Ciudad de México, octubre 13, 2024 01:23
Ciudad de México

Cierra la legendaria y centenaria heladería ‘La Bella Italia’, en la Roma; no queda ni el letrero

STAFF / LIBRE EN EL SUR

Lugar predilecto del escritor José Emilio Pacheco –que la inmortalizó en la novela Las Batallas en el Desierto–, recoveco de parejas de enamorados de otros tiempos, que se daban cita en las llamadas “fuentes de sodas” con música de rocolas y la degustación de un banana split; ícono de la colonia Roma que resistió por décadas en la planta baja de un hermoso edificio de estilo ecléctico ubicado a dos cuadras de la Plaza Luis Cabrera, la heladería La Bella Italia sucumbió finalmente ante la modernidad.

Cerró después de casi cien años. Hasta el nostálgico letrero exterior fue retirado del inmueble de la calle de Orizaba, casi esquina con Álvaro Obregón. Los dueños han informado que reubicarán la heladería, pero no en la Roma. Nunca será igual, justo por eso.

Así era. Foto: La Bella Italia

Francisco Ortiz Pinchetti, director de Libre en el Sur, recordó así el hecho en su columna publicada en el portal SinEmbargo, el pasado 17 de enero:

La emblemática heladería La Bella Italia, fundada en 1922 en la colonia Roma también, acaba de cerrar sus puertas. Era la segunda nevería más antigua de la ciudad, después de La Especial de París, fundada un año antes, en 1921, que aún sobrevive en la esquina de Insurgentes 117 y Antonio Caso, en la colonia San Rafael.

Con el cierre de la Bella Italia termina una historia de 97 años, casi un siglo. Su desaparición es una pérdida importante no sólo para uno de los barrios más tradicionales del centro de la capital, sino para la ciudad misma. Tres generaciones de capitalinos pasaron por su salón y degustaron sus exquisitos gelatos italianos.

Y ocurre que esa nevería fundada por una familia de migrantes italianos, los Chiandoni (originalmente Cciandoni) fue la favorita durante toda su vida de mi madre, Emily Pinchetti Ortega, la hija mayor de Humberto. El negocio estuvo siempre en un edificio porfiriano de la calle de Orizaba 110, casi esquina con Álvaro Obregón.

Con el paso de los años el negocio se convirtió en un clásico, gracias sobre todo a la calidad de sus productos elaborados también con recetas originales de esa familia, proveniente de la región de Friuli-Venecia, en el norte de Italia. Se hicieron famosos sus helados de vainilla, fresa y pistache, servidos en copas de metal inolvidables. Entre sus especialidades estaban el Tres Marías, con helados de tres sabores; el Sundae, el Banana Split y el Arlequín, aunque mi madre pedía siempre un bisquit nougat, que era un helado cuadrado duro bañado con salsa de chocolate y trozos de nuez. Ella contaba que muchas veces estuvo ahí con mi padre, José Ortiz y Ortiz, cuando apenas eran novios.

Efectivamente, La Bella Italia fue lugar de encuentro de los amigos y los enamorados de la época, en los años treintas y cuarentas, como lo contó José Emilio Pacheco en su libro Batallas en el desierto convertido luego en la película Mariana, Mariana con un guión de Vicente Leñero. Carlitos, el protagonista, asistía ahí con sus compañeros de la escuela, ubicada muy cerca.

Según un dato con el que me topé al escudriñar en la poco documentada historia de la heladería y que no pude confirmar, el negocio habría sido vendido por la familia Chiandoni en 1950 (28 años después de su fundación) a un empresario mexicano de nombre Carlos Rivas, cuya familia lo habría conservado hasta el pasado 5 de enero, cuando bajaron la cortina con la promesa de que pronto se informará de una nueva sede.

Hoy ni el letrero queda. Foto: Margarita Garza

 

El caso es que La Bella Italia conservó durante ocho décadas su mobiliario clásico de los años cincuentas, incluida una vieja sinfonola o rocola en la que todos escuchamos las canciones de nuestras respectivas épocas. Porque he de contarles que fui cliente de la célebre heladería desde ni niñez, cuando me llevaban mis padres y mis hermanos, luego en mi juventud y, eventualmente en años recientes.

En 1957, el boxeador y luchador italiano Pietro Chiandoni, que llegó a México a los 14 años de edad, fundó en la calle Pensilvanya 255 de la colonia Nápoles, en la alcaldía capitalina Benito Juárez, la heladería y cafetería Chiandoni, que aun existe. Originalmente, en 1939, este mismo personaje había abierto otro negocio similar en la propia colonia Roma, pero cerró cinco años después. No hay certidumbre acerca de la posible transición del negocio original de la misma familia italiana en la colonia Roma, La Bella Italia,  a la nueva nevería, pero es posible.

Hoy día, las neverías más antiguas de México son la ya mencionada y prácticamente centenaria Especial de París, la Chiandoni de la Nápoles y  Roxy, de la colonia Condesa (que empezó en el interior del cine Roxy de Guadalajara), fundada por Carlos Gallardo en 1946. La Bella Italia no está más. Arrivederci.

 

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