, si ésta aumenta día a día, al tiempo que se recorta el presupuesto para la salud, la educación y la lucha contra la pobreza. Ahí siguen la miseria extrema, la falta de empleos, la desigualdad social y la degradación de nuestra misma sociedad, como atinadamente señala el diario La Jornada en uno de sus últimos editoriales.
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