Ciudad de México, abril 18, 2024 09:59
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La leyenda de The Doors en la colonia Del Valle de Ciudad de México

Hace 44 años la banda encabezada por el Rey Lagarto tocó en un antro de la colonia Del Valle. Morrison llegó de barba, acompañado por el tecladista Ray Manzarek –recientemente fallecido–, el guitarrista Krieger y el baterista Densmore; y broméo con ser Fidel Castro. Aunque todavía hay quien lo duda…

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

El mundo está lleno de leyendas acerca de The Doors, cuyo líder y vocalista Jim Morrison sigue siendo venerado como un santo en su tumba del cementerio de Père Lachaise, en París. Quizás la más popular de esas historias es justamente que el autor de Enciende mi fuego nunca murió, y que vive escondido. Y así hay quien pone en duda eso de que el cuarteto californiano tocó en la colonia Del Valle de la capital mexicana. Lo cierto es que la banda sí estuvo allí, en el Forum, un salón para mil personas propiedad de Javier Castro (miembro del grupo Los Castro), que se ubicó en la esquina de Insurgentes Sur y Ameyalco (donde actualmente está un restaurante Vips).

Los conciertos ocurrieron hace 44 años: 28, 29, 30 de junio y 1 de julio de 1969, para ser exactos. La idea original fue que el grupo se presentara ante 48 mil espectadores en la Plaza de Toros México, pero el gobierno saliente de Gustavo Díaz Ordaz había prohibido toda manifestación juvenil masiva después del Movimiento Estudiantil del 68.

La marquesina de el Forum donde se anunciaba el mítico concierto de The Doors. Foto: Especial

Cuenta la leyenda que al llegar a México los californianos fueron paseados en limusina por la ciudad y los llevaron al Museo de Antropología, Garibaldi y las pirámides de Teotihuacán. Que después de los conciertos Jim se daba sus escapaditas a una discoteca de moda llamada Sergio´s the club y al cabaret Casino Royal, curiosamente el lugar que años después se convirtió en Rockotitlán, en la esquina de Insurgentes Sur y Maximino Ávila Camacho, a unos metros de la Plaza México. Que una noche por avenida Revolución bajó la ventanilla de un Cadillac y, borracho, apuntó con los dedos como si fueran pistola hacia unos policías, a quienes gritó en español: “Bang,bang, ándele…”.

Que al llegar los músicos la primera noche a la esquina del Forum una multitud se arremolinó, pero Morrison fue ignorado al no ser reconocido por la barba: “Hey, dejen algo para el cantante”, habría bromeado entre carcajadas. Que por cada noche en el Forum, los Doors cobraron cinco mil dólares. Que a una de las tocadas acudió Alfredo, el hijo de… ¡Díaz Ordaz! Que también los pudieron ver Ricardo Salinas, el actual dueño de TV Azteca, y el entonces reportero de espectáculos, Raúl Velazco, quien hizo una crónica para El Heraldo de México. Que por su barba el Rey Lagarto se presentó en el escenario como “Fidel Castro”. Que los acompañó un grupo telonero, Pop Music Team, cuyo cantante era Jorge Berry, el mismo que luego se convirtió en conductor de noticieros. Y que al cuarteto californiano no le gustó tocar para los juniors…

Así lo recordó el baterista John Densmore en su autobiografía Jinetes en la tormenta (Grijalbo, 1990): “No pude soportar el club de la clase alta, tipo Las Vegas, ante el que habíamos sucumbido, pero el trato acordado con el gobierno mexicano era actuar cuatro noches en aquel asqueroso agujero, a cambio de autorización para actuar una noche en la plaza de Toros para el gran público, a precios accesibles, del orden de unos pocos pesos. Debería haber sabido por la prensa mexicana que eso no iba a suceder. El Heraldo nos llamó ‘hippies’ e ‘indeseables’. Se nos negó alojamiento en varios grandes hoteles, y antes de partir nos aseguramos de que el avión no hacía escala en Mazatlán antes de aterrizar en Ciudad de México, porque en Mazatlán, si uno era hombre y llevaba el cabello largo, se lo cortaban en el aeropuerto.

“Dos días después de estar actuando en el club, recibimos el mensaje: nada de actuación en la plaza de toros. Se correría demasiado peligro de provocar disturbios. Demasiado peligro de que nuestra música soliviantara a los campesinos. Empecé a odiar a los mexicanos ricos que llenaban este club, con sus camisas desabrochadas hasta la cintura. No podía comprender lo que decían, no debido a la barrera del idioma, sino al tintineo continuo de todas las cadenas de oro que llevaban colgadas del cuello. Se nos ofreció constantemente cocaína cuya sola mención hacía que todo el mundo se estremeciera.”

Foto: Especial

Jim Morrison murió por sobredosis justo 24 meses después de sus conciertos en México. Y apenas el pasado 20 de mayo se fue el tecladista Ray Manzarek, considerado el verdadero autor del sonido de Las Puertas, con su característico organito. Ray nunca aceptó la muerte de Jim porque lo quería como a un hijo; y entonces difundió la más grande leyenda: que bien podría haber seguido los pasos de su poeta favorito, Rimbaud, para esconderse en algún lugar de África… o de México.

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