Ciudad de México, julio 26, 2024 18:23
Opinión Rebeca Castro Villalobos

Mis Reyes Magos

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

Hasta ahora sé que el ritual de dejar la carta en el calzado obedece a que los zapatos sirven de guía para que los Reyes sepan si dejar regalo para niño o niña, además de ayudarles a conocer la edad de los agraciados con sus presentes.

POR REBECA CASTRO VILLALOBOS

“Queridos Reyes Magos…”, iniciaban invariablemente  mis cartas, fechadas todas el 5 de enero pero de diferentes años, y cuyos destinatarios eran Melchor, Gaspar y Baltazar, con domicilio conocido. Era la misma misiva que colocaba abajo del árbol de Navidad en la casa de mis padres, junto con uno de mis mejores, limpios y lustrosos pares de zapatos.

Y aunque somos ocho los integrantes de mi familia, a mi mente viene más claros, los recuerdos de sólo los cuatro menores (Patricia, Arturo, Rocío y yo) mismos que buscábamos obtener el mejor lugar, el más vistoso del árbol para colocar el zapato y la carta, como si la posición importara a la hora de la llegada de los esperados Reyes.

Pese a que la tradición ha tenido variantes, hasta llegar a amarrar la carta a un globo de  helio para que llegue a los cielos confiando  que en su trayecto no truene  y sea leída por los también llamados Magos de Oriente, creo que la costumbre que más prevalece por lo menos así lo veo con mi sobrina/nieta Sophie, de apenas cinco años de edad, es el de dejarla en el calzado.

Hasta ahora sé que ese ritual obedece a que los zapatos sirven de guía para que los Reyes, sepan si dejar regalo para niño o niña, además de ayudarles a conocer la edad de los agraciados con sus presentes.

Otro de los posibles orígenes está relacionado con la infancia de Jesús, según la tradición católica. Cuando era niño, pobre y sin calzado, otros niños lo vieron andar descalzo y le regalaron zapatos que ya no usaban; esos niños lavaron y pusieron los zapatos en la ventana antes de irse a dormir y, a la mañana siguiente los encontraron llenos de regalos.

Es también por eso, que una de las variantes es dejar los zapatos en la ventana, y no bajo el árbol, según señala la Sociedad Artística Sinaloense. (SAS).

Aunque para otras familias a la tradición se sumaba el dejar un balde de agua para saciar la sed de los animales (camello, caballo y hasta un elefante) que cargaban en sus lomos a los Reyes Magos, desde sus lugares de origen hasta Belén, además claro de poner algo de comida.

Hasta hace poco se instauró, como ya se venía haciendo en España, que en algunas ciudades de nuestro país se lleva a cabo una Cabalgata de Reyes; mientras en otras la costumbre es de llevar a los niños  al jardín principal y por una cantidad tomarse la foto con hombres que personalizan a los Magos de Oriente, aprovechando el acercamiento para entregarles o decirles sus deseos de regalos.

Pero, ¿quiénes eran esos míticos personajes que nos causaban tanta ilusión de su llegada?

Según investigué, sólo en el Evangelio de San Mateo se habla de estos “magos”, sin precisar sus nombres, tampoco que fueran reyes ni que fueran tres y no fue  hasta el siglo tercero después de Cristo, cuando se presume que pudieran ser personajes pudientes por sus regalos y las iconografías que representaban. También en el mismo siglo se estableció que eran tres, uno por cada obsequio.

Es tan controversial el tema que la Iglesia Ortodoxa Siria y  la Iglesia Apostólica Armenia, aseguraban que eran doce, como los apóstoles o  las tribus de Israel. Fue hasta el siglo sexto después de Cristo cuando Melchor, Gaspar y Baltazar aparecen por primera vez en el conocido mosaico de San Apolinar el Nuevo (Rávena), en el que se distingue a los tres magos ataviados de modo persa, con sus nombres escritos encima y representando distintas edades.

Pero aún tendrían que pasar varios siglos, hasta el quince después de Cristo, para que el rey Baltazar aparezca con la tez negra y los tres representan las tres razas de la Edad Media: Así, Melchor encarna a los europeos, Gaspar a los asiáticos y Baltazar a los africanos.

Quizás por las actuales circunstancias es que evoco más esa bonita tradición y que agradezco a mis padres el habernos inculcado la creencia que permaneció durante muchos años de la infancia, de la existencia de esos tres personajes que pese a todo, siguen viajando para entregar ilusiones y sonrisas.

Pese a que no tengo descendencia, no hay zapatos, ni cartas bajo de ningún árbol y menos en el pequeño Nacimiento que adorna mi hogar; este día me mueve mis fibras sensibles remontándome a mi lejana niñez, cuando todavía con mi padre vivo, disfrutábamos de la noche previa y el mero día de Reyes.

Desconozco el ingreso familiar, pero doy gracias a de mis padres el  procurar cumplir todos los deseos; por esas pistas de carreras de autos, las muñecas que lloraban o se orinaban después de tomar su biberón de agua, o los bebés que se arrullaban entre los brazos infantiles, los triciclos, las bicicletas o simplemente lo dulces, que representaban que por la edad los Reyes Magos dejaban de ser parte de nuestros sueños y anhelos.

A propósito: “Una vez vi a los Reyes Magos. No eran tres, eran dos y eran los mejores magos que vi en mi vida….. al tercero nunca lo vi, pero seguro estaba que lo dejaban cuidando a los animales… Nunca, nunca olvidaré a los dos reyes magos que vi”. (parte del texto del portal Chalco Mágico).

Compartir

comentarios

Artículos relacionadas