Ciudad de México, octubre 12, 2024 19:12
Francisco Ortiz Pardo Opinión

EN AMORES CON LA MORENA / Carta de un senador a su hijo

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“No puedo decir que no a la oportunidad que me ha dado la 4T. Una parte de mí se siente mal, te lo confieso, porque yo te he pedido que no calles cuando veas algo injusto y te he contado cosas de cuando andábamos en la lucha”.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

Querido hijo:

Seguramente cuando leas esta carta, en mi nuevo trabajo ya habré votado por la reforma del Poder Judicial, según nos ha ordenado el presidente López Obrador.

Me siento extraño porque yo te he enseñado que los papás se pueden equivocar, que hacemos el mejor esfuerzo para educar bien a nuestros niños, pero que no tenemos la verdad absoluta. Y yo sé que esa reforma no es lo que le conviene a México ni a tus amiguitos en el futuro. Pero no puedo decir no, como le pasa a un niño que cuando es reprendido se llena de miedo y no es capaz de decir eso: no.

¿Qué dirían a mis compañeros de partido si voto en contra? Me llamarían traidor. Y no sé si es mejor traicionar mis principios que a mis compañeros. Imagínate: ¡Ser exhibido por ellos en las redes sociales! Por lo menos mis principios se pueden guardar en secreto, un secreto que ahora te confieso.

Me duele cuando veo pasar en una marcha por Reforma a unos que fueron mis amigos en la lucha democrática de este país. Yo sé que ni siquiera merecía ser senador porque me dieron el asiento sin ganarlo en las urnas, con algo que le llaman sobrerrepresentación. Tuve la suerte, por así decirlo, de que los del Tribunal Electoral están incompletos y la mayor parte de los que quedan tienen una buena relación con Andrés y con Claudia y ya les dijeron que sí podrán aspirar a ser ministros con la nueva ley, además de contar con una nada despreciable liquidación económica cuando dejen su cargo actual. Así que le encontraron la forma de acomodar la Constitución y por eso estoy aquí, desde donde te escribo, una oficina muy linda que ya conocerás. Todavía no me la creo.

Yo no sé si la suerte nos seguirá acompañando cuando leas esta carta. Ya casi logramos doblar a un senador para que traicione al partido que lo postuló; dicen que tiene mucha cola que le pisen y pues si se pasa acá lo perdonaríamos. Nos falta solo uno porque otros dos, del PRD, sí aceptaron nuestro trato. Total, habrán dicho: ni partido tenemos. Qué raro que ese partido político ya ni existe, cuando fue el que conglomeró a compañeros que venían hasta del Partido Comunista, que luego se dieron cuenta de que la vía adecuada era la democracia y por décadas lucharon porque el voto y la división de poderes se respetara. ¡Hace tantos años! Vi marchar algunos por el Paseo de la Reforma. Gritaban, como cantadito, con unos chavos que me recordaron mi juventud de sueños: “El Poder Judicial no va a caer, no va a caer!”. Aunque siento melancolía, lo que sí te puedo decir es que yo ya no grito, ya no tengo esa necesidad. Ese dolor ya pasó. Porque ahora mi misión es defender nuestra historia, esa que antes nos arrebataron.  Es verdad que mi partido está lleno de gente a la que antes combatimos. Una revoltura, sí, lo acepto. Como cuando te dejaron hacer tu piñata pegando con engrudo pedacitos de periódico.

Alguien de acá me confió la intención de hacerle un truco a la aritmética: dos terceras partes de 128 son 85 senadores y así ganamos, aun sin contar con otro senador. A ti que ya te enseñaron a dividir, sabes que la cuenta no da, que una tercera parte es 42.6 y que sube a 43. Por eso ellos, los de la oposición, ganan si tienen 43 votos. Pero creo que mi compañero del grupo se molestó cuando le respondí con la pregunta de que si eso no era un autogolpe (ya luego te explico lo que quise decir con eso). Se quedó callado unos momentos mirándome a los ojos. Y luego se dio media vuelta apenas soltando un “voy a ver un pendiente”. Espero que no vaya con el chisme. No te creas, también de eso tengo miedo porque Andrés podría enfurecerse. Además tendría razón: Enfrente están los corruptos.

Te cuento que en esos años, a finales de los ochenta y principios de los noventa, luchamos por la democracia de este país, lo primero el voto libre y secreto, contra los fraudes electorales que cometían muchos de los que ahora andan por acá en el Senado; por cierto que me tocó el escaño –así le llaman aquí al sillón, la verdad muy cómodo— al lado de uno de ellos. Un día te lo presentaré, es buena onda. Entonces yo era muy joven y no sé si inocente. Pero un día lo logramos, después de muchas lágrimas porque incluso murieron en esa lucha otros soñadores. Antes, mucho antes, hubo quienes sufrieron la cárcel, desde el 68 y el 71, o nunca más los volvieron a ver sus seres queridos. Más de veinte años después, hubo otros que hicieron valer su voz con el Ejército Zapatista, todavía impotentes de que las vías legales no eran suficientes para hacer valer los derechos de los pueblos indígenas.

Hace rato, mientras me acomodaban unas cosas en mi nueva oficina, entre ellas una foto en la que aparezco con el Presidente, dudé si es que vamos a votar por la reforma a la Constitución para que vuelva el régimen donde se anulen las vías legales para dirimir las diferencias y hacer valer los derechos de las personas. Pero de inmediato me acordé que hace poco vi con tristeza que el Subcomandante Marcos, el que encabezó aquel Ejército Zapatista, llamó “chillón” a nuestro presidente. Y ahí sí yo no puedo aceptar que se meta con la investidura presidencial. Y además lo comparó con Salinas de Gortari, hazme el favor. ¡A nuestro líder! Te he contado de Salinas, ¿no? Creo que sí. Fue aquel presidente que llegó con la ayuda de Manuel Bartlett, que afortunadamente con el tiempo, y a pesar de tan mala fama, se adhirió a nuestro movimiento. Como dice Andrés, que sabe de la fraternidad humana: Se vale arrepentirse. Y claro, como se arrepintió, ahora lo traen con infundios de que es corrupto. Ya sabes: los medios informativos que perdieron sus privilegios.    

Solo que cuando pienso que nuestro querido López Obrador llegó al poder gracias a la democracia que instauramos, aún con todos sus defectos, es paradójico que ahora yo piense en darle todo el poder al presidente, como antes o más. Tengo la convicción de que los jueces no deben ser votados porque puede llegar cualquier improvisado. Y la verdad que pueden meterse hasta los narcos. Ahora nos conviene porque el poder es nuestro y eso nos ayudará a que no se interpongan en nuestro camino. Pero me pregunto por qué si pude estar antes en el PRI y no acepté por mis convicciones, ahora estoy en un partido que busca ese mismo poder absoluto. Y luego hacer como que soy amigo de los del Verde, de los del PT, cuando sé que esos partidos siempre se han dado al mejor postor, que son franquicias, como les dicen, porque ni siquiera tienen una historia. La verdad que eso sí me da penita.

Entonces yo creo que ahora acepto la realidad porque han pasado los años y tal vez porque ya me canso. Pero también por ustedes, hijo, porque yo batallé mucho en la vida para abrirme paso y no quiero que sufran lo mismo. Yo tuve que ir a la escuela de gobierno, que no daba un buen nivel, y en cambio ahora pude inscribirlos en una escuela particular para que tengan una buena formación y les sea más fácil el camino, que la vida de veras que es difícil. Además, tal vez pueda ayudarlos a colocarse con mis relaciones; y es que así es este país, qué le vamos a hacer.

De veras, hijo, eran tiempos terribles los míos, no había becas ni nada así y nos veían mal a los de pelo largo. Bueno, sí es cierto que cuando era niño Echeverría repartía leche para tener contentos a los pobres. Pero nada más. Aunque tampoco estaba esta violencia y por eso hoy sí es justificable que el Ejército intervenga, no como cuando los metieron en el 68 y luego con la que llamamos la Guerra Sucia de los setenta.  Cuando paso por esa glorieta de Reforma que tenía una palma, veo los pegotes con las fotos de los desaparecidos, que les llaman, y me parece toda una exageración. No saben lo que era antes, como dice el Presidente. Por eso debemos defender el legado de López Obrador y no dar gusto a los opositores votando en contra de la reforma. Si ya hasta pusimos en la Comisión de Derechos Humanos a la hija de doña Rosario Ibarra y ella dice que ya no hay desaparecidos. Además, se trata de la dignidad, porque ellos creían que nos podían parar y en esta transformación no hay marcha atrás. Sí es cierto que algunos somos diputados y senadores aunque no ganamos. Pero ya que estamos aquí, hay que ser congruentes. Además, yo quiero que Andrés se despida en todo lo alto, gritando más fuerte que nunca ¡viva México!

Por eso no puedo decir que no a la oportunidad que me ha dado la 4T. Una parte de mí se siente mal, te lo confieso, porque yo te he pedido que no calles cuando veas algo injusto, y te he relatado cosas de esos tiempos en que andábamos en la lucha. Pero ya ves que el Presidente es un poco especial con eso de las críticas y yo no quisiera que se moleste. Porque entonces qué les heredo a ustedes, ¿puro fracaso? Es raro, porque este voto a favor de la reforma no le dejará un mejor país a tu generación, lo sé. Pero al menos ustedes tendrán un sustento y una vida que yo no tuve hasta que llegamos al poder.

Por lo pronto yo creo que me podrás acompañar a algunos viajes que tenga que hacer, porque aquí los apoyos son buenos. Y eso sí que me motiva y me da ánimos para levantar la mano, porque podremos estar más cerca y convivir. Pienso en todo lo que antes nos quitaron. ¡Lloramos tanto, sentíamos tanta rabia, tanta impotencia! Eran tiempos en que al Presidente lo trataban como un dios y actuaban como si fueran dueños del país, aunque tú no lo creas. Sí, dirás y es cierto: hay muchos que antes quitaron y hoy siguen quitando porque están en nuestro partido. Pero qué le hacemos, hay cosas que no podemos controlar. Al menos ellos finalmente se han puesto del lado correcto de la historia.

Así que tendré que hacerlo, hijo mío. Espero que me comprendas, hoy y mañana. Yo solo te pido una cosa: Que cuando crezcas no seas como yo.

Con amor,

tu papá, el senador de la República.    

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