Ciudad de México, abril 25, 2024 00:04
Opinión

Tenoch Huerta: Hablar por hablar

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Revira quien fue alumna y maestra del Colegio Madrid al histrión que acusó que parte de la ‘ultraderecha’ se forma en esa institución

En el siguiente artículo de opinión, Laura Castillo manifiesta que el Madrid es “generoso y recíproco, siempre preocupado y ocupado en formar estudiantes comprometidos y responsables que impacten positivamente en sus comunidades, en su país y en el mundo”.

POR LAURA CASTILLO MARTÍNEZ

Lamentable para mí fue escuchar las desafortunadas declaraciones públicas del actor mexicano Tenoch Huerta sobre el Colegio Madrid, en una entrevista que le realizó John Ackerman en su programa Diálogos por la Democracia para TVUNAM, transmitida el 23 de enero, en las que acusa al colegio de egresar “izquierdas fachos” y ser “la escuela de izquierdas que se encarga de educar a la ultraderecha de México”. Ahí dijo también que los alumnos del Madrid pertenecemos a la “elite”, pues “por muy de izquierda que sea, veintitantos mil pesos al mes sólo la “elite” puede aspirar a estudiar en esa escuela”

Estas aseveraciones, en mi opinión, fueron generalizaciones apresuradas y sin sustento.

Para quienes no lo saben, el Colegio Madrid se fundó hace 80 años sobre los sólidos valores de justicia, equidad y democracia de la Segunda República Española, con el propósito de formar a los niños del exilio español, cálida y generosamente acogidos en nuestro país por el gobierno cardenista. 

Yo viví al Madrid desde tres ángulos distintos, 10 años como estudiante y otros 10 como maestra y madre de familia.

Como estudiante aprendí desarrollar mi pensamiento crítico y reflexivo, aprendí a cuestionarme lo que leía y lo que se me decía, aprendí a indagar, a investigar, a informarme y a leer para entender la realidad del mundo. Siempre tuve la cálida sensación de que el colegio era mi segunda casa, en la que también era importante ser solidaria, empática y tolerante para vivir en armonía; tener conciencia histórica para entender quiénes somos, saber a dónde queremos ir y elegir nuestro camino libremente.

Sí, tal vez unos caminamos por la izquierda, otros por la derecha y otros por el centro, algunos otros en zig-zag y no necesariamente me refiero a ideologías políticas. El colegio no educa a través de ideas políticas ni religiosas, lo hace a través de valores. Quienes egresamos de ahí, nos distinguimos en los ámbitos en los que participamos, nos encontramos y nos reconocemos como parte de esta gran familia. Ese es nuestro orgullo madrileño.

Como maestra me di cuenta de cuánto exige el colegio a su magisterio para que esté capacitado y actualizado, pero el mismo colegio se encarga de proveer a sus maestros con todo lo necesario para que consigan la excelencia. Promueve la libertad de cátedra y la puesta en práctica de estrategias didácticas innovadoras. El colegio invierte sus recursos en formar y procurar a sus maestros, en renovar y mejorar su infraestructura para responder a las exigencias de un mundo moderno en constante evolución. No es una institución con fines de lucro. Es una institución que se auto sustenta y se auto sostiene a través de la inversión que hace para robustecer, fortalecer y mejorar continuamente todos y cada uno de sus programas académicos, sociales y ambientales.  De ahí la gran calidad de su oferta educativa integral.

Como madre de familia en busca de la mejor formación para mis hijas, no podía yo elegir una mejor escuela que el Colegio Madrid. Sí, es cierto, las colegiaturas no son accesibles para todos, aunque tampoco son de 20 mil pesos mensuales como asegura el señor Huerta, y aun así no es de los colegios más caros de México, pero sí de los mejores. En contraste, el colegio tiene un robusto y sólido programa de becas para quienes demuestran excelencia académica y carecen de los recursos suficientes para cubrir sus colegiaturas. Así que no, tampoco todos sus alumnos pertenecen a la “elite”.

Y así ha sido el colegio, generoso y recíproco, siempre preocupado y ocupado en formar estudiantes comprometidos y responsables que impacten positivamente en sus comunidades, en sus regiones, en su país y en el mundo; que sepan adaptarse a los vertiginosos cambios del mundo moderno y que sean capaces de transformar su realidad cuando ésta no responde a sus principios y valores.

El colegio no es estático, es dinámico y flexible. Ya no es el mismo que fue en sus inicios, ha evolucionado, se construye a cada paso, pero en esencia mantiene los principios y valores que lo vieron nacer, mismos que se viven en el quehacer diario de toda su comunidad.

Es, además, intercultural y totalmente incluyente, por lo tanto, diverso. Respeta el libre pensamiento, la libre creencia y promueve la libertad de acción y expresión circunscrita a los valores que ostenta. Siendo así, cada miembro de su comunidad es respetado en su individualidad y por lo tanto cada uno tiene su propia ideología política, sus propias creencias y tiene la libertad de expresarse dentro de un marco de respeto y responsabilidad. Así que, si de casualidad el señor Huerta se topó con algún madrileño que le dio la impresión de ser “izquierda facho”, no por ello tiene derecho de generalizar.

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