Ciudad de México, noviembre 21, 2024 07:12
Gerardo Galarza Opinión

SALDOS Y NOVEDADES / Del oficio

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El periodismo se hace todos los días, en cualquier condición, y lo sabemos todos los que practicamos este oficio, pero sobre todo lo saben los lectores que son quienes lo hacen posible…

POR GERARDO GALARZA

Es muy probable que los periodistas nuevos crean que este escribidor es una auténtica momia periodística. Habrá quienes los apoyen en esa apreciación.

Peor aún: el escribidor tiene que decir que no cree que el periodismo sea una ciencia como lo han proclamado las universidades del mundo. Su creencia no está basada en la envidia, el rencor o la frustración: él es egresado de la UNAM en esa carrera, cuando todavía se llamaba “Periodismo y Comunicación Colectiva”, lo que eso signifique, aunque  reconoce que no se mete con el concepto de “Ciencias de la Comunicación”, que es otra cosa.

Ya lo ha escrito aquí mismo, pero va de nuevo: el escribidor comenzó su amasiato con el periodismo en 1971, es decir hace 52 años,  cuando tenía 15 años y cursaba el tercer año de la secundaria.

Los compinches que lo invitaron tenían más o menos la misma edad y estudios: hacían el periódico quincenal Juventud 71 para cumplir con su servicio social en la preparatoria y, por supuesto, que  creían en el beneficio de su pueblo: el crear conciencia, influir en la solución de problemas cotidianos.

En aquella Redacción, el escribidor tuvo nuevos maestros o, al menos modelos, a seguir en el oficio: Paco Ortiz Pinchetti, Elías Chávez, Rodolfo El Negro Guzmán, Pepe Reveles, Miguel Cabildo, Paco y Armando Ponce, Emilio Hernández, don Paco Fe Álvarez, don Polo Gutiérrez, Pedro José Alisedo, Ignacio Nacho Ramírez, Emilio Viale, y uno grande, grande: Vicente Leñero

Lo hacían todo: lo planeaban, vendían publicidad, lo ordenaban, lo reporteaban, lo escribían, lo imprimían (en mimeógrafo), lo vendían y se gastaban las ganancias sin entregar en cigarros (Delicados sin filtro, Del Prado, Baronet, quizás Raleigh). Así cada dos semanas.

El “modelo de negocio” se repitió, con parte del mismo equipo y otros nuevos que se agregaron, en 1972 con la revista mensual Caminante,  en 1973 con el quincenal Pueblo, y después con Andehe, uno de los nombres originarios del pueblo, entonces y hoy llamado Apaseo el Grande, Guanajuato.

Ninguno de los “periodistas” de esos cuatro periódicos había nunca estudiado periodismo: lo hacían como Dios se los daba a entender. De esos 40 ó 50 “muchachitos vagabundos”, sólo tres se dedicaron al periodismo; los otros a ser rectores universitarios, diplomáticos, abogados, médicos, profesionales, empleados y también “mojados” (migrantes “al norte”). Todos ellos, sin excepción, son personas decentes, como se dice en el Bajío. Punto para el periodismo.

Desde entonces, antes de estudiar periodismo en la UNAM con profesores del tamaño de Gustavo Sáinz, Hugo Gutiérrez Vega, Miguel Ángel Granados Chapa, Froylán M. López Narváez, Alberto Dallal, don Rafael Herrerías, Julio del Río Reynaga, Manuel Buendía, Julio Scherer, entre muchos otros, el escribidor está seguro, -como ya lo escribió arriba-, que el periodismo no es una ciencia, sino un simple oficio, que sí, tiene reglas, modos, obligaciones, exigencias, pero que nunca será una ciencia, aunque las “ciencias de la comunicación” lo reclaman.

Cuando el escribidor llegó hace 49 años a la Facultad de Ciencias Políticas Sociales de la UNAM eso ya lo sabía, pero quería “comprobarlo” como lo haría un real reportero.

No le bastó. En cuanto llegó a la Redacción de la revista Proceso, en Fresas 13, en la colonia del Valle, entonces delegación Benito Juárez, el escribidor supo que seguía siendo un aprendiz del oficio que de ninguna manera es el mejor del mundo, (desvelarse media semana o todos los días; recibir rechazos de entrevistas, de fuentes de información y de los jefes, mal comer a toda prisa, escribir -es un decir- siempre bajo presión, el stress a todo vapor y además mal pagado, el reclamo de atención de la familia, entre otras circunstancias), pero sí es el que más le gusta a él en todo el mundo y mucho más cuando también le gustaba a la Sonia Elizabet Morales.

En aquella Redacción, el escribidor tuvo nuevos maestros o, al menos modelos, a seguir en el oficio: Paco Ortiz Pinchetti, Elías Chávez, Rodolfo El Negro Guzmán, Pepe Reveles, Miguel Cabildo, Paco y Armando Ponce, Emilio Hernández, don Paco Fe Álvarez, don Polo Gutiérrez, Pedro José Alisedo, Ignacio Nacho Ramírez, Emilio Viale, y uno grande, grande: Vicente Leñero, llamado El Leñas, ingeniero, escritor, dramaturgo, guionista de cine y de telenovelas, pero sobre todo reportero. Y otros más que también aportaron.

El periodismo comunitario, que tampoco es ninguna ciencia, es que pretende atraer la atención de los lectores cercanos, los que se sienten afectados por los que ocurre en su propia comunidad, más de lo que ocurre en la ciudad, el país o el mundo, sin que esto deje de importarles.

Y ahí en esa Redacción el escribidor compartió vida, créditos y, sobre todo, oficio con periodistas como Pascal Beltrán del Río, Carlos Acosta Córdova, Isabel Morales, Lucía Luna, Óscar Hinojosa, Fernando Ortega Pizarro, Rodrigo Vera, Homero Campa, Salvador Corro, Guillermo Correa y otros más como Felipe Cobián.

Entonces, si el escribidor no aprendió el oficio, es por su absoluta responsabilidad que, en este caso se convertiría en irresponsabilidad, por decirlo de manera amable.

Luego, tuvo la oportunidad y dicha que compartir espacios laborales con periodistas de la talla de Daniel Moreno, Fabiola Guarneros, Roberto Rock, Marco Gonsen,  Salvador Camarena, Jaime C. Vega, Víctor Manuel Torres, Lorena Rivera, Raquel Peguero, Adela Mc Sweeney, Ivonne Melgar, Leticia Robles de la Rosa, Ximena Mejía y, por supuesto, el gran Róber Velázquez. El escribidor sabe que hay muchos más nombres, a los que pide disculpas si se sienten excluidos. Ya saben que el espacio periodístico es restringido y, principalmente, la memoria no responde cuando se le requiere.

Lo dicho: la generosidad de la vida.

El escribidor escribe este casi autoelogio porque Libre en el Sur cumple 20 años de llegar a sus lectores, y está muy orgulloso de colaborar con este medio, como lo estaba hace 52 años cuando tenía 15 años. No se va a complicar la vida para definir lo que ahora llaman “el periodismo comunitario”.

Desde aquel entonces de su inicio periodístico, sabe que uno de los tópicos del oficio periodístico es la proximidad y que por ejemplo al lector mexicano de periódicos le interesa más un temblor de, digamos 5 ó 2 grados, en la Ciudad de México que no causó ningún daño, que uno de 9 grados en, digamos, Nigeria, que provocó cientos o miles de muertos. Y así.

El periodismo comunitario, que tampoco es ninguna ciencia, es que pretende atraer la atención de los lectores cercanos, los que se sienten afectados por los que ocurre en su propia comunidad, más de lo que ocurre en la ciudad, el país o el mundo, sin que esto deje de importarles. Y ustedes lectores lo saben y lo viven.

Libre en el Sur hace eso: periodismo, que es reportear, investigar en las fuentes directas, en este caso  para los cercanos, para su comunidad, los de la alcaldía de Benito Juárez.

¡Felicidades a los Pacos Ortiz Pinchetti y Ortiz Pardo, por este esfuerzo de 20 años!, en el impreso y en lo digital; 20 años que por cierto son nada, según el tango, y son toda una vida para quienes los viven. Y, como autor y también como lector, gracias por el espacio.

El periodismo se hace todos los días, en cualquier condición, y lo sabemos todos los que practicamos este oficio, pero sobre todo lo saben los lectores que son quienes lo hacen posible.

Larga vida a Libre en el Sur.

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