Ciudad de México, octubre 12, 2024 18:56
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Un senador traidor y otro ‘desaparecido’ permiten Reforma Judicial del oficialismo

A pesar de su promesa, senador panista Miguel Ángel Yunes cambia bandera de última hora

Tras irrupción de jóvenes inconformes en sede oficial, senadores se atrincheran en vieja casona de Xicoténcatl; afuera la policía reprime a manifestantes.

FRANCISCO ORTIZ PARDO

Y ahí apareció él a la hora de la votación, en la parte trasera, a la izquierda, del salón de sesiones de la vieja Casona Rosa de Xocténcatl, la sede alterna que el oficialismo dispuso para imponer los tiempos y las formas, a como diera lugar, de la llamada Reforma Judicial del presidente Andrés Manuel López Obrador.

“Miguel Ángel Yunes, a favor”, se limitó a decir el flamante miembro de la bancada de Morena, apenas unas horas después de haber desaparecido del entorno del PAN, partido que lo llevó a ser senador por Veracruz. Trascenció que los servicios de inteligencia del gobierno mexicano lo amagaron a él y a su padre, el ex gobernador de Veracruz que se llama igual, con expedientes judiciales.

Al escuchar su voto en favor de la reforma obradorista, los de Morena y sus aliados, el PT y el Verde –la franquicia política que en el pasado se sumó al PAN y del PRI, justo cuando gobernaban–, gritaron bravos y aplaudieron, dando muestra de orgullo por la la deslealtad en su favor. En tanto, desde los escaños aislados de la oposición se escucharon otros gritos: ¡Traidor, traidor!

Irrupción de estudiantes y trabajadores el Poder Judicial, en el Senado. Foto: Graciela López / Cuartoscuro

Ya los gritos de unos y otros eran lo de menos. También que unas horas antes jóvenes hubiesen irrumpido en la sede oficial del Senado, en Paseo de la Reforma, frente al monumento a Cuauhtémoc, para impedir que continuara la sesión, desesperados ante la inminente traición con la que el oficialismo se aseguraría de los 86 votos necesarios.

Los senadores tuvieron que huir a la vieja sede del Centro Histórico, adyacente al Museo Nacional de Arte, citados por el presidente de la Cámara, Gerardo Fernández Noroña, para reanudar allí la sesión a las 19 horas. Y efectivamente, aunque algunos senadores y senadoras llegaron entre empellones porque la policía capitalina cercó el lugar, todo pareció normal a pesar de las acusaciones y burlas entre los legisladores oficialistas y de la oposición, hasta que la bancada panista optó por “tomar” la tribuna para exigir la suspensión de la discusión en tanto no apareciera en el recinto Daniel Barreda, un senador de Movimiento Ciudadano, supuestamente retenido en Campeche de manera ilegal.

“Mi papá tenía un tema personal, tuve que venir a acompañarlo”, justificó Barreda al reaparecer por la noche en la ciudad de Campeche. “Lo trajeron para acá, tuve que venir a atenderlo. Yo estaba en la Ciudad de México”.

A la hora de la votación se reflejó su ausencia, pues los otros 127 senadores sí estuvieron presentes, para dar el marcador final que dejó a la oposición a solo dos votos de lo que en la masiva manifestación multitudinaria del domingo de la sociedad civil y trabajadores del Poder Judicial se veía como un sueño posible: Desechar la reforma judicial y amargarle a López Obrador el Grito de Independencia y su despedida del gobierno. Es cierto, quedan imágenes de las protestas de un “martes negro” que ya recorren el mundo.

Las senadoras de MC, Amalia García y Alejandra Barrales, y sus compañeros Luis Donaldo Colosio y Clemente Castañeda, el coordinador, exigieron sin éxito en plena votación que ésta se suspendiera porque faltaba Barreda.

El caso es que el voto de un senador traidor y la ausencia de otro que “desapareció”, le dieron al oficialismo la mayoría calificada de 86 senadores contra 41. Llevada a cabo la votación a punto de la medianoche, se desató la euforia de los senadores de Morena, PT y Partido Verde, que luego se las ingeniaron para ir cancelando supuestas enmiendas particulares al proyecto para tener el pretexto de seguir hablando y desechar una a una las exigencias de los opositores durante toda la madrugada.

El júbilo morenista. Foto: Cuartoscuro

Afuera, el escenario era sombrío. Los granaderos que según Claudia Sheinbaum ya no existían desde el prinicipio de su mandato en Ciudad de México, lanzaron gases lacrimógenos a jóvenes y mujeres, sin distingo alguno.

Mientras se aprobaba una reforma que posibilitará el control del poder judicial por parte del ejecutivo a través de la elección popular de jueces y magistrados, la represión de otros tiempos se asomaba alrededor del emblemático edificio, en cuyo patio aún está la estatua de Belisario Domínguez.

Así: Como en los viejos tiempos.

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