Ciudad de México, mayo 3, 2024 01:51
Opinión Rebeca Castro Villalobos

Vive en un templo que no es el suyo

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Pese a que el lugar construido originalmente por órdenes de Hernán Cortés para honrar a San Hipólito, patrono de la Ciudad de México, fue San Judas Tadeo el que llegó a ser, y lo es hasta la fecha, el favorito en ese templo, en el que cada 28 de octubre como hoy se vuelca la devoción en su honor…

POR REBECA CASTRO VILLALOBOS

Como cada año, este jueves 28 de octubre la Santa Iglesia Católica recuerda el martirio de los santos apóstoles San Judas Tadeo y San Simón. Refiriéndome exclusivamente al primero, la ocasión me produce sentimientos encontrados. Por un lado es un día de fiesta y de devoción, y por otro no puedo evitar que me enluta la tristeza y mis ojos se humedezcan con recuerdos.

“San Juditas”, como nos referimos a quien se dice está unido a Jesús por parentesco familiar –incluso mencionado como primero hermano de Cristo–, lo he venerado desde que supe de él, manifestándose en situaciones difíciles y desesperadas. No obstante es precisamente en su festividad cuando mi amado Juan Carlos, acudió al encuentro de Dios y la Virgen. ¿Cómo olvidar esa tarde, y precisamente la fecha?

Jovial, alegre, siempre dispuesto a apoyar a los demás, pocas veces se le vio con mala cara, incluso con rostro adusto. Juanqui (como le dicen sus hermanas de sangre) vivía para su familia con quienes se trasladó de Guadalajara al terruño en donde en una de las dos cocheras de la casa de mis padres abrió una tienda, que por la ubicación –a pie de calle-, prosperó rápidamente.

En esos años la vida fue buena para mi amado cuñado: logró construir al interior de la propiedad familiar una hermosa casa sobre unos cuartos que en antaño eran para la servidumbre. Vivían, sin pasar penurias y con su peculiar carácter era el “tendero” más conocido de la colonia. Lamentablemente, llegaron “las vacas flacas” y el negocio tuvo ser traspasado.

Uno o dos años después inició el tormento para toda la familia; pero aquí prefiero no cuestionar los designios de Dios y su madre María y tan sólo confío que sea precisamente San Judas quien también lo tenga acogido, junto con el medallón que carga en el pecho con la imagen de Cristo.

Retomo la otra parte del texto. Así refiero que de joven, de San Judas conocía yo sólo la referencia que papá contaba que de niño fue monaguillo en el templo de San Hipólito, en la Ciudad de México, de donde llegaba a su casa siempre con el atuendo sucio por la grasa de unos polvorones que gustaba adquirir y que imagino provenían de alguno de los cafés de chinos de la zona, mismos que se guardaba en los bolsillos mientras transcurría la misa.

De acuerdo a un folleto que todavía en vida le obsequié a mi padre para que se remontara a sus años de infante, la anteriormente ermita fue construida por órdenes de Hernán Cortés. Sin embargo, fue para homenajear a San Hipólito, considerado el Patrono de la Ciudad de México. Por su parte en el portal Desde la Fe, órgano oficial de la Arquidiócesis de México, se precisa que el 13 de agosto de 1521, con la caída de México Tenochtitlán y el apresamiento del Tlatoani Cuauhtémoc, el calendario litúrgico marcaba precisamente la festividad de San Hipólito.

Pese a que el lugar era para honrar a San Hipólito, fue San Judas Tadeo el que llegó a ser, y lo es hasta la fecha, el favorito en ese templo.

Vida y Martirio.
Apodado “El Tadeo” o “El Lebeo”, que significa el “muy amado”. San Judas era miembro de la tribu de Judá, y de la familia de David, de la cual desciende directamente la Santísima Virgen María y su esposo San José. Incluso, en el Nuevo Testamento aparece una epístola escrita por ese santo.

Fue discípulo de Jesús durante sus años de predicación y testigo de los milagros portentosos que realizó. Tras los hechos profetizados desde tiempos antiguos, y una vez ocirrida la Resurrección, Judas, como los demás apóstoles, van por todo el mundo a bautizar, perdonar los pecados y fundar la Iglesia que como herencia y misión se Cristo les dejó.

Junto con su hermano Simón y Santiago el Menor, reciben la llama del Espíritu Santo, para quedar conformados en el Colegio de los Apóstoles, en lo que conocemos como Pentecostés. De ahí que la imagen de San Judas Tadeo tiene una llama sobre su cabeza. Los hermanos hicieron grandes predicaciones por Egipto, y su fama alcanzo hasta el norte de África.

Por más de treinta años, San Judas dedicó todos sus esfuerzos a la conversión de los infieles, sacó a ciudades enteras de la idolatría, pero al llegar a una cerca Persia, llamada Saumir, los magos los aprendieron y al no querer obedecer de adorar al Sol y a la Luna, los azotaron. Ante el asombro de sus verdugos, vieron cómo salían de las figuras de barro demonios en forma de etíopes. Lo anterior causó más furia y a San Simón le dieron un hachazo a través del cuerpo mientras que a San Judas le cortaron la cabeza, para después despedazar a ambos cuerpos.

En el mismo portal religioso Desde la Fe se señala que la historia de San Judas Tadeo comenzó muy lejos de México. Y no solo eso. El templo de San Hipólito no fue su primer, ni su segundo hogar, pero eso sí, fue donde su influencia creció hasta ser una de las imágenes más veneradas por los habitantes de la capital del país. La devoción a San Judas Tadeo llegó a México a finales del siglo XIX de la mano de los padres claretianos; sin embargo, la imagen del Santo, de un metro y medio de altura aproximadamente, arribó procedente de Barcelona hasta 1933, cuenta para el sitio oficial de la Arquidiócesis de México el P. Alejandro Cerón, encargado de la iglesia de San Hipólito.

La imagen errante
El primer hogar de San Judas fue la iglesia de Jesús María, ubicada en el Centro Histórico. Ahí donde fue resguardada de la persecución religiosa. Y cuando el pbispo les pidió entregar el templo, la imagen fue trasladada a la Parroquia del Purísimo Corazón de María, en la colonia Del Valle. Posteriormente, en la década de los 60, fue llevada a San Hipólito y San Casiano, y colocada en la Capilla de los Santos Mexicanos.

En esos años, San Judas se ubicaba en un nicho a la izquierda de la entrada al templo. Ahí fue donde la gente lo empezó a frecuentar y la devoción comenzó a crecer. Fue debido a este fervor en torno a la imagen de San Judas, sobre todo el 28 de cada mes y en su fiesta litúrgica, que se decidió colocarla en el Altar Mayor, donde ahora se encuentra.

“Un santo que me escucha”
En los años 80 del siglo pasado, la devoción a San Judas creció de tal manera que inició la construcción de dos templos más dedicados a al apóstol. “En un principio, el mensaje de fe alrededor del Santo se transmitía de persona a persona, como hacían los primeros cristianos al llevar el mensaje de Jesús. ‘Este santo sí me escucha’, decía la gente. O en expresiones de las personas sencillas de la capital: ‘Este santo es mi valedor’”.

El P. Cerón recuerda que llegó el tiempo en que comenzaron a acudir muchos jóvenes adictos al alcohol y a las drogas, otros dedicados a delinquir, por lo que se emprendieron las primeras labores de encausamiento, con las que se logró reformar a varios de ellos.

A San Hipólito, señala el párroco, actualmente llega todo tipo de gente; sin embargo, quienes más acuden son personas que se sienten rechazadas o que viven situaciones de sufrimiento: desempleados, pobres, madres que pierden a sus hijos o los tienen en la cárcel, enfermos, bebedores, drogadictos y delincuentes, quienes tienen fe en que San Judas les ayudará.

Es tanta la devoción al fidelísimo apóstol que ha crecido en proporciones sorprendentes y cada vez se agregan más devotos. Basta con recordar que en el 2020, aún con pandemia y con el templo cerrado, el fervor ganó al orden y éste no pudo evitar que llegaran a venerarlo cerca de 30 mil fieles. .

Por lo pronto, informan las autoridades, este jueves 28 el templo, ubicado entre avenida Hidalgo y paseo dela Reforma estará abierto desde las seis de la mañana. Habrá seis misas y en cada una de ella se cerrará la puerta con el setenta por ciento de su capacidad.

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