La visita del Colibrí
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El colibrí en la casa de la familia Leñero en San Pedro de los Pinos. Foto: Especial
“Como los colibríes, el relato que Paco (Ortiz Pinchetti) te dedicó sanó tu alma y les permitió despedirse de la mejor manera que dos grandes compañeros se pueden decir adiós”.
POR MARIANA LEÑERO
Más de ocho años sin ti. Cuántas cosas han cambiado desde tu partida. Cuántas cosas me gustaría platicarte. Así en una tarde de mayo, sentados en una banca del parque Miraflores o caminando por las calles de tu “Aquel San Pedro mío”, como le decías.
Tú, con café y cigarro en mano, sin prisas y atento, yo, tratando de no perderte de vista para que no se te ocurriera volverte a marchar. Ensueños de imágenes deseadas que me hacen extrañarte más, pero de eso, hoy no se trata. Se trata de acercarme a ti porque quiero contarte algo que estoy segura te pondría contento.
Desde hace cuatro años comencé a escribir pequeños relatos en una revista llamada Libre en el Sur. Uno de sus fundadores y directores es tu querido amigo Paco Ortiz Pinchetti. No solo trabajaron juntos en Revista de Revistas de Excelsior sino junto con Julio Scherer fueron de fundadores de Proceso. Como él escribe, por más de tres décadas compartieron “el tortuoso y fascinante camino del quehacer periodístico”.
Bueno, pues su hijo Paco, amigo mío del Colegio Madrid y que tú también conociste porque trabajó en Proceso, me invitó a escribir algo sobre San Pedro de los Pinos: “Yo no escribo Paco, pídele a mi hermana Estela, ella escribe muy bien”. Sin embargo, Paco insistió: “Ándale Mariana, escribe. ¿Cómo no vas a escribir sobre San Pedro si ahí viviste toda la vida? Además, tu padre nos quedó debiendo un escrito sobre el tema”. La verdad no sé por qué decidí hacerlo. Si fue para pagar deudas ajenas (tu deuda). O porque me atrajo la idea de intentarlo, o porque estaba desesperada buscando otras formas de acercarme a ti que no fuera encerrada en ese lugar solitario llamado duelo.
Pues de ese primer escrito salieron más. Ahora tengo tantos que perdí la cuenta. No tengo pretensiones de volverme escritora. Solo escribo cosas que compartimos: el dominó, los rompecabezas, la casa de Cuernavaca, tu biblioteca… Otras veces hablo de recuerdos de nuestra familia, sobre mi mamá y tú, sobre mis hermanas. Inclusive Isabel me apodó con el nombre de: cronista de la familia. También he incluido anécdotas con mis hijas y Ricardo. Me gustaría recordar más de ellas porque esas me ponen de buen humor. Tengo presente tu “frases cortas, mija”, en especial cuando escribo reflexiones sobre la vida, las pérdidas, la maternidad. A veces me azoto y esas historias se quedan en el tintero (ahora le llamamos disco duro).
Cada vez que decido que no voy escribir más, Paco hijo me empuja: “Ándale Mariana escribe”. Estira la fecha de entrega y manda mensajes de ánimo, que al final funcionan.
Si no fuera por él y por Libre en el Sur no te habría bajado de la nube del recuerdo para invitarte a sentarte a mi lado cada vez que me toca escribir un relato. Apareces como un colibrí que me visita y me susurra al oído consejos, se ríe conmigo y limpia mis lágrimas. Te he llegado a conocer más porque investigo sobre ti, hablo con mi madre, con mis hermanas, con tus amigos. Busco fotos de la familia y traigo a la memoria momentos especiales. Escribir contigo de la mano me ha invitado a buscarte adentro y no afuera. No niego que te extrañaré por el resto de mi vida. Pero el escribir, me ha permitido dejar de resistir al dolor y convertirlo en nostalgia. Nostalgia que se acomoda cerquita de las cicatrices que dejaste, pero que si lo permito también me alivia como un curita. ¿Cómo no estar agradecida con ellos por eso?
“Te vi feliz y no tuve más remedio que pedirte permiso para contarle a Paco sobre tu enfermedad. Quería agradecerle el haberte regalado un relato que te brindara paz y alegría en esos días que pasábamos tan tristes”.
Ayer que platicaba con Paco hijo, hablábamos sobre que su papá siempre se quedó con la influencia de Revista de Revistas en donde trabajaron juntos. ¿No te parece especial que ahora esté colaborando en una revista parecida, de la que hace 50 años tú eras director? Libre en el Sur se le parece por sus contenidos próximos a la comunidad. Publican historias de la gente común y corriente, como a ti te gustaba hacerlo; sobre sus necesidades, sus problemas. Pero a la vez la revista tiene identidad, contenidos periodísticos a cabalidad: políticos, culturales, deportivos que la hacen única.
Y hoy que la revista cumple 20 años quise honrar la amistad de Paco y tuya con este texto. Me he encontrado con algunas historias juntos. Pero una de las historias que estoy segura que no recuerdas y que para mí es la más hermosa, es el último encuentro que tuviste con tu amigo.
¿Te acuerdas que antes de que murieras disfrutabas mirar los colibríes que visitaban nuestro jardín? Pues fíjate que, en uno de esos días, Paco hijo me contactó porque su padre tiempo atrás te había dedicado un relato sobre los colibríes. Como no sabía nada de ti quería ver la forma en que lo pudieras tener. Te lo leí y lo escuchaste en silencio. Al terminar me mandaste decirle que agradecías la dedicatoria y que tú también tenías un bebedero para colibríes que siempre mirabas y que desde ese momento lo verías con más cariño. Te vi feliz y no tuve más remedio que pedirte permiso para contarle a Paco sobre tu enfermedad. Quería agradecerle el haberte regalado un relato que te brindara paz y alegría en esos días que pasábamos tan tristes. A los tres días te nos fuiste.
Bien dicen que cuando te visita un colibrí no es coincidencia y estoy segura que este evento tampoco lo fue. Como los colibríes, el relato que Paco te dedicó sanó tu alma y les permitió despedirse de la mejor manera que dos grandes compañeros se pueden decir adiós.
Felicidades Libre del Sur por su aniversario. Gracias por darme la oportunidad de escribir de la mano de mi padre.