Ciudad de México, abril 23, 2024 08:25
Leticia Calderón Chelius Ciudad de México Opinión

Mejor cuéntame un cuento

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

LETICIA CALDERÓN CHELIUS

Había una vez un lejano reino llamado Delegación Benito Juárez, ahí un grupo de caballeros gobernaban la región. Desde hacia varias generaciones un pequeño circulo de jóvenes de sangre azul se rotaban entre ellos la corona, el cetro y decidían quien se sentaría en la silla real. Desafortunadamente, no gobernaban con justicia ni transparencia, ni mucho menos apegados a los principios que habían jurado respetar sobre la tumba de sus ancestros y de cara a sus vasallos. El pueblo había dejado de vitorearlos y en lugar de eso, murmuraban a sus espaldas cada vez que pasaban pavoneándose en alguna plaza del lugar. Eran tiempos sombríos que se llenaban de edificaciones gigantescas que ocupaban el espacio que antes era el orgullo de los habitantes de la región.

La historia inició mucho tiempo atrás. El primer monarca de la nueva era que gobernó la región se llamó Ricardo Pascoe (1997-2000), el cual se fue al poco tiempo sin poder dejar descendientes. Fue entonces cuando un adversario llamado desde la cuna real de su estirpe, José Espina Von Roehrich (2000-2003), se adueñó del poder real y firmó un pacto para mantener la sucesión por los mil años que sus descendientes habitarían la tierra. Para que sus vasallos no se dieran cuenta del trato secreto, permitió que un monarca ajeno a este plan oscuro, Fadlala Akabani (2003-2006) gobernara el reino.

Cuentan los antiguos que Akabani gobernó de manera medianamente equilibrada  o por lo menos algo habrá hecho bien, porque cuando se fue a tierras lejanas el pueblo aceptó gustoso a su sucesor, Germán de la Garza (2006-2009). Todo iba como fue planeado y el pueblo festejaba a sus reyes y príncipes de sangre bien azul en medio de reinos de sangre más bien amarilla. Incluso para tener un enemigo al cual echarle la culpa de todos los males que pudieran ir surgiendo hicieron murallas y se atrincheraron para distinguirse de los otros pueblos y mostrar que su reino era “el mejor lugar para vivir”.  Pero el rey De la Garza traicionó al pueblo, sobre todo cuando atentó contra algunas de las cosas que más valoran los habitantes de ese pequeño reino: los parques, las aves preciosas, caminar sin miedo y los animales de compañía. Cuando De la Garza quiso apoderarse del parque hundido y tantos otros espacios, se armó una revuelta en su contra y tuvo que irse al exilio, al que fue despedido con gritos de repudió y sables de guerra de algunos de los súbditos que alguna vez habían celebrado su elegancia.

Esto preocupó al grupo compacto que había jurado gobernar mil años el reino de la BJ y para salir del momento difícil, le pidieron a un rico benefactor del reino que los apoyara a controlar la situación. Fue así como desde un palacio de otras latitudes llegó Mario Palacios (2009-2012), quien aprovechó para visitar los diferentes barrios del reinado, saludar a los vasallos y mostrar su hermoso ropaje real con que le gustaba dejarse ver. Pero la verdad es que él no gobernaba, quien lo hacia era su asesor principal, Jorge Romero, un joven heredero de linaje azul que llegó a ese puesto apoyado por una fina dama (Mariana Gómez del Campo), sobrina política de un rey mucho más poderoso que todos los reyes de la región (Felipe Calderón Hinojosa).

A la primera oportunidad que hubo el joven de sangre azul envió a su palacio a Palacios y se instaló la corona real. Tiempos aún más oscuros iniciaron cuando Jorge Romero (2012-2015) decidió gobernar sin escuchar a sus vasallos, les arrebató espacios que tanto amaban y construyó más y más altas moles de concreto para mostrarles que quien gobernaba era él y punto. Aunque los vasallos se quejaban de que cada vez veían menos el sol y no podían ya ni caminar por las antiguas calles de sus reino que antes era la envidia de tantos otros reinos lejanos, al joven rey le tenían sin cuidado los reclamos ya que cada nueva edificación representaba cuantiosas ganancias que no pensaba perderse.

Foto: Especial

Fue en este contexto que por fin, el pacto de la sucesión de los mil años retomó el rumbo que se habían trazado tantas generaciones atrás y Christian Von Roehrich (2015-2018), del linaje original que selló este acuerdo, sucedió como rey a Romero, quien en una extraña maniobra política para afianzar su poder se alió con los reyes de los reinos amarillos que antes eran sus enemigos. Eso no le importó, porque esto le permitiría controlar toda la comarca y no solo el pequeño y pintoresco reinado de la BJ. El joven azul ambicionaba más, mucho más y había tramado un pacto entre sus más cercanos para mantener el control del reino sin tener que dar cuentas a sus vasallos, porque los reyes no tienen que andar explicando lo que deciden, eso déjenselo a la democracia.

El problema es que para lograr todo este plan sombrío que se firmó con plumas de oro y tinta de aves exóticas, se contrató a un viejo mago que echo un hechizo en el agua que la población bebía. El detalle es que como falta mucho el agua en el reinado, los habitantes tuvieron que conseguir pipas del vital líquido, lo que evitó que los afectara el hechizo.

La pregunta ahora es quién en este reino sigue hechizado y quién dejó ya de tragarse el cuento de hadas, porque ahora lo esencial es que todos tengamos un final feliz.

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